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Prólogo de la biografía de Manu Chao, por Fernando León de Aranoa

Manu Chao Ilegal. Persiguiendo al Clandestino. Así se titula la nueva obra de Kike Turrón y Kike Babas en la que revisan la obra de Manu Chao con tenacidad, pero con el guiño fresco y cómplice que les brinda a los autores lo vivido junto a Manu, abarcando desde el Clandestino hasta la actualidad. El libro, que se puede reservar ya en baobilbao.com, cuenta con prólogos de Fermín Muguruza, Amparanoia y Fernando León de Aranoa, este último es el que podéis leer aquí en adelanto, el libro sale a la venta el 5 de septiembre.

Una rumbita susurrada

Una conversación con Fernando León de Aranoa alrededor de su relación a través de los años con Manu Chao

Vi a la Mano Negra en Madrid. Yo era estudiante entonces, y aquel fue uno de esos conciertos que no se olvidan. Su sonido y sus maneras eran nuevos: la mezcla de idiomas, de estilos, la energía sobre el escenario... Otros lo han hecho después, pero se lo inventaron ellos. No recuerdo un concierto, recuerdo una fiesta. Manu saltaba sobre el público y más de cien manos lo recibían y lo devolvían dulcemente al escenario mientras él seguía cantando, casi en trance. Los espectadores trepaban a él también, y bailaban, saltaban, cantaban. Había un tránsito constante, no había barreras ni distancia entre la banda y su público. Era, ya digo, una fiesta. Lo retransmitían por Radio 3, y pedí en mi casa que lo grabaran. Esa casete me acompañó muchos años, en coches, viajes, rodajes. Por ahí debe andar. Un locutor muy serio hacía sesudos análisis entre canción y canción sobre su propuesta musical, sobre McLuhan y la Aldea Global, que contrastaban de manera cómica con la energía desbordada de lo que yo había vivido allí.

Les volví a ver años más tarde, en un parque de la periferia de Madrid. El nombre de la banda había cambiado, pero la energía sobre el escenario seguía siendo la misma. Me acordé de ellos años después, mientras terminaba Barrio, mi segunda película. Buscaba el sonido que habría de acompañar a sus tres protagonistas por su metraje, y un querido, Javier Liñán, se ofreció a presentármelo. Manu estaba en Madrid, colaboraba en la grabación del primer disco de Amparo Sánchez, El poder de Machín. Le conocí en el estudio donde trabajaban. Le hablé de mi película, quise que hiciera algo original para ella, pero Manu dedicaba toda su energía en aquellos días al que sería su primer disco en solitario, Clandestino. Y celebro que fuera así.

Fue también Javier, productor de ese disco, el que me pasó sus primeras maquetas. Tuve el privilegio de escucharlo a medio cocinar, con versiones provisionales de las canciones. Ya desde Mano Negra me cautivaban esos medios tiempos, sus baladas delicadas. Clandestino tiene mucho de eso, y algunas de sus canciones llegarían años más tarde a otra de mis películas, Princesas.

Fernando León de Aranoa y Manu Chao

Fue un tiempo en el que nos encontrábamos a menudo. Encuentros de noche, en bares, rodeados de gente y amigos comunes, que a menudo terminaban con la persiana del local bajada, convertidos en conciertos improvisados, en pequeñas fiestas.

En 2001 rodé el documental Caminantes. Contaba la marcha que los zapatistas hicieron desde sus comunidades en Chiapas hasta México D.F., donde intervinieron en el Congreso de la Unión, reclamando el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. En esos días Manu terminaba un nuevo disco, Próxima estación… Esperanza, así que una noche, en algún bar de Lavapiés, decidimos sumar fuerzas. En la misma rueda de prensa en la que él anunciaba una nueva gira de presentación de su disco, proyectamos Caminantes ante los medios. En unas cuantas horas organizamos también una mesa en Madrid, de nuevo alrededor de Caminantes, a la que se sumaron José Saramago y Javier Corcuera. El Círculo de Bellas Artes nos cedió una sala de su edificio, que en cuestión de minutos se quedó pequeña.

