El Espejo Erróneo (Poemario Completo)
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El Espejo Erróneo (Poemario Completo)
PARTE I
LOS ERRORES DEL PASADO
I
Permitidme que me ausente
ahora que la lluvia
moja las calles y se estanca,
no es con ánimo de ofender,
pero no tengo ganas
de que mi cara se proyecte
y descubra todos los errores del pasado.
II
Ahora me encuentro,
tras años de decepción,
el sombrÃo abismo de la derrota convertido
en hipnótico soliloquio de mi Ser,
destino de infinitas almas,
abandonado puerto para náufragas manos,
para secretas noches.
III
Al recuerdo somos como viento.
Navegamos por invisibles lÃneas
pensando que somos inmortales,
creación divina de la naturaleza,
mas el pudrir de la fruta
sobre las desgastadas espaldas
hace del espejo nuestro enemigo
y nos devuelve, con cada reflejo,
más a la tierra,
al polvo.
IV
Hoy olvidaré que he sido
y permitiré al viento pronunciar mi nombre,
le dejaré convertirme en niebla,
en silenciosa palabra,
en sencillo verso donde huiré,
entre páginas de la noche,
para que nadie me encuentre
entre tanto oscuro significado.
V
Con brusquedad cerré la puerta
y comenzó el alma a buscar una salida,
un resquicio de tiempo al que agarrarse
para no desaparecer entre tanta sombra,
entre tanta perdida palabra,
entre tanto poema muerto.
VI
Llegó la noche y al despertar,
ya nada era,
el mundo me habÃa ensombrecido,
el recuerdo se apoderó de mi nombre
hasta volverlo humo:
lejano eco de la existencia humana.
VII
Con altiva mirada escruto
desconocidos e insondables horizontes
en tiempos y lugares
totalmente ajenos a este alma mÃa,
un fugaz recuerdo que trepará
en las entrañas del otoño
y hará de mi Ser
un despojo más del pasado,
de la vida,
del silencio.
VIII
Pusieron sobre mà los dÃas y,
con las embestidas súbitas del viento,
logré abrir oxidados cerrojos,
olvidadas puertas,
sombras
y largos amaneceres
hasta dar con el enigmático lugar
donde me habÃa perdido:
el espejo.
IX
Fue entonces,
en aquella estancia sin luz,
donde mi reflejo cobró vida,
donde, por un momento,
logré observar las escamas de la noche
sin miedo a que mi sombra desapareciera
ante el súbito despertar de las horas.
X
De este modo fui adentrándome en pasados dÃas,
me tragaron los errores, las sombras,
y a cada paso me hice, si cabe, más etéreo,
desapareciendo como el que nunca ha estado,
como el que nunca ha existido.
PARTE II
SILENCIOS INCONTROLADOS EN EL ESPEJO
I
Me gustó observar a la vida claudicando,
pidiendo clemencia a la mañana que,
asesina, le acecha
y no repara en el fingir de mi sonrisa,
en el atisbo de libertad
que mis ya marcadas arrugas dibujan
despidiéndose de lo que fueron
alegres horas en mi existir
y a las cuales yo ahora renuncio
para no dejar rastro de mi presencia.
II
Pude ver al invierno ante mÃ,
inapelable, cumpliendo su función de verdugo,
haciendo de mi desespere su alimento,
volviendo, al más inútil de los hombres,
sublime metáfora en mi poesÃa y,
a escondidas, en la noche,
arrancar el humo a las palabras
con la levedad del que, sin prisa,
lo deja todo y, resignado,
se entrega al fracaso más absoluto.
III
Solo tuve que sentarme y esperar
suicidas olas que trajesen tu recuerdo
a estos páramos olvidados
por mis invisibles dÃas,
dejar al hastÃo pulular en mis adentros
cobijándose en lágrimas de fracaso,
sacudir mi voz, labrarla en piedra,
dejarla volar a su antojo para que,
tal vez, tu marcha suene
letanÃa en el espejo.
IV
Y en este laberinto de luz,
los dÃas se suceden acompañados
por erráticos segundos de mi vida,
sencillos versos que inmortalizarán
mi nombre a cada paso,
consumiendo restos de lo que antaño fue
sombrÃa presencia.
