Episodios de la Historia

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Iván.
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Episodios de la Historia

Mensajepor Iván. » Sab Abr 03, 2010 2:34 pm

La idea es que pongamos episodios de la Historia (textos o enlaces) que nos resulten interesantes, curiosos,... o también algo olvidados, ocultos, menos conocidos...

En la película Ciudad de vida y muerte se muestran los hechos ocurridos en la China ocupada tras la caída de su capital en diciembre de 1937, conocidos como "La barbarie de Nanking".

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"Cuando nos aburríamos nos divertíamos matando chinos. Los enterrábamos vivos, los echábamos al fuego, los apeleábamos hasta la muerte o los matábamos de otras maneras igualmente crueles"
"Mientras nos las tirábamos nos parecían humanas, pero cuando las matábamos sólo nos parecían cerdas. No nos avergonzábamos. No sentíamos culpabilidad. De no ser así no hubiésemos podido hacerlo. Cuando entrábamos en un pueblo, lo primero que hacíamos era robar comida, luego agarrábamos a las mujeres y las violábamos. Después matábamos a todos los hombres, mujeres y niños para que no huyesen y delatasen nuestra posición a los chinos. De lo contrario, no hubiésemos podido dormir por la noche"


http://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_Nank%C3%ADn
Última edición por Iván. el Jue Abr 22, 2010 9:38 am, editado 2 veces en total.
LaercioDeSinope
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Mensajepor LaercioDeSinope » Lun Abr 05, 2010 8:33 pm

si bueno, para eso estan los "verdaderos" y legendarios pasajes de la historia de Juan antonio cebrián, ¿no? xD
aquí los teneis todos
http://www.32rumbos.com/pasajesdelahistoria.htm
Iván.
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Mensajepor Iván. » Lun Abr 05, 2010 8:42 pm

Era sólo una idea para que todos fuéramos aprendiendo con los gustos sobre etapas y episodios históricos de los demás, incluso opinar sobre su veracidad, causas, consecuencias,..., pero bueno..., gracias por tu contribución.

Si nadie se anima ya pondré yo algo de vez en cuando.

Edito: cambio el título del hilo para que sea diferente a la sección de la rosa de los vientos.
fløyteHundore
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Mensajepor fløyteHundore » Mar Abr 06, 2010 12:19 am

Ahora paso de buscar referencias, ya lo haré mañana o cuando pueda.

Pero sin duda me parece muy significativa la batalla naval del 25 de julio de 1797 en la que el almirante Nelson recibió un cañonazo en un brazo durante el asedio a la isla de Tenerife. En ella, el almirante británico, uno de los más conocidos y laureados por parte del Imperio Británico, perdió un brazo tras un cañonazo y se fue con el rabo entre las piernas. Se trata del único borrón en la "excelente" lista de servicios del almirante Nelson, un gran figura en Gran Bretaña (si me apuras hasta tengo fotos con su estatua en algún rincón de Greenwich). Puede que sea una nimiedad, pero yo siempre se lo recordaré a todos los habitantes de la isla de Tenerife: por su culpa somos españoles, no ingleses.

Aunque las islas actualmente están llenas de ingleses y demás tipos de guiris, con lo cual la invasión cultural... fue ejecutada a la perfección. Pero siempre quedará ese "resentimiento" en el pueblo canario...

pudimos ser ingleses, seguimos siendo españoles.

La historia y un simple cañonazo definen la historia de pueblos y naciones.
Iván.
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Mensajepor Iván. » Mar Abr 06, 2010 12:19 pm

Reproduzco parte del artículo aparecido en la revista Historia de National Geographic (número 45) sobre el asedio de París por los vikingos en el año 885. El oro y la plata evitaron el saqueo de la ciudad.


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El siglo IX representa el apogeo de las incursiones vikingas en Europa occidental. Las costas de Francia, dividida entonces entre los reinos sucesores del Imperio de Carlomagno, se vieron particularmente afectadas. Desde mediados de siglo los ataques se hicieron cada vez más insistentes y destructivos. El punto culminante se alcanzó en 885, cuando una flota vikinga remontó el Sena con el objetivo de saquear París. Los navíos vikingos, comandados por un caudillo llamado Siegfried, se detuvieron primero en la ciudad de Ruán. Allí un ejército compuesto por francos y burgundios intentó cortarles el paso, pero no tardó en sucumbir frente a la superioridad guerrera de los invasores. Cuando sus jefes cayeron en combate, los francos tuvieron que emprender la retirada. Tras esta victoria, bandas de vikingos se dispersaron saqueando y sembrando el terror. En Pontoise, unos kilómetros al oeste de París, los francos organizaron una nueva línea defensiva, construyendo a toda prisa una fortaleza. En noviembre de 885 la flota vikinga alcanzó la desembocadura del Oise y puso cerco a la recién construida fortaleza, impidiendo que los defensores pudiesen abastecerse de agua. Sin agua ni víveres, los francos no tuvieron más remedio que rendirse. (?)
En la Crónica de Saint Vasst, un monje anónimo relata el asedio de París por las hordas vikingas. Según este documento, al ver que los puentes fortificados les cortaban el paso y les impedían no sólo el acceso a la ciudad, sino también la posibilidad de alcanzar cualquier objetivo río arriba, los vikingos exigieron vía libre. El conde de París, Eudes, se negó a negociar ningún acuerdo. Lo mismo hizo su hermano, el obispo Joscelin. (?)
Los invasores iniciaron el ataque por el puente norte, sirviéndose de máquinas de guerra y lanzando dardos y flechas contra los defensores. Estos resistieron las acometidas y les infligieron importantes bajas. Los vikingos cambiaron de táctica y emprendieron el asalto del puente sur. Enviaron hombres con picos y azadas para socavar los cimientos de la torre que lo protegía, pero los defensores estaban preparados para este tipo de ataque y prepararon una mezcla hirviente con aceite, cera y betún para arrojarla sobre los atacantes.
Los vikingos no desfallecieron y pusieron en práctica nuevos métodos de ataque: catapultas, arietes de tipo tortuga, brulotes a los que prendieron fuego y arrastraron hasta las torres para incendiarlas; las quillas, sin embargo, chocaron contra los cimientos de las construcciones, que estaban bajo el agua, y el fuego no causó daños. Una imprevista crecida del Sena en febrero de 886 causó desperfectos en el puente sur. Para defenderlo hasta su reparación, el obispo Joscelin situó a doce de sus mejores hombres sobre la torre de defensa del puente, pero los vikingos tomaron la torre y la prendieron fuego, matando a los soldados.
El obispo mantuvo entonces un encuentro secreto con Siegfried, pero murió antes de llegar a ningún acuerdo. El conde Eudes decidió a continuación dejar la ciudad para conseguir ayuda. Acudió al encuentro de su soberano, Carlos III el gordo, para convencerle de que socorriera a París. Éste prometió su apoyo. Eudes decidió regresar inmediatamente pero le cerraron el paso a la entrada del puente norte. Se abrió paso entre las fuerzas atacantes a galope y a golpes de espada (según las crónicas tenía una mano de hierro tras perderla en combate).
El emperador se acercaba a París con un gran ejército. Acampó en el castillo de Auierzy, desde donde envió a París al duque Enrique de Sajonia. Pero los vikingos cavaron fosos alrededor de su propio campamento, y los disimularon con hierbas y ramos, dejando solo estrechos pasos de entrada y salida. Lo hostigaron con flechas y armas arrojadizas. El duque dio la orden de ataque y se lanzó en persecución de los vikingos, llevándole a la trampa mortal.
Cuando París estaba a punto de rendirse, llegó el emperador con el grueso del ejército e instaló su campamento al pie de la colina de Montmartre. Convocó a Siegfried para negociar con él. El encuentro fue cordial, y durante días ambos comieron y bebieron como buenos amigos. El emperador entregó a Siegfried joyas de oro y plata y le ofreció un pago adicional de 700 libras de plata. Así París se libró del asedio de los vikingos, que alcanzaron hasta Borgoña.
Como consecuencia del asedio, Carlos III fue depuesto por los nobles francos en la Dieta de Tribur (887). El ejército de de Siegfried se dividió en bandas, que fueron vencidas por los francos.
Iván.
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Mensajepor Iván. » Jue Abr 08, 2010 2:42 pm

