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Cómo remover con las gafas un whisky on the rocks

Un relato de Kike Babas

Nos encontramos en el meadero de una gasolinera de carretera, no debe hacer ni cien kilómetros que salimos de Malpica, en la Costa de la Muerte, en la Galicia canalla y percebeira. Vamos de vuelta a Madrid. Alberto y yo, haciendo lo propio en el embaldosado siempre blanco y siempre sucio, no nos miramos las pollas, nos miramos a los ojos. Nos vamos a matar, me dice en un tono frío que no denota broma alguna, nos vamos a matar, repite, como intentando que su miedo calculado se me traspase y me haga reaccionar, que salga yo del wc y le cante las cuarenta al Negro, el conductor de la furgoneta, para que entre en vereda, visto que a él, tal vez por ser el más joven, tal vez por ser el más tímido, no le hace ni puto caso. Chillarle al Negro que no vaya soltando las manos del volante haya o no haya curvas, que deje de beber, que deje de reírse y balbucear mirando alternativamente a los pasajeros de la furgo y no a la carretera. Pero el intento de Alberto es baldío, tan baldío como que yo también estoy de tripi, como que sólo veo un regreso descacharrante en risas y suelto en andares, alegre por todos los costados. Lo más que consigue es un consejo todo menos sabio: si te da miedo ir de copiloto pasa al fondo de la furgoneta. Problema solucionado, trincamos otras cuantas latas de cerveza y continuamos camino.

Visto que el benjamín no se siente con mucho animo para continuar viaje con el mismo ritmo, decidimos, (o más bien decide él mismo en un alarde de valentía y experiencia), que sea Julián el próximo copiloto. El Sr. Hernández es el veterano de la excursión, y confiamos en él no tanto para que haga entrar en razón al Negro, sino para que en su nuevo y responsable puesto no se las pase murmurando todo el tiempo pensamientos siniestros y de mal agüero, e incluso que continué siguiéndonos el rollete a todos, que también él va de ácido y soltando paridas y gilipolleces es un verdadero numero uno.

De esta guisa continuamos unos pocos cientos de kilómetros más, lo cierto es que Julián va cambiando de animo a medida que avanzamos, parece que el puesto delantero en el vehículo da una clarividencia nada alentadora. Julián comienza a dar señales de alarma pero el conductor no depone su actitud ni por asomo, somos un jodido peligro andante. En la parte de atrás de la furgo seguimos de rositas, y de risitas, claro.

Un poco más allá, y tras un par de accesos histéricos ciertamente lógicos Julián tira la toalla y es cuando nos toca a uno de los Kikes ejercer de copilotos. Las risas se han ido sustituyendo por una situación más o menos tensa, aun de buen talante, pero tensa. Nadie le puede decir a Julián que no lo ha intentado, es más, nadie le puede decir a Julián nada, si acaso gracias, gracias por apuntarse junto a King Putreak a uno de sus bolos, ¡él! ¡el cantante de Siniestro Total! Apuntándose a compartir cartel y escenario con un grupillo de tercera regional... Es raro que figuras de primera línea del santoral roquero patrio quieran compartir tiempo y dinero con grupillos noveles que nada puedan aportar a su gloria, (ya que las risas, el colegueo y el buen rollo no entran en el apartado gloria), pero conocida la persona no resulta nada sorprendente: Julián Hernández lleva apuntándose en plan kamikaze a todos los bombardeos que le han propuesto en las dos últimas décadas, y digo kamikaze por que el tío se da a saco, siempre aportando cosas, siempre demostrando ingenio.

