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Cabecera Boikot Japón


Noche del 22 de marzo de 2008

Un día de pedo en Tokio (por Alberto)

Fue la segunda noche que pasamos en Tokio, y el caso es que hacía unos tres meses que no bebía nada de alcohol, pues tuve un par de sustos con respecto a mi salud, y he decidido desacelerar un poco mi ritmo de vida, pero no os preocupéis, estoy bien. Nunca he tenido ningún problema de adicción a nada, pero creo que ha llegado el momento de cuidarse un poco y en ello estoy, pero eso no quita que de vez en cuando uno se dé un homenaje, ya sabéis, no solo de pan vive el hombre. En fin, estaba muy contento de estar en Tokio y además ese mismo día me pille una guitarra muy guapa y a mitad de precio, un autentico chollo, estaba de subidón y se mascaba una buena celebración.

Creo que era ya las diez y media de la noche y no habíamos cenado y estaba todo cerradísimo, menos mal que al lado del hotel encontramos un bar mexicano abierto, cenamos y comentamos de que Lucía nos hiciera unas fotos en la plaza Shibuya, la plaza donde pasan miles de personas a la vez en unos minutos y donde están todas las pantallas de TV gigantes colgadas de los edificios y todo lleno de neones para hacer fotos guapas, lo malo es que era muy tarde y estábamos muy cansados, pero no podía ser de otra manera, habría que hacer las fotos esa misma noche, así que de postre y para coger fuerzas nos tomamos unos cuantos tekilas, que por cierto, después de tanto tiempo sin beber me supieron a gloria… así pues, poniéndome en pie y con pose de descubridor de pacotilla y con la mirada perdida en el techo del bar, dije: ¿a dónde hay que ir?, “Porque si hay que ir… se va”, sentencié, y entre los vapores del tekila, risas y carcajadas, cogimos unos taxis y nos dirigimos al centro de Tokio, empezando así mi odisea a la japonesa.

Ya en el taxi note el subidon del dios tekila en todo su esplendor, pues no paré de rajar en todo el trayecto, muy agustito que iba, sí señor, pero lo malo fue que al llegar a la plaza Shibuya, nos quedamos todos flipados, todas las pantallas de TV y todas las luces de neón estaban apagadas y no había ni dios por las calles, así que no podíamos hacer las fotos, que desilusión. Pero ya que estábamos por allí contentillos y calentitos por el tekila, decidimos seguir tomándola en una especie de garito que había por allí cerca, nos tomamos unas cuantas cervezas más y ya sí que sí, de esta alcanzamos la velocidad de despegue… hasta el infinito y mas allá!!!

De allí y no sé cómo, nos metimos en una súper-discoteca, eran unas 8 plantas de discoteca, ibas de planta en planta en ascensor, imaginaos el cachondeo que había en los ascensores, iban hasta arriba de peña, yo creo que en esos ascensores es donde podías flirtear con la peña, bueno si sabias japonés, claro. Ibas a la 1ºplanta y era música hip-hop, y allí que nos pusimos a bailar con los japos hip-hoperos, subíamos a la2º planta y era música discotequera, pues allí que nos poníamos a bailar con la peña…cada planta tenía su propio estilo de música, una pasada de discoteque. Continuamos bebiendo tekila, hasta que se acabó y empezamos con el ron, yo ya estaba fuera de sí, estuve bailando y riendo hasta no poder más.

Llegó el momento de irse, ya era tarde y creo que cerraban en breve, ya no lo sé, pues aquello ya no era yo, solo sé que de repente estábamos en una esquina de una calle, esperando un taxi para ir al hotel, como no cabíamos todos en un taxi, nos dividimos, quedándonos los cuatro boikotines a esperar al siguiente taxi, pero dio la casualidad que en esa esquina había una tienda 24H, así que entre a comprar unas cervezas, pero cuál fue mi sorpresa al ver que en el frigo de la tienda había cava catalán, de repente me entró la morriña y pensé una vez más, estamos en Tokio y me he comprado una guitarra de puta madre, que coño, esto hay que celebrarlo, como si no fuera bastante la mezcolanza de cerveza, tekila y ron que llevaba encima. Mientras esperábamos el taxi, cayeron una, dos, tres...botellas de cava, que posiblemente fueran más, hasta que al final cogimos el taxi y llegamos al hotel, serian las 8:00-8:30 de la mañana, más o menos.