Ahora toca un personaje. No está clara su genealogía. Unos la datan en el siglo XII a.C., otros en el VIII a.C..., además de que no hay referencia alguna sobre él antes del siglo V, por lo que existe entre algunos historiadores la creencia de que se trata de un personaje mítico. De él Jenofonte dijo: "no imitó a las otras ciudades, sino que concibió cosas incluso opuestas respecto a la mayoría de ellas: así hizo a su ciudad particularmente afortunada". Se trata de Licurgo, arquitecto de una de las sociedades más guerreras de la historia, Esparta.

"El principal maestro de los hombres en las acciones de la vida es el infortunio"


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Extracto de la Aventura de la Historia, nº 136:


Pocas naciones han causado una fascinación tan poderosa a lo largo de la Historia como Esparta. La austeridad de todo un pueblo, la valentía de sus soldados, su capacidad de sufrimiento y abnegación han sugerido mil y una historias, siendo la más conocida de ellas la famosa batalla en la que Leónidas y sus trescientos hoplitas hicieron frente a un ejército persa de miles de combatientes. Sin embargo, para que Esparta llegara a adoptar una idiosincrasia tan extrema fue necesaria una auténtica revolución. Ésta tomó forma de metamorfosis política y social y, como en muchos otros pueblos, surgió la necesidad de aglutinar toda esa revolución en una sola figura, a la que se identificaría como aquella que dio forma al orden, a la ley, al modo de vida que hizo famosos a los espartanos entre todos los pueblos de su tiempo. Y esa figura fue la de Licurgo. Mucho se ha escrito sobre el legislador de la polis guerrera por excelencia, el creador de la Gran Retra, la ley que dominaba todo aspecto de la vida espartana. Pero¿realmente existió Licurgo? Plutarco, en su Vida de Licurgo, ofrece muchos datos sobre este personaje. Nos indica que fue uno de los hijos de Eunomo, rey espartano de la Casa Euripóntida, una de las dos casas reales que formaban la diarquía que regía Esparta. El heredero, Polidectes, recibió el poder real tras la muerte accidental, parece que en una riña, de Eunomo, pero tampoco él retuvo el poder mucho tiempo. El sucesor de Polidectes, Carilo, aún no había nacido, aunque la Reina ya estaba encinta, y este hecho convirtió a Licurgo en regente de Esparta a la muerte de su hermano.
Plutarco nos relata una curiosa historia familiar, según la cual, la cuñada de Licurgo le habría propuesto abortar y compartir el reinado con él. Licurgo fue demorando su decisión hasta el momento del nacimiento de su sobrino y entonces se lo anunció a los espartanos, indicándoles que el recién nacido era el legítimo rey de la ciudad. Esto no evitó que algunos, cercanos a la reina viuda, intentaran hacer ver que Licurgo pretendía convertirse en rey en lugar de vigilar el trono y tutelar a su sobrino hasta que alcanzara la mayoría de edad.Y aunque eran muchos los que reconocían las virtudes y el buen hacer de Licurgo, éste, al fin, decidió alejarse de la ciudad para evitar de ese modo enemistades y trifulcas. Licurgo comenzó entonces una serie de viajes, aunque no los llevó a cabo sin motivo. Se dice que visitó Creta, Asia, tal vez Egipto. Aristócrates incluso asegura que visitó Libia, Iberia y la India. En todos estos lugares, Licurgo fue asimilando, tomando nota de aquellas leyes y formas de vida que creía más apropiadas, comparando unas con otras. La polis espartana, en aquel tiempo, tenía un régimen de poder acaparado por la nobleza, similar al de cualquier otra ciudad griega de su época. Era un sistema en el que abundaban las intrigas, las envidias y los altercados. Todos los miembros de la nobleza ansiaban más autoridad de la que poseían. De hecho, según algunas crónicas, por aquel entonces Esparta vivía en continuo desgobierno y luchas intestinas. No es de extrañar que algunos echaran de menos en la ciudad a Licurgo, que había despreciado el poder absoluto respetando así la herencia de su sobrino.
Pasados los años, y con todo un mundo nuevo descubierto, Licurgo decidió regresar a Esparta, aunque antes de hacerlo visitó el Oráculo de Delfos.
Allí se le llamó ?amado por los dioses? e, incluso, se le recibió como dios, más que como hombre. Tras semejante bienvenida, la Pitia de Apolo le anunció que los dioses le revelarían un modo de gobierno que habría de superar a todos los de su tiempo.
Ese sistema consistió en supeditar los bienes personales al bien común de la ciudad. Para ello, Licurgo realizó profundos cambios sociales, comenzando por igualar a las clases nobles con el resto del pueblo. Aunque el gobierno seguía siendo ejercido por los reyes de las casas Agíada y Euripóntida, el mítico legislador creó una Asamblea constituida por la totalidad de los espartiatas, que se reuniría de forma asidua para atender los asuntos de gobierno traídos por la Gerusía, el órgano más importante de todos, que estaba formado por veintiocho ancianos y los dos reyes. Por último, estableció un grupo de cinco jueces, llamados éforos, que tenían por comisión controlar el trabajo de los reyes espartanos y verificar que no se excedieranen sus atribuciones.
Para llevar a cabo esa igualación entre nobles y pueblo llano, se distribuyó la tierra en partes iguales, entregando una porción a cada uno de los ciudadanos de Esparta. Los varones tuvieron desde entonces prohibido todo tipo de trabajo, que quedó en manos de los ilotas, esclavos dedicados a cultivar las tierras y hacer los trabajos más duros. Una clase intermedia, los periecos, ni esclavos ni ciudadanos de Esparta, se encargaría del comercio necesario para la polis.
Se incluyó en esos cambios el régimen militar que con los años haría famosa a la ciudad.
Los varones eran examinados al nacer y si tenían alguna deformidad se les arrojaba al vacío en un barranco del Taigeto, la cumbre que dominaba el valle del Eurotas. Al alcanzar los siete años, los niños eran arrancados de sus casas, a donde prácticamente no volvían, para ser concentrados en grupos de unos sesenta miembros. Su vida era tan agreste, el propósito de marcar sus pasos para el futuro tan poderoso, que a estos grupos se les llamaba agela, que literalmente significa ?rebaño?. Era entonces cuando comenzaba el proceso de aprendizaje que pasaban todos los varones: lectura, escritura, música y poesía. Pero, especialmente, se dedicaban a cultivar el cuerpo, disciplinarse en las artes de la guerra, soportar los castigos más crueles, las mayores privaciones y desarrollar un lenguaje parco y austero. Hubo otros cambios, como eliminar la moneda de plata y trocarla por moneda de hierro, cuyo valor era tan escaso y su peso tan grande que en la práctica no tenía sentido esforzarse por acumular riquezas. Todo esto, y otras muchas cuestiones, como la instauración de la Kripteia, la guerra declarada anualmente a sus propios esclavos, lo habría llevado a cabo Licurgo con su ley, la Gran Retra, como muy tarde hacia el siglo VIII o principios del VII a.C.
MireiaAAAH!!
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Mensajepor MireiaAAAH!! » Mié Abr 21, 2010 4:04 pm