V
Allà estaban, a mi lado,
expectantes ante una vida totalmente ajena,
anhelado reflejo de mi ser,
culmen de lo mÃsero,
supurado odio de muertas palabras
y putrefactos versos,
derrota hecha carne que dará, si cabe,
un mayor aspecto de fracaso
a mi ya extinta conciencia.
VI
Los árboles se elevan como difuntos que
asustados huyen de sus terrenales cadenas
entregándose al morir cotidiano
de abandonados dÃas,
al romper implacable de espumosas olas,
al inquisitivo mirar de los espejos
que conducen al hombre
a la eterna condena de si mismo.
VII
Simplemente me senté ante él
y dejé a la noche afilar sus puñales,
sabÃa que me atraparÃa su reflejo,
nunca dudé de que mi sombra volviese
y al poco empecé a quedarme solo,
el silencio habÃa cumplido su cometido,
finalmente, obtuve mi poesÃa.
VIII
Llega la mañana de mi vida,
inversa metáfora de la muerte,
sombra que parte con el morir de la palabra
y encuentra en el espejo
el final de su agonÃa.
IX
Y a la ciudad le sobraron calles,
alas de negras palomas,
fachadas de grises edificios,
pies, manos, ojos,
tantas y tantas cosas,
que no fue capaz de dormir
y al rato ya no era, sino,
un espejismo de la noche.
X
Finalizó la nocturna oscuridad
y era la mañana
un claro reflejo de la vida,
un súbito despertar de la muerte,
el impetuoso nacer de la palabra
a través de ojos que no eran mÃos,
de extraños y confusos labios,
de trémulas caricias que resbalan
por desconocidas paredes.
PARTE III
INDESCRIPTIBLE MELOD�A
I
Rasgué aquella habitación y,
en todas sus esquinas,
hallé la presencia del querer
convertida en sombra de tu cuerpo,
parte inequÃvoca de mi amor por la vida, por ti,
prolongado amanecer en mi memoria,
eterna primavera en mi alma,
luz refleja en el olvidado espejo
de un yo totalmente distinto,
totalmente extraño.
II
Tal vez, si yo fuera poeta,
no escribirÃa tu nombre,
ni siquiera me atreverÃa a imaginarte,
simplemente me limitarÃa
a inundar de palabras
vacÃas estancias donde no habitase tu presencia
para que, con el caer de la noche,
pudiera recordarte mi alma
y, en el llegar de la mañana,
tu minúsculo ser brotase
de cada una de las cosas.
III
Se repitió durante toda la tarde.
Era una melodÃa indescriptible
que parecÃa nacer de tus ojos,
enigmática unas veces,
otras, esquiva,
haciendo de mi mente
etérea cárcel sin cadenas,
tal que Segismundo,
condenado siempre de antemano
a convertir mi Ser
en una voluble masa de palabras
donde se esconda el secreto
de mi tan estúpida sonrisa.
IV
No pienses que mi callada voz
alberga las dudas de un amordazado pasado
pues es en ese silencio
donde tu alma vive con más fuerza,
aferrándose a todo cuanto tengo,
intentando invadir rincones,
cerrojos, dinteles,
sumiéndose en mis profundas ideas,
rasgando mis solitarias sábanas,
mordiendo mis sedientos labios.
V
Dejadme en paz
con la soledad que habita en mis dÃas
pues solamente en ella
encuentro el motivo de vivir,
solamente en ella
sus palabras cobran sentido,
solamente en ella
el refugio se vuelve humo,
ligera niebla,
nocturno verso.
VI
En ocasiones me siento tan desnudo,
falto de verbos y de palabras,
que pronto intento transformarme
y cambio el color de mi rostro
por el orÃn de un atardecer a tu lado,
donde la nada impregne nuestros huesos
como si de salitre se tratara,
como si al tiempo no le quedaran segundos,
como si fuesen nuestros últimos besos.
VII
Deserté, como el más cobarde,
del agrio camino de las noches
y deambulé por las sendas del recuerdo
como niño que huye de las olas
refugiándose en los maternos brazos
ante el miedo que le provoca
la idea de perder todo aquello
cuanto ha creado.
VIII
Encontrándome cerca del final,
libre, por fin, del yugo del pasado,
los dÃas van forjando ligera memoria
y hacen que mi vida vuelva,
irremediablemente, al punto inicial,
al exacto lugar donde comenzó este camino,
donde comenzó este latido incesante de pasiones,
refugio de perturbado loco,
sueño de harapiento niño,
retén de fugitivas horas.
