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Una reflexión festivalera. Del Viña Rock al Mad Cool y al Sziget Fest

Por Kike Babas & Kike Turrón

Se acabó la temporada de festivales estivales que arrancó, un año más, con el horizonte lleno de nubarrones que anunciaban el inevitable pinchazo de la “burbuja festivalera” y que finalmente no se ha producido. Nuestros especiales colaboradores, Kike Babas & Kike Turrón, asistieron a tres destacados festivales (cada uno en su campo) y nos traen este reportaje de observaciones personales y crónica musical.

Reflexión Festivales - Los Kikes
Viña Rock 2023

La coartada de esta temporada ha sido la guerra en Ucrania, nueva culpable de la crisis permanente en la que vivimos (antes lo fue la Pandemia y antes la Burbuja Inmobiliaria), una disculpa que en verdad solo evidencia con mayor rigor los males endémicos del neoliberalismo global que nos asola: escasez de recursos, privatización de servicios esenciales, sobrecalentamiento climático, creciente desigualdad social y una galopante inflación que siempre pagan los mismos. Así, la ingente cantidad de festivales se antojaba excesiva para un público que teóricamente no podría permitirse tanta oferta. Y, sin embargo, la burbuja no estalló, la gente acudió en masa a sus citas anuales y se gastó los cuartos hasta tocar el fondo del dobladillo de los bolsillos (o de las pulseras cashless), dejando la cacareada tormenta para los augurios de la próxima temporada.

Viña Rock, (60.000 personas al día), Mad Cool, (65.000), el húngaro Szitget Festival (85.000)

Con los respectivos cosos logrando, o casi, el sold-out, nos paseamos por los tres festivales más importantes de las respectivas escenas musicales a las que representan. El castellano manchego Viña Rock, (60.000 personas al día), el más consolidado de la escena estatal contestataria y reivindicativa; el madrileño Mad Cool, (65.000 diarios), como muestra definitiva de que el país está preparado y maduro para atraer a estrellas internacionales de primer orden; y el húngaro Szitget Festival (85.000 diarios), que es el que tiene más convocatoria de toda Europa con una propuesta de headliners top de la escena contemporánea.

VIÑA ROCK. MUCHA POLICÍA, MUCHA DIVERSIÓN

El veterano Viña Rock, con 24 ediciones a su espalda, podría catalogarse como el más consolidado del “modelo aeropuerto”, esto es, que para acceder al recinto se pueden llegar a pasar más controles que en Barajas. Bien sea porque los grupos son en muchos casos reivindicativos, bien porque se celebra en una pequeña localidad y existe una mentalidad de desconfianza ante la alegre juventud asistente, o quizás porque aún subyace en buena parte de la mentalidad española que la música popular es “algo peligroso”, el caso es que llegar al Viña se puede tornar en una odisea de controles y registros. Las entradas al pueblo están tomadas por patrullas de la Guardia Civil en permanente alerta, que van parando aleatoria e insistentemente a los vehículos que se acercan, a los cuales someten a minuciosos revisados de tapicerías y maleteros en busca, se entiende, de sustancias prohibidas con las que poder multar a los ocupantes. No hay runner de grupo que no tenga varias anécdotas al respecto, tanto en el Viña como en otros con carteles similares. Ir andando hasta el recinto tampoco asegura que no te paren y te revisen a conciencia el macuto en busca de algunas dosis de paraísos artificiales que permitan a la autoridad engrosar sus cuentas gracias a las multas. “Para garantizar el orden público y la seguridad ciudadana en Villarrobledo se va a poder observar uno de los mayores despliegues de la Guardia Civil en festivales de música de toda España”, presumía ante los medios el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha. Con todo, una vez dentro, siempre se puede encontrar quien, aparte de con las legales bebidas alcohólicas, cuyas principales marcas patrocinan parte del festival, se da un homenaje de química extra en forma de humos o polvos, para sobrellevar la ingente oferta musical.

Modelo aeropuerto, esto es, que para acceder al recinto se pueden llegar a pasar más controles que en Barajas