Dejo el episodio de la prohibición de las capas y chambergos por parte de Esquilache, que acabó luego con el famoso motín.
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Prohibición de usar capa larga, sombrero chambergo o redondo, montera calada y embozo en la Corte y Reales Sitios
(Real Orden firmada por Carlos III por iniciativa de su ministro el marqués de Esquilache en 1766)
"No habiendo bastado para desterrar de la Corte el mal parecido y perjudicial disfraz o abuso de embozo con capa larga, sombrero chambergo o gacho, montera calada, gorro o redecilla, las Reales Órdenes y bandos publicados en los años 1716, 1719, 1723, 1729, 1737, 1740 prohibiendo dichos embozos y especialmente la Real Orden? que se renovó en el año de 1745, mando que ninguna persona, de cualquier calidad, condición y estado que sea, pueda usar en ningún paraje, sitio, ni arrabal de esta Corte y Reales Sitios, ni en sus paseos o campos fuera de su cerca, del citado traje de capa larga y sombrero redondo para el embozo; pues quiero y mando que toda la gente civil de sus rentas y haciendas o de salarios de sus empleos o ejercicios honoríficos y otros semejantes y sus domésticos y criados que no traigan librea de las que se usan, usen precisamente de capa corta (que a lo menos les falta una cuarta para llegar al suelo) o de redingot o capingot y de peluquín o de pelo propio y sombrero de tres picos, de forma que de ningún modo vayan embozados ni oculten el rostro; y por lo que toca a los menestrales y todos los demás del pueblo (que no puedan vestirse de militar), aunque usen de la capa, sea precisamente con sombrero de tres picos o montera de las permitidas al pueblo ínfimo y más pobre y mendigo, bajo la pena por primera vez de seis ducados o doce días de cárcel [?]; y en cuanto a las personas de primera distinción por sus circunstancias o empleos, la Sala me dará cuenta de la primera contravención con dictamen de la pena que estimare conveniente, pero quiero no se entiendan las dichas penas con los arrieros, trajineros u otros que conducen víveres a la Corte y que son transeúntes, como anden en su propio traje y no embozados; pero si los tales se detuviesen en la Corte a algún negocio, aunque sea en posadas y mesones por más tiempo de tres días, hayan de usar el sombrero de tres picos, y no el redondo o de monteras permitidas y descubierto el rostro bajo las mismas penas".
Esta nueva imposición de la prohibición de usar capa larga, sombrero chambergo o redondo, montera calada y embozo disparó el malestar, ya muy profundo por las imposiciones de los ilustrados contra la religiosidad del pueblo y contra sus tradiciones, y exacerbado por el encarecimiento del pan debido a que, en 1765, el gobierno había liberalizado el comercio de los cereales, y suprimido la tasa o precio máximo del trigo, en una época de gran escasez debido a las malas cosechas de 1761 a 1765.
Al año siguiente, 1766, estalló el Motín de Esquilache.
Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla, hombre fuerte del despotismo ilustrado, decidió aprovechar esto para expulsar de España a los jesuitas (1767), como habían sido ya expulsados de los otros países donde imperaba la Ilustración; acusó a los jesuitas ante Carlos III de ser los promotores del Motín de Esquilache. Y el rey dio crédito a la acusación y firmó la orden de expulsión por razones reservadas a su "real ánimo".
LaercioDeSinope
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Mensajepor LaercioDeSinope » Mié Abr 21, 2010 10:35 pm