IX
Dime,
ahora que estamos solos,
si has logrado descubrir
la razón de tamaña mentira
en mis infinitas y confusas imágenes,
si has conseguido beber,
aunque sea por un momento,
de la misma nocturna brisa que me arropa,
dime,
ahora que estamos solos,
si no te sientes mejor a mi lado.
X
El dÃa escupió en la ventana
y yo, ingenuo de mÃ,
asomé la cabeza esperando
el golpear atroz de la vida
contra mi desnudo pecho,
escuálido caparazón de mi ser,
mas cuál fue mi sorpresa al descubrir
que era la infatigable primavera,
camuflada en una mediterránea brisa,
la que andaba predicando tu nombre
en un vano intento por confundirme
y asà quedar impresa en mis versos
robándote tu espacio, tomando tu forma,
volviéndose, de cada vez, más humana.
Menos mal que me percaté a tiempo
y profanando el cerrojo
destruà aquel viejo y carcomido espejo.
LOS ERRORES DEL PASADO
I
Permitidme que me ausente
ahora que la lluvia
moja las calles y se estanca,
no es con ánimo de ofender,
pero no tengo ganas
de que mi cara se proyecte
y descubra todos los errores del pasado.
II
Ahora me encuentro,
tras años de decepción,
el sombrÃo abismo de la derrota convertido
en hipnótico soliloquio de mi Ser,
destino de infinitas almas,
abandonado puerto para náufragas manos,
para secretas noches.
III
Al recuerdo somos como viento.
Navegamos por invisibles lÃneas
pensando que somos inmortales,
creación divina de la naturaleza,
mas el pudrir de la fruta
sobre las desgastadas espaldas
hace del espejo nuestro enemigo
y nos devuelve, con cada reflejo,
más a la tierra,
al polvo.
IV
Hoy olvidaré que he sido
y permitiré al viento pronunciar mi nombre,
le dejaré convertirme en niebla,
en silenciosa palabra,
en sencillo verso donde huiré,
entre páginas de la noche,
para que nadie me encuentre
entre tanto oscuro significado.
V
Con brusquedad cerré la puerta
y comenzó el alma a buscar una salida,
un resquicio de tiempo al que agarrarse
para no desaparecer entre tanta sombra,
entre tanta perdida palabra,
entre tanto poema muerto.
VI
Llegó la noche y al despertar,
ya nada era,
el mundo me habÃa ensombrecido,
el recuerdo se apoderó de mi nombre
hasta volverlo humo:
lejano eco de la existencia humana.
VII
Con altiva mirada escruto
desconocidos e insondables horizontes
en tiempos y lugares
totalmente ajenos a este alma mÃa,
un fugaz recuerdo que trepará
en las entrañas del otoño
y hará de mi Ser
un despojo más del pasado,
de la vida,
del silencio.
VIII
Pusieron sobre mà los dÃas y,
con las embestidas súbitas del viento,
logré abrir oxidados cerrojos,
olvidadas puertas,
sombras
y largos amaneceres
hasta dar con el enigmático lugar
donde me habÃa perdido:
el espejo.
IX
Fue entonces,
en aquella estancia sin luz,
donde mi reflejo cobró vida,
donde, por un momento,
logré observar las escamas de la noche
sin miedo a que mi sombra desapareciera
ante el súbito despertar de las horas.
X
De este modo fui adentrándome en pasados dÃas,
me tragaron los errores, las sombras,
y a cada paso me hice, si cabe, más etéreo,
desapareciendo como el que nunca ha estado,
como el que nunca ha existido.
PARTE II
SILENCIOS INCONTROLADOS EN EL ESPEJO
I
Me gustó observar a la vida claudicando,
pidiendo clemencia a la mañana que,
asesina, le acecha
y no repara en el fingir de mi sonrisa,
en el atisbo de libertad
que mis ya marcadas arrugas dibujan
despidiéndose de lo que fueron
alegres horas en mi existir
y a las cuales yo ahora renuncio
para no dejar rastro de mi presencia.
II
Pude ver al invierno ante mÃ,
inapelable, cumpliendo su función de verdugo,
haciendo de mi desespere su alimento,
volviendo, al más inútil de los hombres,
sublime metáfora en mi poesÃa y,
a escondidas, en la noche,
arrancar el humo a las palabras
con la levedad del que, sin prisa,
lo deja todo y, resignado,
se entrega al fracaso más absoluto.
