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Los Piojos. Más roll y menos Rock

Los Piojos

Son una de las grandes bandas en Argentina, una de esas pocas que llena estadios de cincuenta o setenta mil almas en cada concierto, una banda con fans incondicionales que jalean sus actuaciones con cientos de pancartas y cánticos futboleros. Practican un enérgico coctel que centrifuga dinámicamente un rítmico funk cocinado con mucho rock lúbrico, gotas de colorido ska y generosas dosis de pop, ora aguerrido ora aterciopelado.

No es ésta su primera visita a la península, pero sí la primera vez que articulan una gira con su nombre en grande en el cartel. Además traen bajo el brazo un digi pack titulado con su nombre que nos ofrece quince rolas y un DVD con uno de esos multitudinarios bolos en su país.

El grupo, que lleva veinte años en activo, reconoce que en sus inicios, cuando eran adolescentes, escuchaban a los Stones, también a Lou Reed o a Zeppelin, y bandas de allí como Sumo, Moris o los Redondos. Hemos recorrido toda su discografía para ver cómo han ido ganando ese hueco en el paraíso del rock argentino, para ello nos hemos encontrado vía correo electrónico con Andrés Ciro Martínez, su frontman, para conocer un poco más de sus intenciones musicales y de su larga carrera, de sus encuentros con Manu Chao o Maradona, entre otras cosas.

¿Qué os hizo montar la banda, qué te provocaba?

El deseo de ser alguien. A los quince vi en un video-bar a los Stones y les dije a mis amigos, no los de la banda, sino los de la infancia: “qué bueno estar ahí”. Me contestaron, “sí, debe estar buenísimo, los Stones son lo mejor”. Pero yo me refería a estar sobre el escenario cantando, no a ser parte del público. La banda comenzó en el 87 y después de varios cambios, yo entré el 1 de enero del 89. Tenían un cantante que no les gustaba y me habían invitado a un par de shows a tocar la armónica. En un ensayo me puse a cantar y al poco tiempo uno de los guitarristas se me acercó y me dijo: ¿Por qué no hablas con él (por el cantante) para que se vaya? Ja, ja, por suerte le dije que deberían encarar ellos el asunto.

¿Cómo ves la película de los primeros años?

Fuimos creciendo con el boca a boca. Show tras show. Tremendas borracheras. Arriba y abajo del escenario. Batallas campales. Entraba la policía. El camarín era el baño público. Una vez la puerta de la letrina estaba rota y yo ahí agachado, cuando se acercó uno de los primeros fans: “grande, Ciro. !Aguante!” Jajaja y yo cagando. Me dio ánimos. La flojera de vientre antes de salir a tocar era un clásico al principio. Encerrado en el baño me preguntaba, ¿para qué me dediqué a esto? ¿Por qué no soy un oficinista que viene relajado con su novia a ver el show?. Pero no era lo que quería ser. Yo quería que me vieran y decir cosas. La banda tenía mucho sexo también. Mucho cuero y transpiración, con la gente a un brazo de distancia, tocando muy fuerte. Ahora estamos un poco más distantes en el espacio, pero siempre busco acercarme. Miro las caras, las miradas.

He visto que Manu Chao ha salido con vosotros en directo, ¿cómo le conocísteis? ¿Cómo es la relación con él?

De Manu me sorprendió que pueda dormir en cualquier lado, ja, ja. En nuestra quinta donde ensayamos hay un banco de madera angosto y duro donde ya se echó dos siestas, además se ve que tiene un buen estómago porque come lo que sea en cualquier lado, se ve que tiene una gran salud.

Lo que hace como artista me parece maravilloso. Particularmente su carrera solista, y el último con la Mano es lo que más me gusta, como también la potencia de sus vivos, aunque me molesta un poco que cambie tanto las melodías. Uno a veces quiere cantarlas y él las modifica demasiado y no se puede cantar.

Lo conocimos porque nuestro mánager ayudó a otro a realizar una presentación suya. Allí Manu trabó relación con Pocho y éste lo invitó a comer a la quinta. Desde entonces nos vimos varias veces. Incluso cuando cantó invitado en el Luna con nosotros fue memorable.

El primer disco llegó en el 1992. “Chac tu chac”. ¿Qué nos contáis de aquellos tiempos y de este disco?

