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Día 1
Llegada de la avanzadilla, Sangenjaya, Shogo y Davo
Sea por lo que sea, llego a al aeropuerto de Narita 24h. antes que el resto de la expedición. El 20 de febrero a las 08.50 de la mañana, en lo que para mí deberían ser las 00:50. Me registran las maletas, me pasan dos perros, el móvil no me funciona, no sé cómo se usan las cabinas y no entiendo nada, ¡pero estoy en Japón! Una vez me centro consigo llamar por teléfono y coger un bus al centro de la ciudad. Nada más llegar me recoge Shogo, un paraguayo nómada afincado en Tokio, culpable de esta gira y de que estemos de lujo todos los días. Imaginaos, un intérprete armado de paciencia las 24 h. que además es toda una eminencia cargada de hospitalidad. Su casa está llena de carteles y flyers de grupos como Fermín Muguruza, Berri Txarrak, Betagarri
¡eso para quien dudase de lo grande que es Bilbao! Como nota curiosa, las puertas deben estar siempre cerradas por el tema de los terremotos, y el calzado se queda en la entrada. Con él está Davo, un catalán que viaja a Japón varias veces al año, y que también nos ayudará a que todo sea más fácil.
Aprovecho para ir quitándome de encima el jet lag y conocer Sangenjaya, donde nos alojaremos la mayor parte del tiempo. La zona es conocida por sus autovías superpuestas, una encima de otra contando hasta 3, casi nada. A un par de paradas de metro de Shibuya, zona de la que hablaremos más adelante, se hace una zona tranquila, a pesar de estar pobladísima como el resto de la ciudad. Davo y Shogo no me dejan echarme hasta la 1 de la mañana, a pesar de no haber pegado ojo durante las 16 horas de viaje, así que salimos un rato por la noche y hago mis primeros malabares con los palillos.
La cama me absorbe totalmente
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