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25 de abril de 2024 | Publica tus noticias El Rock and Roll es la Única Fe Verdadera Arrodillaos Perros Infieles


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Relatos :: Kike Babas

Fenómenos y fans pdf

El tren que nos lleva desde la estación de Atocha (Madrid) a Kike Turrón y a mi, como enviados de la revista 40 Principales a cubrir el concierto de Pereza en Toledo para un artículo veraniego, no llega directamente a la estación por algún problema y un pequeño autobús nos acerca directamente desde otra estación próxima. Una vez en la ciudad, frente a unas cervezas, llamamos a Jorge Grau, road-manager de Pereza, que nos comunica que la banda está llegando en ese mismo momento al hotel y que nos vemos directamente allí. “¡Taaaaxi!”

Coincidimos con Leyva, vocalista y bajista, Rubén, guitarrista y vocalista, Pitu, guitarrista, y Rober, baterista, en la recepción del hotel. Tienen todos el aire cansado y famélico del que pasa mucho tiempo en carretera, pero su sonrisa de satisfacción alfombraría la recepción del hotel. Tras los besos de bienvenida nos hacemos con un cargamento de tercios de cerveza en el bar del hotel y nos vamos a la habitación. El reportaje no exige para su desarrollo grabadora, tan solo se trata de acompañar un rato a los chicos antes y después del bolo, husmear el ambiente, calibrar los ánimos. Simplemente estar con ellos, pasar la tarde y disfrutar del concierto.

Nada más sencillo, con Pereza hay trato. Nos conocemos desde que les entrevisté con el primer disco, “Pereza”, en una ronda de encuentros promocionales en las oficinas de BMG, cuando eran un trío de ojillos tiernos y ganas como el hambre. Aunque con esos encuentros rápidamente te pierdes la pista, recuerdo que venían de hacer versiones de Leño por el circuito de garitos del Foro y aún flipaban de que una multinacional les hubiese fichado para seguir haciendo rock´n´roll con material propio. Sacaron un segundo trabajo, “Algo para cantar”, del que apenas me enteré.

Ha sido recientemente cuando hemos establecido una relación profesional y cotidiana, que va dejando poso de amistad. Se debe principalmente a que trabajo en su oficina de contratación de “r´n´r escriba”, secretario, para entendernos, y diariamente reconozco la extraña facultad que posee Pereza, en este mundo de egos inflados, de saber ser agradecidos, humildemente agradecidos. Así da gusto. Quizás por eso su nuevo disco, “Animales”, me resulta tan cercano, porque lo he visto nacer desde bambalinas. También he visto muy de cerca el proceso cuantitativo que Pereza ha hecho en el panorama. Un refinadísimo equipo de personas se encarga de que todo ruede y ellos, invariablemente, han de mantenerse en su papel: riff y carretera, que es lo que toca. El encargo de la revista se presenta pues como un ejercicio de amistosa camaradería entre músicos y periodistas aunque, de alguna manera, sabemos que estamos haciendo trampas.

A las cinco de la tarde, desde la terraza de la habitación del hotel Dominico, un cuatro estrellas a las afueras de la ciudad, se domina un impresionante vista de la amurallada y vetusta Toledo. “Mi padre es de un pueblecito de aquí, conozco bien la zona, es una ciudad preciosa” afirma Leyva, mientras se abre un tercio. El grupo acaba de llegar de tocar en Murcia, ha cogido la habitación de hotel apenas para poderse dar una ducha y descansar poco menos de una siesta. Hoy Pereza no pernocta, al acabar el concierto la banda saldrá zumbada a Madrid donde apenas tendrá tiempo de coger una muda y salir corriendo a la estación de Atocha donde les esperará un tren directo a Málaga.