III
Solo tuve que sentarme y esperar
suicidas olas que trajesen tu recuerdo
a estos páramos olvidados
por mis invisibles dÃas,
dejar al hastÃo pulular en mis adentros
cobijándose en lágrimas de fracaso,
sacudir mi voz, labrarla en piedra,
dejarla volar a su antojo para que,
tal vez, tu marcha suene
letanÃa en el espejo.
IV
Y en este laberinto de luz,
los dÃas se suceden acompañados
por erráticos segundos de mi vida,
sencillos versos que inmortalizarán
mi nombre a cada paso,
consumiendo restos de lo que antaño fue
sombrÃa presencia.
V
Allà estaban, a mi lado,
expectantes ante una vida totalmente ajena,
anhelado reflejo de mi ser,
culmen de lo mÃsero,
supurado odio de muertas palabras
y putrefactos versos,
derrota hecha carne que dará, si cabe,
un mayor aspecto de fracaso
a mi ya extinta conciencia.
VI
Los árboles se elevan como difuntos que
asustados huyen de sus terrenales cadenas
entregándose al morir cotidiano
de abandonados dÃas,
al romper implacable de espumosas olas,
al inquisitivo mirar de los espejos
que conducen al hombre
a la eterna condena de si mismo.
VII
Simplemente me senté ante él
y dejé a la noche afilar sus puñales,
sabÃa que me atraparÃa su reflejo,
nunca dudé de que mi sombra volviese
y al poco empecé a quedarme solo,
el silencio habÃa cumplido su cometido,
finalmente, obtuve mi poesÃa.
VIII
Llega la mañana de mi vida,
inversa metáfora de la muerte,
sombra que parte con el morir de la palabra
y encuentra en el espejo
el final de su agonÃa.
IX
Y a la ciudad le sobraron calles,
alas de negras palomas,
fachadas de grises edificios,
pies, manos, ojos,
tantas y tantas cosas,
que no fue capaz de dormir
y al rato ya no era, sino,
un espejismo de la noche.
X
Finalizó la nocturna oscuridad
y era la mañana
un claro reflejo de la vida,
un súbito despertar de la muerte,
el impetuoso nacer de la palabra
a través de ojos que no eran mÃos,
de extraños y confusos labios,
de trémulas caricias que resbalan
por desconocidas paredes.
PARTE III
INDESCRIPTIBLE MELOD�A
I
Rasgué aquella habitación y,
en todas sus esquinas,
hallé la presencia del querer
convertida en sombra de tu cuerpo,
parte inequÃvoca de mi amor por la vida, por ti,
prolongado amanecer en mi memoria,
eterna primavera en mi alma,
luz refleja en el olvidado espejo
de un yo totalmente distinto,
totalmente extraño.
II
Tal vez, si yo fuera poeta,
no escribirÃa tu nombre,
ni siquiera me atreverÃa a imaginarte,
simplemente me limitarÃa
a inundar de palabras
vacÃas estancias donde no habitase tu presencia
para que, con el caer de la noche,
pudiera recordarte mi alma
y, en el llegar de la mañana,
tu minúsculo ser brotase
de cada una de las cosas.
III
Se repitió durante toda la tarde.
Era una melodÃa indescriptible
que parecÃa nacer de tus ojos,
enigmática unas veces,
otras, esquiva,
haciendo de mi mente
etérea cárcel sin cadenas,
tal que Segismundo,
condenado siempre de antemano
a convertir mi Ser
en una voluble masa de palabras
donde se esconda el secreto
de mi tan estúpida sonrisa.
IV
No pienses que mi callada voz
alberga las dudas de un amordazado pasado
pues es en ese silencio
donde tu alma vive con más fuerza,
aferrándose a todo cuanto tengo,
intentando invadir rincones,
cerrojos, dinteles,
sumiéndose en mis profundas ideas,
rasgando mis solitarias sábanas,
mordiendo mis sedientos labios.
V
Dejadme en paz
con la soledad que habita en mis dÃas
pues solamente en ella
encuentro el motivo de vivir,
solamente en ella
sus palabras cobran sentido,
solamente en ella
el refugio se vuelve humo,
ligera niebla,
nocturno verso.