Fue en el estreno de Los lunes al sol en Barcelona cuando le hablé por primera vez de mi deseo de contar con su música en Princesas, la que sería mi siguiente película. Esta vez te aviso con tiempo, le dije. No quería que me volviera a pasar lo que me había pasado con Barrio.

Y esta vez funcionó. Si esa película escuchara música, solía decirle, si pudiera ponerse unos auriculares y escuchar música, sería la tuya. Sentía que ninguna otra podía acompañar mejor la mezcla de idiomas, de razas en la pantalla, la mezcla de humor y de drama, también su pulso libre, callejero.

Por suerte él sintió lo mismo.

Un par de años después le mostré un borrador del montaje de la película en el pequeño estudio de Lavapiés en el que yo trabajaba. La vimos juntos, en una televisión, después conversamos. Y a partir de ahí, con la huella reciente que la película había dejado en su ánimo, dio comienzo a su proceso. Me pidió unas hojas y, tirado en la cama, se puso a anotar frases, versos, ideas… Cerca, en un ordenador, yo trabajaba en un primer tráiler de la película. A las cuatro de la mañana le vi sacar de su mochila un micrófono, conectarlo a su ordenador, y grabar un primer boceto de la canción. Un boceto susurrado, para no molestar a los vecinos.

Unas horas más tarde amanecía y Me llaman calle, la canción que escribió para la película, existía ya, y era rumba. Una rumbita sentimental y melancólica, cargada de sensibilidad hacia las mujeres de las que hablaba. Me costaba creer que en solo unas horas, con unos cuantos papeles, un bolígrafo y su ordenador, tuviera ya una canción: esa canción. ¡A mi me lleva años hacer una película! Los músicos crean al sprint; nosotros somos corredores de fondo: enfrentamos procesos mucho más largos en los que tienes que sostener el impulso, la creatividad durante meses, reinventarte una y otra vez la pasión por lo que estás contando.

Manu me pidió después que le diera una lista de nombres: los nombres de las chicas, mujeres prostitutas, con las que había conversado durante el proceso de documentación de la película. Había llegado hasta ellas a través de Hetaira, una asociación que trabajaba muy cerca de esas mujeres, dándoles apoyo, escuchándolas. Fueron meses compartiendo con ellas los espacios donde se ocupaban, oyéndoles hablar de sus problemas, de sus anhelos, de los hijos que habían dejado atrás, en sus países de origen. Conversaciones que alimentaron la escritura del guión, que hicieron a los personajes más sólidos, más reales, más hermosos. Los nombres de esas mujeres están hoy en los agradecimientos de la película y coronan la canción de Manu: yo las he visto corearlos en sus fiestas, orgullosas de ser parte de ella, de que alguien las haya mencionado con belleza y con respeto. Esa primera versión susurrada de Me llaman calle me la quedé yo, con ella regresé a montaje y ajusté algunas escenas de la película. Añadimos otra canción, Si la vida te da,

que Manu escribió también para la película. Las dos acompañan hoy a Zulema y a Calle en la película, en sus buenos y malos momentos, en sus ratos mejores.

Me llaman calle ganó luego el Goya de la Academia de Cine a la mejor canción original. A recogerlo, en lugar de Manu, acudió una de las prostitutas que formaban parte de Hetaira, y defendió públicamente los derechos de las trabajadoras sexuales, sus derechos. Pero la entrega más emotiva sucedió tiempo después, en la sede de la asociación, donde Manu fue a ver su Goya, pero sobre todo a conocer a las chicas que, a través de la película, habían inspirado su canción.

En justa devolución, cuando Manu saca la canción en su siguiente disco me pide que ruede yo el videoclip: el círculo se completa. Lo hacemos en El Palentino, un bar de Malasaña, el bar perfecto. El ambiente del barrio se cuela por sus grandes ventanales; dentro, Manu y su guitarrista Majid, con la persiana a medio bajar, como tantas noches, tocan Me llaman calle para la clientela. Buena parte de la figuración son las chicas que Manu menciona en su canción, las que me confiaron sus historias y sus emociones para que yo pudiera escribir el guión de Princesas. Terminan así protagonizando un trabajo que se inspiró en ellas.

