una musa en el fondo del sombrero,
el resto se marchó tras conocer el percal
pero yo, insurrecto, sigo ordenando, afilando,
lanzando dardos con el veneno
de mi liturgia aconfesional.
Evitando la tentación de ser rebaño
me ajusto la pernera del disfraz del animal nocturno,
pues este cúmulo de sensaciones
me incita al hurto de toda emoción humana.
Las palabras se las llevará el viento
pero las mías las tiendo de madrugada
para que cobren sentido y el aliento de un niño
que dibuja sin decir nada.
Escribo por dejar de sustentar
el insomnio cerebral
de los que aún estamos vivos,
entre diente y diente la libertad
de alquitranarte los oídos
con mi aurora boreal.
Escribo por mantener las constantes vitales
que me dio mi madre
y que nadie apagará
porque el que escribe tiene puñales en la lengua
y maneras de soñar
y maneras de vivir