El debut. Lo pagamos nosotros. El sello era nacional y nunca invirtió un centavo en difusión. Nos manejábamos a nuestro antojo. Íbamos al interior y de la compañía nadie se había enterado. Habíamos pasado por el cambio de gobierno en el 89 con la hiperinflación, de Alfonsín a Menem. La segunda fecha la hicimos con el toque de queda.

Los Piojos

El segundo trabajo es del 94, “Ayayay”, y está dedicado a Diego Armando Maradona.

El segundo crecemos en sonido. Primera experiencia con productor, Alfredo Toth, ex GIT. Aparece el tema “Ayayay” en la radio. Me acuerdo porque yo trabajaba de fumigador y repartidor con el bajista y estaba en un sótano fumigando cuando escuché de arriba que una radio, la rock and pop, muy conocida, nos estaba pasando.

Vayamos con el tercer disco 1996. “Tercer Arco”. Un breve comentario.

Cambiamos de sello. Este disco explota. Suena en todas las radios y todos los ambientes imaginables. Todo el tiempo. Comenzamos a vivir de la música. Vende muchísimo (seguro que más de lo que nos dijeron). También con la producción de Toth. Contiene varios grandes hits a nivel nacional. Viajamos a U.S.A. Uruguay y Chile. También nos genera el temor de que nuestros fans nos den la espalda, por la sobreexposición, a pesar de que no vamos nunca a la televisión ni tocamos más que antes. Nos ofrecen 60.000 dólares para hacer el playback de dos temas en un cierre de un programa veraniego. Nos negamos. 75.000. Volvemos a decir que no.

Cuarto disco en 1998. “Azul”.

El cuarto, “Azul”, fue un poco más tranquilo que el anterior, un poco querer escapar de la masividad con que nos habíamos encontrado. Sus temas de todas formas pegan mucho en vivo. Toth nuevamente en producción. Viajamos a México. No hay buena difusión. Habíamos firmado con Universal para ese país por ese disco. Decepcionante su trabajo. Alucinamos con las bellezas de México. Las pirámides. Su gente. Y me gustó más que USA. Las pirámides duraron mucho más que las torres gemelas, las que visité en esa oportunidad.

Quinto disco, el directo 1999 “Ritual”. Sale Maradona al show y os regala sus botas de jugar ¿momentazo?

Le conocí en la discoteca y me agradeció el tema que le había hecho. Me preguntó qué quería. Yo estaba obnubilado. Un amigo le pidió que viniera al próximo show. Dijo que sí, pero nunca estuve muy seguro de que viniera. Finalmente apareció en pleno show en el momento que íbamos a tocar su tema. Lo hicimos. Se emocionó. Salió a saludar. La gente no lo podía creer. Habría unas cinco mil personas. La ovación fue eterna. Diego estaba bastante oculto en ese tiempo. No podía jugar por antidoping positivo. Al día siguiente me invitó a su palco en la cancha de Boca, y esa noche volvió al show, que volvíamos a tocar. Fue entonces que llamó a su manager y le pidió los últimos botines que había usado con Boca, que fueron finalmente los últimos que usó en un partido oficial, y me los regaló, “todos necesitamos cariño” dijo. Y el lugar explotó en gritos, aplausos y cánticos. Algo de eso está en el disco, pero hubo que recortarlo.

¿Cómo es ese mundo tan acelerado que dicen que le rodea?

No creo que sea nada fácil estar en su pellejo. Después de ese show jugamos golf e incluso vino a nuestra quinta. Jugamos un futbol tenis, cantamos, tocamos. Eran las cuatro de la mañana y seguía pegándole a unas timbaleras, nunca ví a alguien con semejante intensidad. Y acababa de llegar esa mañana de Cuba y de que jugáramos 18 hoyos al golf… increíble.

“Verde paisaje del infierno” es el sexto disco, con este llenáis siete veces el Estadio Obras, de nuevo tocáis para Maradona, esta vez en una fiesta exclusiva… ¿anécdotas?

