25 de abril de 2025 | Publica tus noticias | Todo el mundo cree en Dios cuando se menea el avión |
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Mil maneras de volver al hotel, el libro de Rafa J.Vegas. Lee aquí 2 fragmentosMil maneras de volver al hotel (a la venta el 25 de mayo) es un anecdotario del recorrido de Rafa a lo largo de más de 30 años de vida dedicada a la música, la mayor parte con su bajo acompañando a Rosendo, pero también en otras bandas como Gran Jefe o Tranquilitos, por citar dos de ellas. Rafa J.Vegas es una persona transparente, inteligente y divertida, no imagino a nadie mejor que él para escribir un libro así… Bueno, quizás El Gran Wyoming podría, de momento le acompañará en la rueda de prensa de presentación el próximo 10 de junio en La Cantina del Matadero (Legazpi, Madrid), donde también estarán Rakel Winchester (prologuista de Mil Maneras... junto al citado Wyoming), y la editora Begoña Loza. Además, en la parte trasera del libro Kutxi Romero escribe estas líneas:
Fragmento 1[...]En persona a Rosendo me lo presentó Luis Soler en un concierto de PIL (Public Image Limited), el grupo de Johnny Rotten, el cantante de Sex Pistols, en la también difunta sala Astoria. El lunes 9 de marzo de 1987, a las 12 de la mañana, sonó el teléfono en casa de mis padres. Luis me dijo que por la tarde nos teníamos que ver, que Rosendo estaba buscando bajista. Fui corriendo a la tienda de discos MF (sí, antes había tiendas de discos en los barrios) de la calle José del Hierro. En esa tienda había una reja en el suelo y un tipo entregaba a través de ella los discos que le solicitaban los tres dependendientes que despachaban. Bromeábamos imaginando que aquel currante del sótano había nacido y vivido allí siempre, rodeado de discos. Aparentemente no había ninguna puerta de acceso al sótano. Me pillé los dos trabajos que Rosendo tenía entonces, sin contar los de Leño. Loco por incordiar y Fuera de lugar. Como no sabía en qué iba a consistir aquello, pensé que lo mejor era aprenderse todos los temas. Disponía de 4 horas. Me aprendí todas las canciones que pude y me escribí unos guiones. Aprenderte canciones de un vinilo significa levantar la aguja para oir un pasaje una y otra vez. Los discos se quedaban bastante tocados con aquella práctica. Acudí al a cita con Luis en RCA, donde trabajaba, y nos fuimos a Carabanchel. Habíamos quedado en el bar Isa y José, nos estaban esperando. Fuimos a su local de ensayo, en la Calle Salaberry. Me conecté a un ampli Hywatt, sonaba brutal. Para romper el hielo les dije a Miguel —el baterista de entonces— y a Rosendo: Tocamos Cara a cara. Se miraron y Rosendo respondió: “Cara a cara no me la sé, pero ¿te sabes Pan de Higo?” [...] Con veintiún años estaba tocando con uno de los principales rockeros de España y haciendo el tipo de música que me gustaba. Nunca juego a la loteria (excepto en Navidad y por compromiso generalmente), porque nunca toca dos veces y a mí ya me tocó con el hecho de poder dedicarme a lo que me molaba. Fragmento 2[...]Luego hicimos el bolo de Colima, que está a 740km de la Ciudad de México. Viajábamos además del grupo [Vantroi] —Gerardo, el Bola y yo—, Emily, una amiga venezolana, y Fernando que ponía el coche, conducía y hacía las labores de roadmanager. El coche era una versión de Opel Kadett que solo vi en México y que se estrechaba en la parte trasera, con lo que se quedaba en cuatro plazas. [...] Tardamos dos horas en atravesar Ciudad de México con sus atascos monumentales y, cien kilómetros después de salir de la ciudad, pinchamos una rueda. Una vez repuesta, cincuenta kilómetros después, pinchamos otra, esta vez sin rueda de repuesto. Gerardo y el Bola hicieron autostop cada uno con una rueda y se fueron en direcciones opuestas. Allí nos quedamos Fernando, Emily y yo en medio de la nada, con un culín de agua en una botella. Fuimos a refugiarnos al a sombra del único árbol que había por allí, a unos cien metros del coche que dejamos en el arcén, debidamente señalizado con mi chubasquero rojo atado en el guardarrail. El asunto pintaba mal porque en las carreteras de México no es nada recomendable parar ya que te puede pasar cualquier cosa. [...] Una eterna hora después fueron llegando con las ruedas reparadas y con cerveza fría que ni te cuento lo bien que nos sentó. Reanudamos la marcha en busca de otro taller para arreglar la tercera rueda. Visto lo visto no podíamos arriesgarnos a ir sin repuesto. Finalmente localizamos una llantera —así la llaman— y llorar es lo que a mí me pedía el cuerpo. hubo un cuarto pinchazo, esta vez en una gasolinera con taller. A cincuenta kilómetros de Colima pinchamos una quinta vez, pero como habíamos decidido continuar el viaje con el gato y la llave en nuestro regazo, cambiamos la rueda en un tiempo récord cual mecánicos de competición e invocando a la Virgen de Guadalupe para que no hubiera más. Llegamos a la una de la madrugada a Colima, trece horas después de salir del DF. Nadie de allí se creyó nuestra historia. “No mamen, güey, ¿y qué llevaban, cinco reposiciones?” Mil Maneras de Volver al Hotel está disponible por 15,50€ en librerialaesquinadelzorro.com. Enviado por agradecido el 14.05.18 10 últimas noticias publicadas
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