Centrados en el cartel de esta edición, asistimos al día inaugural y al siguiente, donde destacaron actuaciones como la de La Cabra Mecánica, o sea, el Lichis rescatando el mítico nombre y secundado por unos solventes músicos para revisar el cancionero que le llevó a la fama hace un par de décadas, una puntual gira con la que anuncia que entierra definitivamente a La Cabra, por lo que fue un momento único para disfrutar, tal vez por última vez, de “La lista de la compra”, “Felicidad”, “La fábula del hombre lobo y la mujer pantera”, etc. a las que se sumaron algunos temas de su carrera en solitario, que habitualmente presenta en acústico, y que se engrandecieron por estar defendidas por una banda completa, haciendo una delicia de, por ejemplo, “El hombre de los tics raros”. Otros que sobresalieron fue Boikot, probablemente la banda que más veces ha tocado en el Viña, y que ya es sinónimo de juerga reivindicativa y fiesta colectiva. Con sus fuegos, confetis y escénicas estructuras de led por la parte visual, y la txalaparta, la trikitixa y la trompeta por la musical, hace ya mucho que los madrileños trascendieron el punk rock de barrio para abrirse a otras sonoridades con un resultado más que colorido y vistoso, lo cual les permite hacer un repertorio similar año tras año, pero que igual no ven necesario renovar teniendo una acogida tan brutal y festejada. Sigue impresionando la catarsis multitudinaria que se crea cuando entonan “Bajo el suelo”, “Inés” o “Cualquier día” (el autor original, Josu Piperrak, también la recreó en otro escenario). Otro de los más destacados del Viña fueron los valencianos Zoo, que llevan ya dos años presentando su último trabajo Llepolies, que desgranaron junto a temas de sus dos discos en estudio anteriores y que volvieron a demostrar que son una engrasada batidora de rap, rock, breakbeat y ska que puso al respetable en sucesivos y memorables momentos álgidos con termas incuestionables como “Estiu”, “Esbazers”, “Vulls” e “Impresentables”.

Reflexión Festivales - Los Kikes
Boikot. Foto cortesía del Viña Rock

MAD COOL. SI HACES POP, YA NO HAY STOP

La apetitosa convocatoria, reina de la capital, que es el Mad Cool se postula como una de las más envidiables dentro de la categoría “festival-centro-comercial”, ya que asistir a dicho evento no solo te pone al día sobre las propuestas más interesantes del mercado rock occidental, si no que te permite saber qué marcas comerciales se acercan con mayor soltura a este nicho de negocio, para contarnos de sí mismas que “somos música” y lo suyo son las “green vibes”, junto a otros ingeniosos slogans. Por otra parte, es cierto que a la salida del festival el despliegue policial era inmenso, pero se trataba de algo más bien presencial e intimidatorio, porque realmente las fuerzas del orden no se habían dedicado a hostigar de manera inmisericorde y atosigante al personal asistente a lo largo de cada jornada (con todo, se anunció un detenido por delito contra la salud pública y medio centenar de multas).

Si como televidentes nos hemos acostumbrado a que cualquier intervención pública del mundo del deporte vaya indefectiblemente ligada a diferentes marcas, siendo los profesionales deportistas personas asociadas a logos, parece que los enormes recintos que ofrecen música popular para masas son lugares ideales para hacer branding: en la escena festivalera la norma tira por ahí. De hecho, uno de los más señeros, el Bilbao BBK Live, tiene ese nombre por estar patrocinado por la caja de ahorros vizcaína Bilbao Bizkaia Kutxa. En el caso del madrileño Mad Cool el posicionamiento de las marcas se hace notar en absolutamente todo el recinto. De hecho, el festival está ubicado en el distrito de Villaverde en el nuevo e inmenso recinto de la hidroeléctrica, Iberdrola Music y la compañía cervecera Mahou San Miguel posee el 51% de la sociedad que explota dicho recinto, Mad Cool Events. Una vez allí, se hacen muy visibles todos los espacios o las acciones gestionadas por las marcas para hacerse notar: la Silent Disco de la marca de ropa Tezenis; los pases VIP de la operadora Orange; el stand de exposición de vehículos de SEAT; el Espacio Chill Santander y los lanyards sujeta vasos del mismo banco repartidos a todos los asistentes, etc., etc., etc.

Mad Cool, uno de las más envidiables dentro de la categoría festival-centro-comercial

Fijándonos exclusivamente en la propuesta musical de esta edición, rescatamos unas breves impresiones de algunos de los conciertos más destacados de las dos últimas jornadas. Empezando por Queens of Stone Age; los de Josh Homme ofrecieron un concierto, penúltimo de su gira, poderoso, abrasivo e intenso. Josh viene de pasar una temporada superando un cáncer, la adicción al alcohol y una separación amorosa, así que se entregó con denuedo y cariño: "Estoy mucho feliz, qué fucking rico" exclamó en un momento y ya hacia el final sentenció: “Sois el público más acojonante que hemos encontrado en toda esta gira, os amo, os amo". Presentaron algunos temas de su reciente In Times New Roman... y repasaron su discografía, llevándose las mayores ovaciones con clásicos huracanados como “No one knows”, con la que abrieron, y “Go with the flow”, y “Song for the Dead”, con las que cerraron, canciones de la obra cumbre del Stoner Rock, Songs for the Deaf, de hace un par de décadas. Esa jornada también brillaron con luz propia los islandeses Kaleo, y su intenso blues rock de raíces y The Black Keys, la banda de Ohio de Dan Auerbach (voz y guitarra) y Patrick Carney (batería) que se lo burlaron a base de ese brebaje de rock primitivo, monolítico, garajero y terriblemente pegadizo. Al día siguiente todas las atenciones se fueron a Red Hot Chilli Peppers, que vaciaron el resto del recinto cuando llegó su hora, pero que, sin embargo, estuvieron lejos de ofrecer su mejor concierto; quizás fue la apatía rutinaria del cantante Anthony Kiedis, ya que Flea, Frusciante y Chad estuvieron entregados y con cierta tendencia a la jam; o tal vez fue que tocaron hasta media docena de temas de sus últimos discos (ambos del año pasado) Unlimited Love y Return of the Dream Canteen y por ello no consiguieron conectar con el respetable, la cosa es que se quedaron varios enteros por debajo de sí mismos, de aquella pasional fogosidad de funk-rock irrebatible. Con todo, se llevaron aclamaciones multitudinarias cuando atacaron “Californication”, “By the way” o “Give it away”…