No es que nos conociésemos de mucho, un par de encontronazos fortuitos, la primera vez fue en Santiago de Compostela, en la Feira de las Mentiras que organizó Manu Chao. Tocaron Siniestro Total en la carpa de circo, Manu nos había encargado un reportaje videográfico de todo aquel tinglado, así que tocaba entrevistar a los de Vigo. Cual no sería mi sorpresa al ver que Julián me reconocía y me felicitaba por el programa musical que por aquella época hacíamos en la televisión digital ¡me dijo que no se perdía uno! Ni que decir tiene que la entrevista fue muy suelta y nos caímos bien. Sin embargo fue en la siguiente entrevista donde pillamos más rollito, sería un año después, Julián acababa de publicar su libro "¿Hay vida inteligente en el rock´n´roll?" y nosotros debíamos entrevistarle al respecto para El Pais de las Tentaciones, el encuentro fue en un restaurante muy caro en el centro de Madrid: platos grandes, comida escasa y un montón de puntos de convergencia que nos llevarían a quedar para tocar juntos en algunas de nuestras paupérrimas giras, algo a lo que Julián no solo no hizo ascos, sino que hasta le hizo mucha gracia, al fin y al cabo él tenía planeado un proyecto en solitario con guitarra y caja de ritmos que encajaba perfectamente con nuestro grupo de poesía musicada.

Y es precisamente de gira cuando los músicos tienen más posibilidades de conocerse: las horas de carretera, la comida, el préstamo de púas en la prueba de sonido, la borrachera post-bolo... Empezamos a conocernos ya desde la salida, camino de Malpica, en la que sería la primera de las tantas veces que Julián y nosotros compartiríamos escenarios. Lo cierto es que fue pelín vergonzoso, era la primera vez que King Putreak alquilábamos una furgoneta, hasta entonces siempre habíamos ido en coches prestados de amigos, lo hicimos por que no nos parecía decente llevar de gira a todo un Julián Hernández y pedir un par de bugas a los colegas, así que nos decidimos alquilar, además, con un gancho en el cartel como era él, era imposible perder pasta (bendita inocencia). Hasta el kilómetro cincuenta todo bien, pero luego, cuando hubo que repostar, el Negro, que era el colega del barrio elegido para hacernos de conductor, decidió que no echaba sopa en tal gasolinera por que el litro de gasoil estaba una peseta más caro que en la siguiente repostería ¡una peseta!, así que pasamos de largo y... vaya, la furgoneta se nos quedó tirada a medio camino sin combustible. Si el lector entiende de motores sabrá que a un gasoil no basta con rellenarlo si se queda sin caldo, hay que hacerle un drenaje y no-sé-que hostias más, así que tuvimos que llamar al servicio de asistencia en carretera y etcétera, etcétera ¡por una peseta el litro! ¡que cortazo! Menos mal que Julián estaba más que curado de espanto ¡Joder!, y nosotros queriéndonoslas dar de profesionales con nuestra furgoneta alquilada...

Todavía nos recuerdo parados en medio de la carretera, haciéndonos fotos para inmortalizar el momento, pienso que aun miraba a Julián, no como a Julián, sino como al cantante de Siniestro Total metido en un embolado con unos descerebrados muy amateurs. Y es que la leyenda pesa más de lo que parece, y hostias, que estamos hablando de Siniestro Total.

La verdad, desde que tengo uso de conciencia musical, Siniestro Total ya estaban ahí. Lo primero que tuve de ellos, años después de que saliese al mercado, fue una cinta grabada guarrindonga con su primer lp. Recuerdo que sobraba cinta por todos los lados y que me parecieron punkis, burros y bastos como ellos solos. De hecho pensé que siempre eran así y por eso la primera vez que los vi en directo (que por supuesto no sé ni cuando ni como fue) me quedé alucinado con sus trajes iguales y su hacer hard-roquero, parecían otra banda, y además lo hacían bien, y con mucho sentido del humor... Aunque lo que más me sorprendió era la cantidad de canciones de Siniestro Total que me sabía ¿pero esta también era suya?¿y esta otra también? Así que para mi, llamarlos clásicos, no es exageración ni falso halago, es lo que hay.