Entre aquel concierto de Mano Negra en Madrid, que tanto tenía de fiesta, y los largos días de trabajo compartidos con Manu, ha habido un viaje hermoso, del que forma también parte su padre, Ramón Chao. Con él he coincidido en conciertos y en coloquios; solía asistir con su mujer a los estrenos de mis películas en París: era un hombre sabio, divertido, delicado, encantador.

Su hijo Manu es un artista, y su trabajo siempre resultó inspirador para mi. Por eso vivo como un privilegio haber compartido tanto con él: momentos, bares, luchas, conciertos, ideas, una conversación creativa, el proceso de nuestros trabajos respectivos… pero sobre todo una rumbita susurrada, sentimental y melancólica.

Portada de la biografía de Manu Chao

Nota de prensa de la biografía Manu Chao Ilegal. Persiguiendo al clandestino

Se edita la biografía de Manu Chao a la vez que se reedita su mítico álbum debut Clandestino.

José Manuel Arturo Tomás Chao Ortega, más conocido como Manu Chao (París, 21 de junio de 1961) formó parte de bandas como Hot Pants, Los Carayos y los seminales Mano Negra. En 1998 publicó su debut en solitario, Clandestino, disco que adquiere la categoría de clásico desde su lanzamiento, trabajo inspirado y emocionante que sitúa a Manu como autor universal que refrenda con su música su visión crítica del mundo, basada en su pensamiento y su experiencia directa, sustentada en canciones de sonido mestizo que caminan entre la ligereza y la profundidad, la malegría y la rabia, el caos y la esperanza.

Desde entonces, Manu Chao ha desarrollado una incansable labor creativa, artística y comprometida. Ha dejado de editar discos y regala sus canciones, sigue tocando por todo el mundo en giras de unos pocos meses, y aparece y desaparece por los barrios de aquí y allá, haciendo de alta voz de causas populares y en defensa de nuestra maltratada Pacha Mama.

Manu Chao ilegal. Persiguiendo al Clandestino es un paseo por la vida y obra de Manu Chao de la mano de Los Kikes. Los tres se conocieron en Madrid a mediados de los noventa y desde entonces mantienen una bonita, fructífera e intermitente relación. Kike Turrón y Kike Babas (ambos Madrid, 1970) han pasado, en sus casi tres décadas de carrera, por prensa (han colaborado en la mayoría de las revistas musicales del país), radio (la emisora municipal de Madrid y otras) y televisión (Canal Plus). Además han ejercidos de biógrafo y video-realizadores de varias de las más famosas bandas del rock estatal. Aparte, cada uno tiene su propia carrera como escritor y músico con varios libros y discos publicados.

En Manu Chao Ilegal. Persiguiendo al Clandestino, Los Kikes revisan la obra de Manu con hondura y tenacidad, pero desde el guiño fresco y cómplice que les brinda la propia experiencia que vivieron junto a Manu en esos decisivos años, colaborando en diversos proyectos: le dirigieron un documental inédito hasta la fecha (A corazón, hermano), le entrevistaron para diferentes medios de prensa, convivieron codo a codo en La Feria de las Mentiras, le telonearon, retrasmitieron sus conciertos para radio, abrieron sus ruedas de prensa, cerraron bares y rieron juntos lágrimas de oro. El documentado libro se completa con todas las entrevistas y los diferentes encuentros que los autores han tenido con Manu a lo largo de los años hasta nuestros días.

Manu Chao Ilegal. Persiguiendo al Clandestino cuenta con prólogos de Fermín Muguruza, Amparanoia y Fernando León de Aranoa. Más de 200 páginas a todo color que homenajean el art-work original del disco y que abarcan la gestación y desarrollo de Clandestino, repasando la carrera completa del músico desde antes de sus tiempos en Mano Negra hasta la reciente reedición de su emblemático trabajo Clandestino / Bloody Border.

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