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Día 6
Spa, concierto en Nagoya y cena con Victim Chaos
Por alguna extraña razón no nos cuesta nada levantarnos, y es que tener el Pacífico en los morros y las aguas termales en la primera planta tiene su punto. Bandera azul: hombres. Bandera roja: mujeres. Es fácil. Y no hay bañador que valga, todos en pelotas. Al entrar hay unas cestas donde puedes dejar el kimono y todo lo que tengas, y hay que pasar a lavarse a unos asientos frente a grifos en los que hay gel de dos o tres tipos, y lo mismo con el champú. De ahí a las piscinas de hidromasaje. Su puta madre, ¡quema! No recuerdo la temperatura a la que estaban, pero sí recuerdo que dolía al entrar. Una vez acostumbrados se está en el paraíso, sobre todo en la exterior, al aire libre. Y al salir la misma historia, que si crema para esto, que si tratamiento para lo otro, que si colonia
Alberto nos dice ¿Habéis visto todo lo que había? ¡Yo me he echado de todo! Joder, mirad qué pelo me ha quedao. ¡Y el tratamiento capilar ese me lo he echado por todo el cuerpo! Y se queda tan agustito y tan relajadito que a poco se lleva la perilla al afeitarse. Finalmente todo queda en un rasurado mucho más chic.
A las 11 nos embarcamos en las furgonetas y vamos a Nagoya, la cuarta ciudad más grande de Japón que fue destruída totalmente durante los bombardeos de 1945. Pero no hay ni rastro, es una ciudad avanzada y perfecta, aunque no podemos ver demasiado.
Llegamos al Club Upset, una sala en un quinto piso preciosa. Con sus taquillas, su barra en miniatura y su camerino en el sexto piso. Y vaya camerino más guapo, con un tatami con mantas para echar la siesta, una terraza con bancos, una barra, que está cerrada, y una tele para ver lo que pasa en el escenario. Y para bajar a tocar se hace por una escalera de mano, hay que aprovechar el espacio al máximo. Se prueba a las 16:00 y se toca a las 21:50, así que tenemos tiempo para dar una vuelta. Después de comer nos acercamos hasta un templo budista, en el que Shogo, como siempre, nos explica paso a paso cada significado, cada rito y cada historia.
De vuelta a la sala, pasamos por algunas calles en las que las mafias venden a las chicas en carteles luminosos en mitad de la acera. Relacionado con esto, hemos visto varias veces y veremos durante el viaje a señores bastante mayores, plantados en medio de la calle con un cartel en el que hay un par de fotos de chicas y un teléfono. A cualquier hora y en cualquier sitio.
Todavía es pronto, así que algunos aprovechan para dormir en el tatami, y otros nos vamos a dar una vuelta en busca de tiendas que nunca encontraremos. Este paseo es aprovechado por Grass para hacer sus primeros ensayos de Break-Dance en los pasillos de un centro comercial. Ah, y vimos una pata de jamón.
A las 19:50 salen al escenario Victim Chaos. Un trío potentísimo que estuvo de gira por Euskadi en enero y grabaron su próximo disco en los Estudios Garate de Andoain. Quién les hubiera pillado. Aquí también podimos contar con Davo, Txako, Takuya y Hamas como DJs entre concierto y concierto. Después les toca el turno a Regret, Kurage, y finalmente Boikot. 40 minutos, ya algo más frescos y rodados que los días anteriores. No hay mucha gente, pero parece que les gusta lo que ven y escuchan y se divierten.
Al terminar, Alberto se arranca y nos quita por fin esa duda que llevamos arrastrando 3 días: qué pasó la noche del 22 de marzo de 2008. Ojos como platos y dolor de tripa de reírnos. Shogo no da crédito. Puede que algún día os lo cuenten.
Vamos a cenar con la gente de Victim Chaos, y aquí está la pregunta obligada al batería de 18 añitos: "¿Cuánto ensayas, macho?" Una hora diaria desde los 12. Es una auténtica máquina. Nos despedimos de ellos con abrazos y alguna palabra en euskera por su parte. Esperamos volver a vernos. De verdad.
Ya en las furgonetas ponemos rumbo al hotel pasando un frío infernal, a pasar la segunda y última noche.
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