CAPÍTULO 2
Aún rumiándome en la cabeza la historia de la putilla, Penélope no me da una tregua, se levanta y se dirige hacia donde estoy. No, es que estoy cerca de la puerta. Me mira esperándome y me tiende la mano. Se la cojo y me dejo guiar. Me lleva a través de un pasillo y se para frente a un letrero que corta el paso avisando que es ?PRIVADO?. Nos deslizamos dentro.
?No habrás desayunado nada.
?Café del malo. ?Digo abstraído en los bombones que rodean la mesa.
?Pide a la yaya Pepa lo que prefieras.
Cierro los ojos y al volver a abrirlos tengo delante a una yaya solícita esperando que formule 3 deseos:
?Sería una delicia disfrutar de sus galletas caseras, un café cargado y el periódico del día si ya lo tienen. ?La última frase se pierde en el canalillo de la jovencita con poca ropa que estaba al lado de la yaya. Culpa mía no es, los ojos son sabios.
Ejerce de madame requiriendo mi atención, y con voz firme me presenta a mi clienta, Rosarito, quien está entrando por la puerta. Mirando a la joven y volviendo a posar la mirada en la madura; a pesar de no ser ya lo que era, no sabría con quién quedarme. La niña de mis ojos tiene el semblante duro. No querrá que se le lea la mirada. Quizás sienta celos de éstas muñecas.
?Guapísima, siéntate a mi vera. ?Acompaño mi invitación de unas palmaditas en la silla, como si fuese su culete el palmeado.
Llevo mi desayuno a tientas hasta la boca, para no desperdiciar el festín carnal; que no solamente de deliciosas pastas se alimenta mi espíritu. Como el hecho de que hace años descubrí que es mejor escabullirse cuando la verdad es un callejón sin salida... Como cuando te dije que te quería... Y todavía me quema la prisa con la que te mal vestiste...
Habiendo terminado todas el desayuno le pido a Penélope entrevistar a la Rosarito. Mira a sus muchachas y dice:
?Chicas. ?Y las chicas se van levantando y abandonan la estancia.
?Quisiera hablar contigo, linda. ?Busca la aprobación de su protectora; al recibir el visto bueno me mira muy atenta.
?Niña, cuéntame tu versión, ¿hay algo que se te pueda haber quedado en el tintero?
Silencio, espera y paciencia rotos por mi boca royendo mi última pasta.
?Bueno, como seguramente sabe, cuando un hombre acude a un prostíbulo, usa a la prostituta de confesora. ?¿Cómo negar que sabía a qué se refería?: ?Ese estúpido largó demasiado en sus visitas y ahora se lamenta e intenta quitarme de en medio para remendar su poca precaución.
?Si cae ella, caemos todas. ?Muestra su preocupación mi Penélope.
?Encoñarse perjudica gravemente tu salud y la que están a tu alrededor. ¿Algún detalle que creas importante?
?Ummm. ?Piensa e informa seguidamente: ?Siempre mencionaba una perrera, yo primero no le daba importancia, porque me decía que sería como una protectora o una tienda de animales. Hasta que me sentí amenazada y empecé a atar cabos y puede que sea el nombre de un club, o puede ser quizá un nombre en clave.
?Sí... ?Me quedo lívido. Conozco demasiado bien a lo que se puede referir ese dato y me acojona la posibilidad de estar en lo cierto. Con los huevos atragantados le pregunto el nombre del susodicho.
?Ramiro Fdez. de Castro.
Miro a la falsa de mi ex amante con reproche por guardarse datos a su conveniencia; a sabiendas que de saberlo antes en la oficina, cuando me perfiló la historia me hubiera largado por patas. Me limito a asentir.
Me alejo del burdel conduciendo a demasiada velocidad. Necesito ordenar mis ideas. Me calmo ensañándome con el acelerador. Aún no son las 12:00 p.m. y el cuerpo me pide enfundarme un whisky. Reduzco la velocidad. He llegado a mi tugurio preferido. Estaciono.
LA PERRERA 2º Capítulo (gracias, TOBOSO)
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