Sólo hacer un par de puntualizaciones freaks a lo comentado sobre licurgo y esparta.
La krYpteia no era la guerra contra los esclavos, si no la sociedad "secreta" formada por espartíatas que hacían esa "guerra" (más bien una caza)
Por otra parte en esparta no había esclavos como tal, si no ilotas, es un concepto parecido pero no exactamente igual, por ejemplo los ilotas no eran vendidos y comprados como mercancía, eran pueblos enteros sometidos que trabajaban para los espartanos, pero no les pertenecían.
En fin, que con el tema griego me pongo muy especialito...y me da rabia que desde que salió la peli de 300 resulta que todo el mundo es catedrático en historia antigua (no va por ti, ivan)
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Mensajepor MireiaAAAH!! » Mié Abr 21, 2010 10:43 pm

Cierto, Laercio.
(Ay, me hace ilusión, a pesar de haber suspendido Hª Antigua el cuatrimestre pasado, de eso me acuerdo :lol:)
Jorgenious
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Mensajepor Jorgenious » Mié Abr 21, 2010 11:49 pm

A mí la Peste Negra y todo lo que le rodea me parece interesantísimo, los grabados de la época me flipan

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De Wikipedia:

La peste negra fue una devastadora pandemia que asoló Europa en el siglo XIV y que causó la muerte de un 30 a un 60% de la población del continente europeo, reduciendo la población mundial estimada desde 450 millones hasta 350 ó 375 millones en el año 1400. La mayor parte de los científicos cree que la peste negra fue un brote de peste bubónica, una terrible enfermedad que se ha extendido en forma de epidemia varias veces a lo largo de la historia. La peste es causada por la bacteria Yersinia pestis que se contagia por las pulgas con la ayuda de la rata negra (Rattus rattus), que hoy conocemos como rata de campo.

La mayor pandemia del siglo XIV comenzó quizá en algún lugar del norte de la India, probablemente en las estepas de Asia central, desde donde fue llevada al oeste por los ejércitos mongoles. La peste llegó a Europa por la ruta de Crimea, donde la colonia genovesa de Kaffa (actual Teodosia) fue asediada por los mongoles. La Historia dice que los mongoles lanzaban con catapultas los cadáveres infectados dentro de la ciudad (si bien la enfermedad no se contrae por contacto con los muertos).

Los refugiados de Kaffa llevaron después la peste a Messina, Génova y Venecia, alrededor de 1347/1348. Algunos barcos no llevaban a nadie vivo cuando alcanzaban las costas. En 1347 se sucedió una guerra entre el Reino húngaro y el napolitano, puesto que el rey Carlos I Roberto de Hungría reclamaba el trono de Nápoles luego del asesinato de su hermano Andrés, quien murió por voluntad de su propia viuda la reina Juana I de Nápoles. De esta manera, Carlos Roberto condujo una campaña militar que coincidió con el estallido de la Peste Negra. Pronto ante tanta muerte por la enfermedad, la campaña tuvo que ser suspendida y los húngaros regresaron a casa, llevándose consigo varios de ellos la peste, cobrando vidas como la de la propia esposa del rey húngaro. De esta forma, desde Italia la peste se extendió por Europa afectando a Francia, España, Inglaterra (en junio de 1348) y Bretaña, Alemania, Hungría, Escandinavia y finalmente el noroeste de Rusia.
MireiaAAAH!!
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Mensajepor MireiaAAAH!! » Mié Abr 21, 2010 11:52 pm

A mí es un tema que me da mucha pena, sobre todo leyendo La Catedral del Mar, como que entiendes más el sufrimiento de la gente. Barcelona, por ejemplo, vio reducida a más de la mitad su población...
Iván.
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Mensajepor Iván. » Jue Abr 22, 2010 9:34 am

Mobutu Sese Seko, Idi Amín, Hastings Kamuzu Banda, Francisco Macías,...son algunos de los nombres que conforman la epidemia de dictadores que se apoderó de diversos estados del Continente Negro en la segunda mitad del pasado siglo. Quizá el que mejor supo mezclar en su régimen brutalidad, corrupción y patetismo fue Jean-Bédel Bokassa, tirano centroafricano que llegó incluso a coronarse emperador con el beneplácito de Francia. Cometió el error de acercarse a Gaddafi, costándole el apoyo galo.


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Gaustau Nerín, La Aventura de la Historia, nº 132:

Oubangui-Chari era uno de los territorios de África con mayores dificultades para sobrevivir de forma independiente: enclavado en el centro del continente, carecía de recursos naturales a excepción de diamantes y marfil, y todas las mercancías debían llegar mediante tortuosas rutas. El principal dirigente político de esta colonia, Barthélemy Bogando, reclamaba que, para paliar estos problemas, se diera la independencia conjunta al África Ecuatorial Francesa. Pero Boganda murió en un misterioso accidente de avión, atribuido a los servicios secretos franceses, y en 1960 Oubangui-Chari accedió a la independencia en solitario, como la República Centroafricana. El nuevo líder del país, David Dacko, en principio parecía más dúctil a los intereses franceses, pero pronto abolió la constitución y empezó a aproximarse a la China de Mao. Las fuerzas armadas, muy profrancesas, comenzaron a dar signos de descontento. El jefe del ejército era Jean-Bédel Bokassa, pero Dacko no recelaba de él: aseguraba que el coronel Bokassa ?solo se preocupaba por las medallas y es demasiado bestia como para dar un golpe de estado?. Le preocupaba más el comandante Izamo, quien tramó un putsch con apoyo de Francia. Pero Bokassa se le adelantó: la noche del 31 de diciembre de 1965 arrestó a Dacko, hizo desaparecer a Izamo y tomó el poder. Al parecer, Bokassa dio el golpe sin apoyo exterior. Pero como sabía que Francia tenía un papel dominante en la subregión, se apresuró a aproximarse a la ex potencia colonial. No le costó demasiado. Era un combatiente de las fuerzas Francesas Libres de De Gaulle y había luchado en Indochina. Los diplomáticos franceses recibieron instrucciones de evitar los conflictos con él.
Francia consiguió mantener en la República Centroafricana una de sus mayores bases militares en el extranjero y las empresas francesas encontraron condiciones magníficas para actuar en este país. Francia se veía beneficiada por su influencia allí, pero quienes obtenían mayores beneficios de la neocolonia eran las autoridades francesas. Bokassa llamaba ?mi querido primo? a Valéry Giscard d´Estaing y lo trataba como el más preciado de sus parientes. En diversas ocasiones, Giscard, su mujer y sus hermanos recibieron valiosísimos lotes de diamantes centroafricanos, acompañados, por lo general, de diversos colmillos de elefante. René Journiec mano derecha de Foccary y máximo valedor de Bokassa en Francia, también se llevó riquísimos regalos. Además, se puso a disposición de Giscard una inmensa reserva de caza. ?El Primer Campesino y Primer Hombre de Negocios de Centroáfrica? saqueó la hacienda pública y aprovechó su situación privilegiada para enriquecerse dedicándose al comercio y a la industria. Se construyó un palacio en Berengo en el que dilapidó la hacienda pública de su empobrecido país, y compró propiedades en Francia. Como acumulaba propiedades, acumulaba mujeres. A pesar de que abolió la poligamia, él mismo se casó con numerosas esposas. Las nombraba por su nacionalidad: la Congolesa, la Vietnamita, ?, y no podía faltar la Francesa. Su favorita fue Catherine, una belleza local que le dio siete hijos, de los cuarenta que tuvo. Pronto comenzaron las medidas excéntricas o brutales. Se reimplantaron los castigos corporales: para determinados delitos se estableció la pena de azotes y se dictó la amputación de las orejas a los ladrones. El gobierno empezó a conceder más y más condecoraciones al presidente, que se sumaron a las que había ganado en el ejército francés. Cuando Bokassa se vestía de gala se ponía tantas medallas que debía llevar un traje reforzado. Además, su gobierno le invistió con decenas de títulos, entre los cuales el de Gran Maestro del Orden Centroafricano, el del Mérito Postal y el de Mecenas de los Laureles Académicos. Francia parecía impermeable a la charlotada y a la caída del nivel de vida de los centroafricanos. Complacía a Bokassa en todo y ocultaban sus crímenes. Bokassa le pidió ayuda para una cuestión particular: había tenido una hija, Martina, con una vietnamita durante la guerra de Indochina, y quería localizarla. El gobierno francés no tardó en enviarle, desde Hanoi, una mestiza afroasiática que fue recibida con todos los honores. Durante días, la paseó por todo el país. La noticia llegó a Vietnam, y apareció otra chica que demostró ser su verdadera hija. Bokassa amenazó con represalias diplomáticas, pero al fin el embajador francés lo convenció para que aceptara a las dos como hijas. El dirigente terminó casándolas en una sonada boda conjunta, con dos altos cargos del régimen. Asistió el gabonés Bongo, uno de los presidentes más profranceses de África Central.
En 1977 decidió coronarse emperador. Como el país estaba arruinado, Francia ofreció un préstamo de 22 millones de dólares. Gracias al apoyo galo pudo organizar una coronación fastuosa. El Papa excusó su presencia, y ningún jefe de Estado acudió. Ni siquiera Giscard, Bongo o Mobutu. Bokassa aseguraba que le tenían envidia. Francia envió a una representación de segunda fila. La prensa mundial se cebó en este acto, que llenó de ridículo a Bokassa y a sus protectores franceses. Decenas de periodistas visitaron Bangui en esas fechas y empezaron a denunciar la crueldad del régimen; incluso circularon historias sobre presos echados a los cocodrilos o servidos, bien estofados, en la mesa presidencial. En la coronación se consumieron 24000 botellas de Möet-Chandon, y más de 40000 de otros champanes franceses. Desde Francia también llegaron centenares de uniformes húsares napoleónicos para la guardia presidencial, así como los caballos de pura raza Normanda de la carroza imperial. El ritual fue napoleónico. El emperador vestía una capa, inspirada en la de su ?antecesor?, hecha con la piel de 600 armiños: la corona llevaba 2000 diamantes y 2000 piedras preciosas más. Un himno que se popularizó esos días comparaba al emperador con Napoleón y con Carlomagno. La Marina francesas envió a su banda de música?No eran franceses los 60 mercedes comprados, que en ese día, se dice que la mayoría fueron vacíos. A pesar de todo, Giscard siguió apoyando al emperador. Pero al cabo de un tiempo a Francia le empezó a preocupar la aproximación de Bokassa a Gaddafi, el líder libio. Comenzó a plantearse la posibilidad de implantar el modelo socialista. Francia organizó, de forma soterrada, una campaña de descrédito del emperador. Bokassa se lo puso fácil, golpeando incluso en una ocasión a un reportero americano con su bastón de mando. En 1979, los estudiantes de Bangui organizaron grandes protestas en contra de que se les obligara a comprar un caro uniforme escolar, fabricado en una de las industrias de Bokassa. La represión fue brutal, y murieron decenas de estudiantes. Una oleada de dentenciones acabó con terribles torturas, algunas administradas personalmente por el emperador. Francia sugirió la organización de una Misión de Constatación de los Sucesos de Bangui. Esto contribuyó decisivamente al desgaste del emperador. El 1 de agosto de 1979, a petición del presidente Bongo, Bokassa se desplazó a la localidad gabonesa de Franceville. Allí le esperaba René Journiac, quien le exigió que abdicara, garantizándole que podría exiliarse a Francia y mantener sus posesiones. Se negó a dejar el poder. Dos días más tardes, un golpe de Estado acababa con Francisco Macías, el dictador de Guinea Ecuatorial. Bokassa no entendió el mensaje. El 20 de septiembre, Francia puso en marcha la Operación Barracuda, aprovechando que Bokassa estaba en Libia. Las tropas franciesas se hicieron con el control de los lugares estratégicos de Bangui y reinstalaron en el poder a David Dacko. El organizador fue René Journiac, antiguo defensor de Bokassa; contó con la colaboración de la emperatriz Catherine, que desde el palacio suministraba información reservaba a los servicios secretos franceses. Bokassa decidió pedir auxilio a la misma Francia y voló a París en su avión. El gobierno se negó a acogerle. Pidió luego asilo político a Gabón, al Congo y a Libia, pero todos se negaron, incluso el Vaticano. La emperatriz aprovechó para vaciar las cuentas bancarias, vendió sus coches y se dio a la fuga con el dinero. Bokassa fue enviado a Costa de Marfil, y al cabo de unos años consiguió instalarse en su castillo francés. Intentó desprestigiar al gobierno francés, incluso quiso publicar un libro, Mi verdad, en le que formulaba durísimas acusaciones contra Giscard, incluso aseguraba que se acostaba con la emperatriz. Las autoridades francesas secuestraron el libro y encarcelaron durante doscientos días a un periodista que colaboraba con el autor. Al fin Bokassa decidió volver a su país, convencido de que lo recibirían con entusiasmo. El 21 de octubre de 1986 regresó a Bangui y fue detenido. Nadie salió a la calle a pedir su liberación. Fue juzgado y condenado a muerte por asesinato de opositores y estudiantes. Se le conmutó la pena y tras varias medidas de gracia, salió a la calle en 1993. A partir de entonces, circulaba por Bangui vestido con un sayal, como un santón, y aseguraba que el Papa le había bautizado, en secreto, como ?treceavo apóstol de Cristo?. Murió en 1996.
Iván.
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Mensajepor Iván. » Vie Abr 23, 2010 6:40 pm