Hoy estrenan equipo de sonido, proyecciones, escenografía y luces. Día reseñable en su inagotable calendario, día de prueba y congenie con lo que llegará después. Las ventas de su tercer disco, “Animales”, y el éxito de su primer single, “Princesas”, les ha permitido subir otro escalón en el “star system” ibérico. No son vendedores millonarios, pero si lo suficientemente holgados para apuntalar nombre y carrera, además su discográfica tiene muy buenos contactos (¡joder es BMG!). Después de Toledo, una gira de casi cincuenta conciertos por todo la península les llevará extenuados hasta el otoño. “A ver que tal ahora, venimos de reventar de gente la gira de salas, es la primera vez que nos pasa ¡Tal cantidad de gente que viene por nuestras propias canciones!” cuenta Leyva sin ocultar el orgullo. No es de extrañar, muchos sudan y pocos llegan a poder disfrutar del hecho de tener su propio equipo de gira.

En la habitación del hotel, a la espera de ir a probar sonido, nos repartimos los dos reporteros y los cuatro miembros del grupo. Van cayendo cervezas y porros y comienza el baile de anécdotas. Leyva, descalzo y desnudo de cintura para arriba, viste unos vaporosos pantalones comprados el día anterior en el Zara de Murcia. “No veas la que se montó al ir a por estos pantalones de “capoiera” dice entre risas “me sentí ridículo, la dependienta me miraba como: que hace este chico comprando ropa de chica. Tenía todo sucio y necesitaba algo ligero”. La historieta acabó con el artista huyendo de la tienda tras ser reconocido por unas cuantas fans. Ante la anécdota de su amigo, Rubén, la otra media naranja jagger-richardsiana de la banda afirma “Yo visto rock´n´roll”, y se despanzurra en la cama con una sarcástica mueca para sentenciar “pantalones vaqueros, empitillados como poco”.

La persecución de la banda por parte de quinceañeras extasiadas es un detalle que no se puede pasar por alto cuando se charla con ellos, pasean por la misma cuerda que recorrieron Tequila en los setenta o Ronaldos en los ochenta, y parece que eso conlleva una estela de jadeos teenagers. Aunque con Pereza, sobre todo, se habla de música. Tienen todos los músculos preparados para ello. Resortes gatunos al asalto del escenario, jóvenes flacos relamidos de orgullo en la mirada, de glamoroso sudor bolo tras bolo. Nos comentan que estuvieron viendo en Murcia el musical de Queen “We will rock you” pero no les impresionó. “Es un espectáculo hecho para todos los públicos, poco rock’n’roll” opina Leyva. Pitu, el oxigenado rubiales guitarrista, prefiere las perversiones que se describen en las fiestas setenteras de la banda de Freddy Mercury en la revista Rolling Stone. En el mentado artículo se cuenta que en una de aquellas fiestas Freddy Mercury dispuso por la estancia varios enanos con bandejas atadas encima de sus cabezas llenas de rayas de cocaína. “Eso sí eran fiestas, habría que hacer alguna de esas...” Suspira Pitu y terminamos suspirando todos, acabando en una inmensa carcajada y encontrando de paso un chiste interno para el resto la tarde. A partir de ahora todo es “enanitos” esto, “enanitos” lo otro ¿alguien piensa en traer “enanitos”? También hablamos de aquella gira de los Rolling Stones en la que se hicieron acompañar del mismísimo Truman Capote (y por supuesto no salvamos ninguna distancia en la analogía con nosotros mismos) y del proyecto que tiene la cantante poetisa Ajo con el músico Mastretta y de lo escandalizados que quedaron al tocar en Vila Gracia de Arousa con los cubanos Orishas y comprobar que estos cantaban encima de bases pregabadas. Nos cuentan también que en una ocasión grabaron una versión de Mecano, “No me mires”, pero que Nacho Cano la echó atrás por que estaba destinada para un anuncio de cerveza. Otra rareza grabada es una versión de Jerry Raferti, que no la consintieron por haberle cambiado la letra.


Línea de arriba: Pitu, Rubén, Turrón y Rober; Aspirador: Babas; Enanito: Leyva

Antes de salir hacia el soundcheck la dirección del hotel les regala un litro de aceite de oliva virgen a cada uno y les pide una firma para el libro de visitantes ilustres. De paso la señorita de recepción les arranca un autógrafo para su sobrina: “es que le gustáis mucho”.

