Mensajepor Diplodocus » Jue Abr 04, 2013 9:36 pm
Esta es mi crítica de Django para una movidita que tenía que escribir, por si a alguien le interesa.
[spoiler]Apóstol del pastiche.
Dijo Matisse que ?la importancia de un artista se mide por la cantidad de signos nuevos que haya introducido en el lenguaje plástico?. Siempre me he negado a asumir que la mezcolanza en pos de la parodia sea aquello que caracteriza al cine cómico de esta nuestra nueva era. No soporto las referencias explícitas, la música sacada de contexto de manera injustificada y las bromas que se sirven sin complejos de otros chistes mejores. Por ello, cuando superé el berrinche de tener que enfrentarme a tres horas de estridencia y vísceras gratuitas de mano del representante del patchwork audiovisual por antonomasia, enganché el bolígrafo cual machete y de di al play con una sed de sangre que pocos directores me han suscitado hasta el momento.
Sin embargo y para mi sorpresa, Django comenzó ya brillantemente detonada y sin quererlo me encontré sumergida en ella desde el primer momento. No concebía la idea de poder conversar con la película sin una cierta distancia y todos mis prejuicios se esfumaron tras el planteamiento de la primera escena. 1-0 para Quentin, pensé. Aún no sabía que el partido iba a acabar conmigo por los suelos (de la risa).
Creo que las mejores ideas en el campo del arte provienen siempre de las bromas privadas. Así ocurre en la literatura de Kafka y Henry Miller, por ejemplo. Pienso que como ellos, Tarantino se ha reído de lo lindo escribiendo esta película y planteando su idea con tantísima desfachatez. Y le ha salido bien la broma. Sinceramente, la comparto. Me hace gracia. Bastante gracia. Creo que la idea de un cowboy negro es sumamente elocuente y actual. Trasladar a Obama al origen mítico de América es un acierto total y una ocurrencia llena de contenido. Los negros son los nuevos blancos. Tiana y el sapo es la Cenicienta de esta generación. The Wire, el western del siglo XXI.
Como suele ser habitual en la filmografía del director el argumento aparece dominado por el leitmotiv de la venganza, pero encuentro Django sustancialmente más divertida que Kill Bill y la violencia mucho mejor tratada que en Inglorious Bastards. No me parece desacertada la recurrencia en el tema, pues está demostrado con creces que funciona y me parece muy inteligente hacer de ello la marca de la casa. La película se sostiene perfectamente y mantiene un ritmo constante y alegre durante las primeras dos horas de metraje. Eso sí, ¡cómo se echa de menos a Christoph Watz en la última hora de película! Prácticamente desconecté y dediqué el final a hacer un repaso mental de los mejores momentos del doctor Schultz. Además, Django tiene momentos impagables de gran poderío visual. La cena en casa del (gran) Leonardo DiCaprio me parece muy buena estructuralmente, con la dosis perfecta de tensión para resultar divertida y también muy estética. Incluso los interludios musicales tienen un pase gracias a las hermosísimas localizaciones. Eso sí, con el horripilante galimatías que tiene por banda sonora no tengo ningún tipo de condescendencia. He leído que Ennio Morricone le ha hecho cruz y raya al director después de la barbaridad que ha hecho con la música en Django. Lo que me extraña es que no hayan salido ya en las páginas de sucesos del New York Times.
Tarantino tiene un toque de caspa, de Mcdonalds, de parodia barata, que aporta a sus películas un matiz comercial y poligonero que, por qué no decirlo, no es demasiado desagradable. Estridente sí, pero de algún modo engancha. Como Gran Hermano. Y como Andy Warhol. Mi reino y mi caballo porque a estas alturas la pobre Broomhilda ya será portada de Interiviú o similares.
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