Siempre me ha gustado conocer el origen de los diversos dichos que existen en nuestra lengua. Victoria pírrica , que significa "victoria obtenida con grandes esfuerzos y mínimas ganancias", tiene detrás la historia de la batalla que enfrentó a Pirro, rey de Epiro, contra los romanos en la lucha de éstos por la unificación de todo el territorio italiano bajo su mando.

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Artículo de José Antonio Monge, Dichos y Hechos:

Pirro (316-372 a.C) era el rey de un pequeño territorio de Grecia, el Epiro, que ocupaba una estrecha franja costera del mar jónico frente a la isla de Corfú, al sur del Adriático. La región, hoy repartida entre Grecia y Albania, estaba habitada por los molosos, pueblo pobre a causa de lo árido y escarpado de su geografía y, por tanto, belicoso, dado al saqueo y a la búsqueda de botín y fortuna allende sus fronteras. Pirro supo sacar provecho de las inclinaciones de su pueblo y de las circunstancias políticas de la Grecia de comienzos del siglo III a.C., en pleno ajuste de cuentas entre los sucesores de Alejandro, los famosos diádicos: se convirtió en una especie de condottiero, dispuesto a intervenir en cuanto conflicto se le ponía por delante, y en la pesadilla para sus vecinos. Pronto se labró una gran fama de hombre audaz, infatigable, astuto, generoso y gran estratega, Plutarco, su biógrafo (Vidas Paralelas), lo compara nada menos que con Alejandro Magno y asegura que Aníbal le ponía por delante de Escipión y de sí mismo. Fracasado su intento de apoderarse del trono de Macedonia se retiró al Epiro. ?Ofrecíale la fortuna el poder gozar de la presente sin inquietudes y vivir en paz gobernando su propio reino; pero para él, el no causar daño a otros ni recibirlo de ellos a su vez, era un tormento?. A sacarle de este tormento vinieron los mensajeros de la antigua colonia griega de Tarento, la más floreciente de las que como un rosario jalonaban la costa del sur de Italia y de Sicilia, llamada magna Grecia. Los romanos, en su imparable marcha hacia el sur de la Península, tras vencer a los samnitas, decidieron el sometimiento de estas poderosas y, sobre todo, ricas ciudades. El plan de unificar bajo su dirección todo el territorio italiano era un proyecto largamente acariciado y encarnizadamente perseguido por el Senado de Roma. Tarento, que era una especie de Primus inter pares en la zona y desde luego, la que más tenía que perder, acude a Pirro, el más distraído entonces entre los reyes y el más aguerrido de todos los capitanes?.Éste, sin pensárselo dos veces, moviliza a sus molosos y embarca camino del sur de Italia un formidable ejército de veinte elefantes, tres mil caballos, veinte mil infantes, dos mil arqueros, quinientos honderos. Pero a media travesía una tempestad le desbarata el convoy y él consigue salvarse de milagro. Con lo poco de su ejército que logró llegar a tierra se presentó en Tarento. Se ve forzado a meter en cintura a los tarentinos, poco dispuestos a enrolarse en el ejército, a causa de la buena vida a que estaban acostumbrados y a que desconfiaban del gafe con que había dado comienzo la expedición. Rehecho al fin su ejército, con refuerzos de hombres, caballos y elefantes traídos de Grecia, se enfrentó al ejército romano cerca de la también colonia griega de Heraclea. La batalla acabó con victoria para Pirro, gracias sobre todo al espanto que causaron en los romanos, y en sus caballos, los elefantes, a los que se enfrentaban por primera vez. El historiador romano Floro (s. II) recrea la escena en sus Gestas romanas: ?Revolviéndose los elefantes, corrieron al lugar de la lucha, y espantados los caballos ante la corpulencia, deformidad, extraño olor y agudo grito de aquellas fieras para ellos desconocidas y a las que creyeron más temibles de lo que eran, produjeron con su fuga una grande y sangrienta derrota?. De todos modos la victoria le salió cara: estuvo a punto de perecer en el combate y según el historiador griego Dionisio de Halicarnaso los romanos murieron muy pocos, menos de quince mil hombres, por trece mil de los de Pirro. Una segunda batalla se libró en la Apulia, en Ásculo. Acabó en tablas. Según Floro, entre otras cosas porque a los romanos se les había pasado el terror producido por los elefantes y un lancero demostró que aquellas fieras podían morir, tras cortar a una de ellas la trompa. En Ásculo Pirro recibió un lanzazo en un brazo y cayeron unos quince mil hombres por cada bando. Tras esta segunda batalla, ambos ejércitos se retiraron. Alguien del séquito de Pirro se le acercó para felicitarle por el resultado. Pirro, mezclando el realismo con el sentido del humor, le contestó aquello de ?Sí, con una sola vez más que venzamos a los romanos, estaremos acabados sin remedio?. Y de aquí procede el dicho ?ha sido una victoria pírrica?, aplicado a litigios de cualquier tipo (bélico, económico, político, pero también en los más inocentes como el juego del ajedrez, por ejemplo) en que el beneficio para el ganador es al final escaso, desproporcionado al costo invertido,?Pirro, harto de luchar con un enemigo que completaba con facilidad y prontitud el ejército, abandonó la Península para intentar apoderarse de Sicilia. Pero allí se encontró con los cartagineses, que acabaron obligándole a marcharse, prácticamente con lo puesto. Hombre tenaz, se enfrentó por tercera vez a los romanos en Benevento, y en esta tercera ocasión fue derrotado estrepitosamente. En un momento decisivo de la batalla, asustados, se volvieron contra sus propias filas, causando un gran desorden. Pirro, hombre culto y de muchos recursos, aducía una excusa menos prosaica: ?Creo haber nacido bajo el signo de Hércules, pues las cabezas cortadas a mis enemigos renacía de su propia sangre?, como le sucediera a aquél con las de la Hidra de Lerna.
Última edición por Iván. el Sab Abr 24, 2010 2:55 pm, editado 1 vez en total.
Txan
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Mensajepor Txan » Vie Abr 23, 2010 7:02 pm