VI
En ocasiones me siento tan desnudo,
falto de verbos y de palabras,
que pronto intento transformarme
y cambio el color de mi rostro
por el orÃn de un atardecer a tu lado,
donde la nada impregne nuestros huesos
como si de salitre se tratara,
como si al tiempo no le quedaran segundos,
como si fuesen nuestros últimos besos.
VII
Deserté, como el más cobarde,
del agrio camino de las noches
y deambulé por las sendas del recuerdo
como niño que huye de las olas
refugiándose en los maternos brazos
ante el miedo que le provoca
la idea de perder todo aquello
cuanto ha creado.
VIII
Encontrándome cerca del final,
libre, por fin, del yugo del pasado,
los dÃas van forjando ligera memoria
y hacen que mi vida vuelva,
irremediablemente, al punto inicial,
al exacto lugar donde comenzó este camino,
donde comenzó este latido incesante de pasiones,
refugio de perturbado loco,
sueño de harapiento niño,
retén de fugitivas horas.
IX
Dime,
ahora que estamos solos,
si has logrado descubrir
la razón de tamaña mentira
en mis infinitas y confusas imágenes,
si has conseguido beber,
aunque sea por un momento,
de la misma nocturna brisa que me arropa,
dime,
ahora que estamos solos,
si no te sientes mejor a mi lado.
X
El dÃa escupió en la ventana
y yo, ingenuo de mÃ,
asomé la cabeza esperando
el golpear atroz de la vida
contra mi desnudo pecho,
escuálido caparazón de mi ser,
mas cuál fue mi sorpresa al descubrir
que era la infatigable primavera,
camuflada en una mediterránea brisa,
la que andaba predicando tu nombre
en un vano intento por confundirme
y asà quedar impresa en mis versos
robándote tu espacio, tomando tu forma,
volviéndose, de cada vez, más humana.
Menos mal que me percaté a tiempo
y profanando el cerrojo
destruà aquel viejo y carcomido espejo.
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- Registrado: Lun Sep 20, 2004 9:15 pm
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- Registrado: Mar Nov 15, 2005 11:12 pm
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"Tal vez, si yo fuera poeta,
no escribiría tu nombre,
ni siquiera me atrevería a imaginarte,
simplemente me limitaría
a inundar de palabras
vacías estancias donde no habitase tu presencia
para que, con el caer de la noche,
pudiera recordarte mi alma
y, en el llegar de la mañana,
tu minúsculo ser brotase
de cada una de las cosas."
Todo es la leche, pero esta parte me ha flipao..
muy bueno, muy bueno
no escribiría tu nombre,
ni siquiera me atrevería a imaginarte,
simplemente me limitaría
a inundar de palabras
vacías estancias donde no habitase tu presencia
para que, con el caer de la noche,
pudiera recordarte mi alma
y, en el llegar de la mañana,
tu minúsculo ser brotase
de cada una de las cosas."
Todo es la leche, pero esta parte me ha flipao..
muy bueno, muy bueno
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- Registrado: Dom Ene 22, 2006 3:15 pm
Puto mamonaso, he leído cosas que ahora mismo no hubiera debido leer. Gran reaparición perro. Más disfrutado ahora que en anteriores lecturas, fijo. Compadre, intuyo un cambio radical en tu vida que se refleja en el poemario. Muy tuyo si, como ya han dicho, pero en una versión mejorada. Todo perfectamente enlazado. Ladridos. auuuu
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Un trabajo lleno de detalles y profundidad.
Me gusta el estilo.
Cuando mencionas a Segismundo... a que Segismundo te refieres?
"Se repitió durante toda la tarde.
Era una melodía indescriptible
que parecía nacer de tus ojos,
enigmática unas veces,
otras, esquiva,
haciendo de mi mente
etérea cárcel sin cadenas,
tal que Segismundo,
condenado siempre de antemano
a convertir mi Ser
en una voluble masa de palabras
donde se esconda el secreto
de mi tan estúpida sonrisa. "
Me gusta el estilo.
Cuando mencionas a Segismundo... a que Segismundo te refieres?
"Se repitió durante toda la tarde.
Era una melodía indescriptible
que parecía nacer de tus ojos,
enigmática unas veces,
otras, esquiva,
haciendo de mi mente
etérea cárcel sin cadenas,
tal que Segismundo,
condenado siempre de antemano
a convertir mi Ser
en una voluble masa de palabras
donde se esconda el secreto
de mi tan estúpida sonrisa. "
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