Reflexión Festivales - Los Kikes
Red Hot Chili Pepeers. Foto cortesía del Mad Cool

SZIGET FESTIVAL. BAD GUYS GO TO HEAVEN

Y, mientras por estos lares Eva Amaral salía en todos los medios de comunicación por haber enseñado los pechos en clave reivindicativa en una canción durante su actuación en el festival Sonorama (que razón tiene la Rigoberta Bandini cuando canta eso de “No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”), volábamos a Budapest al Sziget Festival, el más grande de Europa, en el cual no vamos a entrar demasiado por tratar una oferta musical (que es inmensa y tiene de todo, pero que en esta edición se centró en el pop electrónico de las cabezas de cartel tipo Billie Eilish, Lorde, Arlo Parks…) algo alejada de la línea editorial de este medio. Contar que había una inevitable presencia de marcas, aunque no tan invasiva con el Mad Cool, y que la gente, por sus pintas/aspecto/outfit, sus borracheras/humaredas y sus bailes, pues bien se podría haber intercambiado con cualquier persona del Viña o el Mad Cool, que la globalización a todos nos ha ido igualando.

Sziget Festival, el más grande de Europa

Sin embargo, vamos a comentar algunos detalles que nos resultaron poderosamente llamativos en contraste con lo que aquí ocurre: el primero, que tan solo pudimos ver dos furgones pequeños de policía en todo el trayecto de camino al festival, y que más parecían estar para dirigir el tráfico que otra cosa; el segundo, que se podía acampar en cualquier parte del recinto (salvo delante del escenario); el tercero, que dentro vendían latas (de 500 ml) de cerveza (que acá se consideran objetos peligrosos… Aunque, si se recuerda la lluvia de cosas que le lanzaron hace unos años a Ramoncín en el Viña, no quiero ni pensar que hubiera pasado si hubiese habido “yonki-latas” a mano); cuarto, que los baños eran amplios, estaban dispersos por todo el recinto y, era tal su cantidad, que no había colas en ninguno. En fin, que cada cual saque sus conclusiones al respecto, pero las nuestras fueron claras: pese al enorme número de festivales que celebramos en este país, aun nos falta un hervor para entender dichas citas como sanos lugares de cultura y ocio.

De despedida dos recomendaciones de lo visto en tierras húngaras: los australianos Amyl and The Sniffers, con su punk de vieja escuela, la del British Punk o el Rock Radikal Vasko, comandados por una muchacha que provoca y escupe, que se revuelca por el suelo y gesticula obscenidades; y los veteranos franco-belga-balcánicos The Orchestre International du Vetex, con sus secuelas de Mano Negra y esa conocida y vigorosa mezcla de punk-rock con polcas y tarantelas.

Se podía acampar en cualquier parte del recinto (salvo delante del escenario)

Lo dicho, se acabó la temporada. De esta no explotó la burbuja. Quedan los efectos de la resaca por los excesos: por ejemplo, al festival Brava Madrid se le ha abierto expediente por cobrar a los asistentes el uso del servicio gratuito del transporte público para el regreso; al Medusa se le ha denunciado por cobrar gastos de gestión al devolver el dinero sobrante de las pulseras recargables cashless (con las que adquirir la comida y la bebida); el Mad Cool ha sido denunciado por el exceso de ruido y por el mismo tema de la devolución del sobrante en las cashless… Por lo que se ve, queda camino que andar.

Reflexión Festivales - Los Kikes
Amyl and The Sniffers. Cortesía Sziget Fest
Reflexión Festivales - Los Kikes
Red Hot Chili Peppers. Cortesía Mad Cool
Reflexión Festivales - Los Kikes
Queens. Andrés Iglesias. Cortesía Mad Cool
Reflexión Festivales - Los Kikes
Boikot. Cortesía Viña Rock

Por Kike Babas & Kike Turrón

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