Sir Francis Drake

(Devonshire, actual Reino Unido, 1540-Portobelo, Panamá, 1596) Navegante y explorador inglés. Ingresó muy joven en la marina y se adiestró con el capitán John Hawkins. En 1572 dirigió una expedición contra los puertos españoles del Caribe. En este viaje, durante el cual divisó por primera vez el océano Pacífico, saqueó el puerto de Nombre de Dios, en Panamá, y la ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia, y regresó a su patria con un cargamento de plata española.


Francis Drake

La reina Isabel I de Inglaterra no tardó en encomendarle una nueva expedición secreta contra las colonias españolas del Pacífico. Zarpó en 1577 al mando de cinco barcos y más de un centenar de hombres. Cruzó el Atlántico, llegó al Río de la Plata y más tarde al estrecho de Magallanes. En 1579 reemprendió el viaje de vuelta por el Pacífico, pero se dirigió hacia el oeste; llegó a las Molucas, después a Java y Célebes, en Indonesia, y dobló el extremo meridional de África. Arribó en 1580 a Inglaterra, donde fue recibido triunfalmente y aclamado como el primer inglés que había circunnavegado el mundo (con anterioridad, sólo Juan Sebastián Elcano había podido llevar a cabo tal hazaña).

Drake, portador de especias y tesoros saqueados a los españoles, recibió de manos de la reina Isabel I el título de sir en una ceremonia celebrada a bordo del Golden Hind. También se le llegó a nombrar alcalde en 1581 y fue miembro del Parlamento en 1584 y 1585.

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La isla de Izaro es un pedazo de tierra (675 metros por 150) que emerge del Cantábrico frente a Bermeo y Mundaka. Aparte de su importancia como colonia de aves marinas (gaviotas, paíños, garcetas y cormoranes) y como parte de la reserva de la biosfera de Urdaibai, el islote no tiene mayor relevancia. Acogió durante siglos a una comunidad de frailes franciscanos, que recibía visitas de reyes, y en el XIX se arrendaron sus tierras para el pastoreo, con la curiosa estampa del pastor que navegaba una milla y media de mar con su rebaño.

Aquí podría acabar toda la historia. Pero resulta que Izaro ha protagonizado unos cuantos episodios bastante curiosos. Repasemos tres de ellos. Primero: en septiembre de 1596, el convento franciscano sufrió el ataque del pirata Drake, quien destruyó parte del edificio, mutiló algunas imágenes sagradas y obligó a bailar desnudos a los frailes.


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Si alguien se acerca algún día a la localidad de Mundaka, que no deje de ver el cañón que aún sigue apuntando hacia Izaro; utilizado en defensa contra los ataques de Drake.
"Sir" para unos y simple pirata para otros.
Iván.
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Mensajepor Iván. » Jue May 06, 2010 6:30 pm

Cuenta la leyenda que Rea Silvia, madre de Rómulo y Remo, se convirtió en la primera Vestal por imposición de su tío Amulio. Fue violada por el dios Marte, concibiendo a los dos gemelos. Cuando Amulio se enteró del incumplimento del voto de castidad, la condenó a muerte junto con sus hijos. Ella fue rescatada por el dios Tíber, mientras que los gemelos fueron dejados en el río por los encargados de su ejecución. Ésta es la historia de Las Vestales en el imperio romano, una orden que mezcló religiosidad, mitología y superstición.

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Revista Memoria, nº XIII.


