Quizá demás, regué las venas por tu ego,
rehusé al control, de los instantes, en tus dedos,
y sin constar algún segundo al minutero,
cerré mis ojos adentrándome en el sueño.
Culpé al alcohol, por recorrerme sin criterio,
tampoco indulto a la tortura, de tu cuerpo;
sólo posé en tus rincones, pensamientos;
rendida al culto del latir, sentirte lecho.
Quise volver al eufemismo del esfuerzo,
que es reiterar, que de lo nuestro, nada es serio.
Sería capaz de sentenciar en sólo un verso:
quererte más, a día de hoy, es un infierno.
Cuando son llamas las razones del lamento,
suelo creer que amarte menos, es ungüento;
pero al pensar qué es de mi vida sin tus besos
reencarna el blanco que partía de mi lienzo.
Pintar la vida con colores más que eternos,
jugar a andar en la distancia en paralelo,
es un matiz de una historia con consuelo
de cada instante compartido al venidero.
Ven pronto...
Robándole besos a Judas
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