Al llegar estuvimos flipando un poco con las guitarras, hasta que nos entró el sueño y estos se echaron a dormir, pero la historia es que yo no dormía en el hotel, yo dormía en casa de Shogo, el responsable de nosotros allí en Tokio, y su casa estaba a unos quince minutos caminado y encima callejeando. Pero sin miedo alguno, cogí la botella de cava y me dispuse a ir a casa de Shogo para descansar. Me puse a caminar, ya había amanecido, de momento todo iba bien, hasta que me di cuenta que estaba dando vueltas y que a no me sonaba ninguna calle y empezaba a notar que todas las calles me parecían igual, ¡¡ estaba perdido!! Horriblemente perdido, solo había ido una vez desde el hotel a casa de Shogo y fue de noche y sereno, y ahora era de día y estaba borracho como una cuba. Pero no perdí los nervios, volví a pasar por el ultimo sitio que me sonaba y vuelta a empezar, con lo despistao que soy y que no hay nombres de calle más el pedo, la cosa estaba bastante difícil, aunque me hubiese dado igual el nombre de la calle, imagínate un nombre en japo, palo palito, palo.

Iba con la cámara de video y lo fui grabando todo, más tarde cuando vi las imágenes recordé cosas que ni me sonaban que había hecho, como por ejemplo, que me encontré con un vagabundo que le ofrecía cava y no quería, pero que de todos modos me puse a hablar con él, cada uno en su idioma, claro, y así estuve bastante tiempo deambulando por Tokio, dándonos la charla mutuamente. También vi en la grabación que saque el libro que me compré de “frases hechas en japonés”, y la verdad es que llegamos a intercambiar algunas frases en japonés, y así nos tiramos un buen rato, hasta que él se metió en el metro, entonces fue cuando me di cuenta que si me metía en el metro, ya sí que me perdería sin remedio, pues el metro de Tokio es dificilísimo, tiene un montón de líneas y la verdad es que es muy complicado andar por él.

Me despedí de mi compañero en Tokio e intenté otra vez encontrar el camino que llevaba a casa de Shogo, pero nada, de momento estaba perdido del todo, pero lo peor de todo estaba por llegar, de repente me atacaron unas fuertes ganas de mear, si hubiera estado en cualquier otro sitio, sin ninguna duda hubiera meado en cualquier esquina, pero Tokio es una ciudad limpísima y ya era de día, hora punta, ya empezaba a estar las calles llenas de gente y recordé también que Shogo nos comentó que no se podía entrar a un bar solo a mear, podrían llamarte la atención, y con el pedo que llevaba no quería meterme en líos.

Pues nada, decidí mear como lo hace un colega mío cuando va borracho, él mientras va andando, se la saca y va meando como si nada. Así que me auto-convencí de que la gente no se daría cuanta, y sino ¿que podría pasarme?, la cosa iba pero que muy en serio, era urgente evacuar a la voz de ya, así pues, me dispuse a sacármela, pero con la borrachera, se me enredó en los calzoncillos y sin poder remediarlo me empecé a mear encima, miré para abajo para ver donde la tenía y al final me la saque, pero con el esfuerzo perdí el equilibrio y me caí en mitad de la calle sin poder evitarlo. Con el tremendo pedo que llevaba, no podía levantarme, me quede desparramado boca arriba en la acera, y supongo yo, que con la cola fuera, claro. No podía ni pestañear, solo veía a la gente desde abajo que me miraba, algunos con cara de sorpresa, otros de horror, de asco y algunos con cara de querer ayudarme, pero claro, ¿quién se iba a acercar a un occidental borracho y meado?

En los bolsillos llevaba todo el dinero para pasar los días en Tokio, la cámara de video, el pasaporte, vamos todo de todo y lo curioso es que no me robaron nada en todo el tiempo que estuve inconsciente y tirado en el suelo, pues seguro que estuve bastante tiempo tirado, hasta que recobre el aliento y me puse en marcha otra vez.

Otra vez estuve dando vueltas, hasta que no sé cómo, pero lo conseguí, al final encontré la casa de Shogo. Increíble, pero cierto, creo que tuve mucha suerte, algunas veces pienso que tengo una especie de ángel de la guarda o algo parecido, de verdad. Pero todavía no había terminado la historia, si en efecto, encontré la casa, pero no la puerta, al darme las llaves de su casa me dijo que no eran de la puerta principal, sino que era de una puerta lateral que llevaba directamente a mi habitación, pero rodee la casa y no di con la dichosa puerta, hasta que me vencieron otra vez las fuerzas, (pensar que hacía mucho que no me corría una de estas), y me quedé tirado en el jardín del vecino de Shogo. Al espabilarme al cabo del rato, y esta vez sí, encontré la susodicha puerta y por fin pude dormir la mona.

Al ratito me vinieron a buscar, pues dábamos nuestro primer concierto en Tokio, fue espantoso, tenía una resaca tremenda, no sé ni cómo pude tocar. Al día siguiente, cuando pasó todo, me dijeron que Shogo había estado muy preocupado por mí, pues a la una del mediodía todavía no había aparecido y los compis del hotel ya estaban pensando en llamar a la policía o al hospital, si no aparecía en breve, pues desde las ocho de la mañana que me fui del hotel no habían vuelto a saber de mí, hasta que Shogo llamo otra vez al hotel para informar que ya había llegado, eran las dos y media del mediodía. Toda una mañana perdida por Tokio ¿o no?

Alberto Boikot

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