Para entender la importancia que el mantenimiento del fuego sagrado de Vesta, obligación principal y razón de ser de las vestales, tuvo en la antigua Roma, primero debería bucearse en el significado que dicho elemento poseía para las primeras sociedades humanas. De ello se hacen eco prácticamente todas las mitologías, que asocian el fuego con determinadas veleidades y con héroes y semidioses capaces de proporcionar beneficios tangibles para el hombre. Es el caso de Prometeo, titán amigo de los mortales que robó al todopoderoso Zeus el fuego para llevárselo a los hombres, otorgándoles de esta manera una prerrogativa propia de los dioses. Sin embargo, la importancia del fuego en los primeros asentamientos humanos debe más a su funcionalidad intrínseca que al culto en sí. En primer lugar, el fuego se constituye como un elemento diferenciador entre el hombre y las bestias, de las cuales, además, le protege. Asimismo, es una fuente de calor y, conforme avanzan las diferentes culturas, de preparación de alimentos y utillaje. Pese a los orígenes míticos del culto a Vesta, introducidas por el troyano Eneas en el Lacio como diosa protectora del fuego del hogar, lo cierto es que el valor de su idiosincrasia vendría de antiguo, de los asentamientos previos en los que el hogar y el fuego que ardía en su interior, y que era preciso mantener encendido, conformaban el núcleo protector de sus pobladores. Es lógico suponer que la tarea de conservación correspondiera a las mujeres de la comunidad, cada una en su propio ámbito doméstico, lo que posteriormente se traducirá en una corporación o congregación femenina dedicada a la misma tarea, pero a nivel estatal. La religiosidad de los pueblos itálicos siempre tendió a principios prácticos y funcionales más que idealistas, siendo la religión familiar la base sobre la que se edificaría la religión de Estado, al comparar éste con una gran familia a la que pertenecían todos los romanos: de esta forma, aparecen los dioses protectores del hogar- Lares, Penates y Vesta- junto a su extrapolación comunitaria. Los Penales de Roma eran Júpiter, Juno, Minerva y Vesta. El culto hacia esta última arraigó profundamente en la ciudad, de forma que la diosa contaba con un culto privado y otro público, levantándose un templo en su honor en el Foro junto al cual se situó la Casa de Vesta que ocuparían las vestales. La importancia que este grupo de vírgenes obtuvo entre la sociedad romana viene dada por dos motivos: el religioso, como sacerdotisas encargadas de mantener el fuego de Vesta, y por el hecho de constituirse en el modelo de mujer que pretendían fomentar las instituciones. A grandes rasgos podrían definirse dos tipos de mujeres romanas: las que participaban y se tenían en cuenta en la vida familiar y social y las que no contaban en absoluto. Al primer grupo pertenecían aquellas de nacimiento libre y alto rango, las llamadas ?hijas de familia?, cuyo tipo de vida debía llevarlas a convertirse en las matronae que perpetuaban las tradiciones morales y religiosas de la sociedad. Las vestales debían pertenecer a este grupo, correspondiendo su elección al Colegio de Pontífices. El Pontífice Máximo debía reunir a veinte vírgenes patricias y seleccionar de entre ellas a las seis vestales. Cuando elegía a cada una, le dirigía estas palabras: ?Te tomo amada y te constituyo sacerdotisa de Vesta, de acuerdo con las sabias descripciones legales, para que ejerzas el provecho del pueblo romano las sagradas funciones que competen al sacerdocio de Vesta.? Entre los requisitos que debían cumplir para poder ser elegidas, estaban los de contar con una edad de entre seis y diez años, no padecer ningún defecto físico, no ser huérfanas de ambos progenitores y, por supuesto, ser vírgenes. Una vez seleccionada, la vestal era acompañada hasta la Casa de Vesta, donde permanecería durante treinta años, siendo recibida en ella por la Virgo Vestalis Maxima. Desde este momento comenzaba la educación de la nueva vestal. Los primeros diez años se dedicaban al aprendizaje del culto a Vesta y de sus nuevas funciones; los diez siguientes eran los de servicio, cuidando la llama sagrada y participando en las ceremonias religiosas; por último, los diez años restantes se dedicaban al pupilaje de nuevas vestales. Pasado este periodo de tiempo, podían abandonar el templo y casarse si lo deseaban, aunque la mayoría decidía quedarse debido al privilegiado estatus del que gozaban. La tarea más importante de la vestal era la de mantener la llama sagrada en el altar de la diosa Vesta, garantía de la seguridad y del bienestar del Estado. La ancestral superstición romana les llevaba a pensar que si el fuego se apagaba se producirían enormes desgracias, por lo que si esto ocurría, era rápidamente encendido de nuevo y la vestal duramente castigada mediante la flagelación o el apaleamiento. Además de esta función primera, las vestales tenían otras competencias, como la preparación de la mola salsa o harina salada utilizada como ofrenda en varias festividades del calendario romano. Asimismo se encargaban de la purificación de la tierra del templo, para lo que sólo podían utilizar el agua del manantial de Egeria, considerado sagrado, transportada en una vasija especial llamada futile. También debían velar y proteger el resto de objetos sagrados depositados en el templo de Vesta, como una imagen de Palas Minerva de cuya integridad dependía la continuidad del Imperio, el alfiler de la madre de los dioses, las cenizas de Orestes, el cetro de Príamo, etc., además del testamento y otros documentos de los personajes más relevantes política y socialmente en la ciudad. La dejación en sus obligaciones solía comportar la expulsión y el castigo inmediato de la vestal. Otro de los motivos de punición era el incumplimiento del voto de castidad realizado por la virgen al ingresar en la Casa, penado incluso con la muerte. Plutarco refiere el castigo que el re Tarquinio impuso para las vestales que rompieran el voto de castidad: ?Junto a la puerta Colina, dentro de la ciudad, se halla un largo y extenso túmulo de tierra llamado agger. Dentro de él se construyó un estrecho aposento subterráneo al cual se bajaba por una escalera. Había allí un lecho con cojines, una luz encendida y cantidad de alimentos como pan, agua, miel y aceite (?) La misma condenada era colocada en una litera que se cubría exteriormente con cortinas y se sujetaba con correas. Así la llevaban al Foro. Todos se apartaban silenciosos y la acompañaban sin articular palabra. Cuando la litera llegaba al sitio, los ministros de justicia desataban las correas, el Pontífice Maximo, antes del último paso, pronunciaba con las manos levantadas secretas oraciones a los dioses, sacaba a la condenada cubierta con espesos velos y la ponía en la escalera que baja a la cámara. Luego se volvía con los demás sacerdotes; en cuanto la Vestal había llegado al fondo, se sacaba la escalera y se cerraba el aposento con mucha tierra, hasta que el piso estuviera a nivel del túmulo?. Todas estas sujeciones y obligaciones que tenían las vestales encontraban su recompensa en el algo rango social de que disfrutaban, con una serie de privilegios exclusivos de ellas y otros propios de los varones. Entre esos privilegios podrían destacarse los siguientes: en los juicios, su testimonio tenía validez por sí mismo; si una vestal se cruzaba con un condenado a muerte de maneras fortuita, éste era eximido de su castigo; en virtud de la ley Horacia, eran las únicas mujeres que podían testar desde los primeros momentos de la Monarquía; ocupaban sitios preferenciales en los juegos y actos públicos y su veredicto era decisivo en la salvación o condena de los gladiadores caídos; siempre iban escoltadas por lictores en sus salidas públicas, cediéndoles los magistrados el paso, ? El final del culto a Vesta y de la orden de las vestales llegó en el siglo IV de la mano del emperador Teodosio I el Grande, quien, mediante el Edicto de Tesalónica, impuso el cristianismo como religión oficial del Imperio romano y decretó la prohibición de otros cultos. Tras esto, el templo de Vesta fue cerrado y la sagrada llama apagada, desapareciendo una de las instituciones con más arraigo en Roma.

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