Con el tiempo fui poniendo las cosas en su sitio y recomponiendo a mi manera el pequeño puzzle del pop español. La importancia capital de la banda. Saber valorar a S. T. en su justa medida: por esas generosas raciones de humor inteligente pero también chabacano. Por esas impagables reinterpretaciones de clásicos guiris, tanto para bien como para mal. Por saber mantener un carrera constante y en muchos casos coherente. Por abrir brecha. Por ser el "Asturias patria querida" de muchas de mis borracheras, y que levante el dedo quien no los haya cantado alguna vez beodo como un piojo... Respeto, por Siniestro Total mucho respeto.

Así nos fuimos cogiendo el pulso, primero en unas pocas entrevistas, luego quedándonos sin gasolina, después bajando de tripi, (viaje de regreso donde por cierto no llego a pasar nada, pues finalmente al Negro le dio el bajonazo y todos tan campantes). Aquella primera excursión la acabamos Julián y yo borrachos en el Rock Palace, unos locales de ensayo de Madrid, borrachos y hablando un poco de todo, una conversación etílica que acabó tocando temas personales... (repito, personales).

Lo que ha venido después parece que ha llegado rodado: la de veces que hemos tocado juntos, tantas, que Julián ha ido perfeccionando el proyecto y ahora se llama Transportes Hernández y SanJurjo y lo hace a medias con el impagable Rómulo Sanjurjo, acordeonista de lujo y persona de alfombra roja. Una confianza que nos ha permitido hacer este libro como quien se bebe un carajillo, miento, veinticinco docenas de ellos, que menos no han caído, de eso doy fe. Es más, si hiciéramos una recopilación de los diferentes alcoholes que han ido curtiendo nuestras gargantas en las sucesivas borracheras haríamos una licorería maja, seguro, cogorzas de vino, tajadas de birra, trompazos de whisky, melopeas de ron, o todas mezcladas, que el gusto -o el disgusto- está en la variedad.

Pero mucho más que resacas me he llevado de cada encuentro con Julián. En mi ajada memoria tras una noche de pimple siempre queda el grato poso de una conversación interesante, pues el Sr. Hernández es un gran conversador, y uno disfruta de esas palabras de hilo de araña que comunican de manera natural eso que el llama la alta cultura y la baja cultura: cuando Eskorbuto se dan la mano con Stravinsky, Niestzche besa el pensamiento del barrendero de la esquina o Lang planea cortos pornográficos de bajo presupuesto... Los vericuetos de la cultura popular son insondables, amigo.

Por no hablar de sus consejos y sus teorías, por ejemplo la conocida teoría del "flotador del patito", esa en la que Julián coloca a sus Siniestro Total nadando en el peligroso mar del show-bussiness ayudados por su patito flotador: sin prisas histéricas, sin estilos extraños, sin hundirse, viendo decenas y decenas de bandas subir y bajar, ora me lo como todo, ora me ahogué, y ellos ahí, permanentes, tranquilitos, a su pedo, nadando al ritmo que marca su personalidad.

O consejos tan valiosos como el de intentarnos convencer que para gente como nosotros, lo de estar metidos en todos los saraos no es un gusto, es una necesidad: que de ahí salen historias, -nos dice siempre en un tono ironicamente paternalista-, que de ahí se agarra tajo (y tajadas, que diría mi compañera cada vez que llego bamboleante a casa con la excusa de cualquier presentación i-m-p-r-e-s-c-i-n-d-i-b-l-e)

En fin, que ahora ya no es nada extraña la relación cotidiana con Julián: llamarnos por teléfono, saber de la familia, de los proyectos nuevos, quedar para ir a algún concierto, mandarnos emilios para saludarnos o insultarnos (según se tercie), etc, etc. Y todo esto me va llevando a una conclusión , posiblemente la más importante de todas, que he ido ganando un amigo.

Un beso gordo Julián, nos vemos luego.

Publicado originalmente en el libro "Tremendo delirio" Conversaciones con Julián Hernández y biografía de Siniestro Total de Kike Babas y Kike Turrón editado por Zona de Obras en 2002 (para conseguir el libro investiga en www.zonadeobras.com)

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