“Verde” tuvo el dolor de ser el primer disco sin el baterista original. Cambiamos también el estudio de grabación, el ingeniero, el estudio de mezcla. Fuimos a Los Ángeles, Ricardo Mollo hizo la producción de guitarras y yo la producción artística. Quizá el sonido más distinto está aquí. Viajamos a U.S.A. nuevamente. Lo del Hilton fue con motivo del homenaje a Diego. Toqué con la guitarra solo en medio de la bombonera (cancha de Boca Juniors) su tema, luego de hacer el himno con la armónica. Fue muy emocionante.

Séptimo disco, 2002. Otro directo. “Huracanes en luna plateada”. Lo mismo, decidme el momento de la banda… lleváis ya 14 años tocando juntos… que no es poco.

Queríamos sacar un álbum de fotos y esa fue un poco la intención. Tirada limitada, nuevo baterista, fotos de toda la historia de la banda. Grabaciones en varios estadios, básicamente Huracán, Luna Park, y algún estadio de La Plata que no recuerdo, de ahí el nombre. Huracanes es un segundo disco en vivo doble. Hay temas con Pappo, fallecido monstruo del blues y rock de aquí. León Gieco, los dos hermanos Mollo.

Con el octavo disco del 2003, “Máquina de sangre”, tocáis en el River Plate, 70.000 almas… se dice pronto.

Jajaja. Tremendo. Me fui un día a ver el estadio desde adentro porque no podía terminar de imaginarlo y ya tenía algo así como pesadillas. Es inquietante por el tamaño, y toda esa gente lo hace muy especial. Es el lugar más grande para tocar de la Argentina con esas características, pero personalmente no es el sitio que más me gusta. Es demasiado abierto y la otra tribuna está demasiado lejos. Prefiero el de Boca, toda la vida, además de ser hincha, pero es mas acogedor y cerrado. De ahí el apodo de la Bombonera. Se ve de todos lados y se escucha mejor. Allí con este disco hicimos dos shows. Es en la presentación de este disco que llenamos con 73.000 personas el estadio de River Plate. Un disco ecléctico. Hay mayor variedad en la autoría de temas. Varios viajes a España, Mexico, U.S.A.

Desde este 2003 hasta el 2005 visitáis España al menos una vez al año… ¿Cómo se llevan estas giras transoceánicas?

Muy bien. Me encanta España, su onda, sus comidas y sus ciudades. Además no hay que esforzarse por el idioma. Nos gustaría llegar más a los españoles, en nuestros conciertos hasta la fecha ha habido abrumadora mayoría de argentinos. Y es una gran alegría recibir su calor, pero no termina de aparecer la prueba de enfrentar un público desconocido. En el Viña Rock nos ha ido este año muy bien. Terminamos tocando para cinco veces más gente que al comenzar. Allí habría veinte argentinos como mucho.

El último ha sido el noveno disco, 2007, “Civilización”.

Es un gran disco creo yo. No lo digo con soberbia. Hay discos nuestros que me gustan menos. Y temas que menos que menos. Cosas que volvería a grabar. Pero este trabajo me parece fresco y medido a la vez. Potente y prolijo. Sucio pero claro. Me gustan los temas. Lo hicimos después de un largo párate que nos permitió tomar distancia y resignificar lo que es la banda para cada uno. Yo me saqué una gran mochila. De pronto me di cuenta que había pasado 17 años pensando sobre una cuestión cotidianamente. Haciéndome cargo de muchas cosas. De golpe tenía 20 años de nuevo. Con esa energía renovada hicimos este disco. Es bueno a veces tomar distancia. Desde lejos, en algunos casos, se ve mejor.

Cuando uno viene de llenar estadios en su país ¿Cómo se plantea estos conciertos en salas de mediano aforo?

La verdad es que nos gusta tocar para poca gente. En estos días lo haremos por aquí en secreto para foguear al nuevo guitarrista. Es una experiencia distinta y mucho más íntima que una cancha de fútbol. Y no es menor el desafío. Una vez me invitaron a cantar para otra banda, antes de los Piojos, en una fiesta. La cantante oficial no podía ir y yo la reemplacé. Eran ocho sentados en un sillón. Esa era la fiesta. Igual nos divertimos, pero eso es más difícil que 80.000 que ya te conocen.



Entrevista: Kike Turrón y Kike Babas
Fecha de publicación: 30 de septiembre de 2008
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