En las fiestas del barrio de Palomarejos (Toledo), al fondo de un paseo bordeado por barracas de feria y puestos de comida, se encuentra el escenario de Pereza flanqueado por dos inmensos telones ilustrados con motivos de su nuevo disco. “Me la pone dura todo esto, es nuestro sueño, para esto hemos luchado” dice Leyva al llegar, y se va a saludar personalmente a todo el equipo humano que le acompañará durante el resto del verano. Pronto son reconocidos por grupúsculos de jovencitas, comienza el asedio y la lluvia de firmas y flashes. Rubén lo encaja con deportividad pero afirma: “Estos no son nuestros verdaderos fans, sólo les sonamos de vernos por la tele, porque eres el famosillo, no por lo que hacemos”.

Durante la frugal cena en una rápida visita al hotel antes del concierto (unos sandwiches mixtos y unas raciones de jamón y queso) les hacemos el cuestionario tipo que propone la revista 40, preguntas banales que se responden con: “En carretera lo que siempre echamos a la maleta son calzoncillos, Converse All Star y vaqueros” o “en la furgoneta lo que escuchamos es Camarón, Beach Boys, T. Rex y Adam Green”. De nuestro cuño añadimos dos preguntas al cuestionario, una sobre los regalos que les han hecho las fans últimamente y otra sobre las visitas a camerinos de compañeros de profesión. Leyva: “En Gijón nos regalaron un muñeco, un león con gafas de sol que canta rock. Va en la furgo”. Rubén: “Alguien mandó 12 rosas rojas a casa de mi madre poniendo: “eres mi rincón favorito de Madrid”. Para los encuentros en camerinos Leyva declara: “Con El Bicho coincidimos y nos fuimos a cenar juntos. Muy buen rollo. También con Fito y con Loquillo, aunque la visita que más vida nos ha dado fue la de Guille Martín que está como una rosa, hecho un toro” (Guillermo Martín es el guitarrista de Trogloditas que recientemente se recuperaba de un cáncer. N. de A.). Después Leyva incide en el tema de la fama: “Los picoletos nos pararon en Sevilla a mi y a mi novia (Alba Molina de Las Niñas) y, en vez de multarnos, nos pidieron un autógrafo y nos dejaron ir. Fue la primera vez que noté lo de la fama”. Otro tema de conversación es la “ley de prevenciones laborales”, que dice que los músicos no podrán salir bebidos a un concierto. Leyva no da crédito: “Yo me he criado en los parques, y ahora está prohibido todo”. Todos nos mostramos de acuerdo.

En camerinos, antes de salir a escena, Leyva y Ruben calientan, acústica en mano, con una versión de Albert Pla, “En el bar de la esquina”. Tras el concierto, donde los chicos toman buena nota para ir mejorando en sucesivas entregas, se encuentran de nuevo hacinados en camerinos, en cuyas puertas docenas de chicas hacen cola para llevarse un beso o una firma. Son mujeres muy jóvenes y algunas son realmente lindas. El griterío se cuela por las ventanas, sus manos nerviosas, ansiosillas de sobeteo, también. Entra en la estancia Pablo Conejo, padre de Leyva, que orgulloso husmea en el mundo de su hijo y le abraza con sincera emoción; de paso cuela a tres chavalucas en la estancia, quedando como dios con las gachís.

Tras unos cubatas a toda ostia, una salida veloz hacia los coches con los músicos escoltados por sus managers. Leyva se escabulle agazapado en nuestro coche, el resto del grupo se bandea con las frenéticas admiradoras que les siguen camino de la furgo, que anhelan quién sabe qué: un trozo de uña, un jirón de pelo. Se entrelazan gritos enardecidos y gorgoritos histéricos, silban sus nombres: “Pituuuu”, “aaaaaah”, “Rubeeeeeen”, “aaaaah”, “Leyva, ¿dónde está Leyvaaaaaaa?”, “aaaaaaaaah”, “aaaaaaaaaaah”. Me pregunto si se atreverían las niñas a llevar adelante todo el lúbrico deseo que transmite su griterío. Seguramente sí, ellas serían las leonas y esto se convertiría en un circo romano con los colegas despedazados por remolinos de crías gritonas. De esta se salvaron. En el eco toledano queda el nombre de Pereza.

Kike Babas.
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