?El rock hedonista define esta época?

Procedente de la generación que forjó las bases del periodismo musical en España en los 70, Chema Rey ha ejercido de gurú de la psicodelia, el swinging London y el indie bailable durante 25 años en Bulevar, emblemático espacio de Radio 3. Ahora retirado de la emisora pública tras el último expediente de regulación de trabajadores, este amante de la literatura ?tardomedieval? y descubridor de una generación de bandas españolas ?que bautizó como La revolución de los colores? disfruta de su nueva faceta de DJ. Lleva más de 60 bolos este año y se estrenó en Granada con una sesión en la sala Sugarpop.
¿Cómo planteas esta nueva versión de Bulevar a los platos?
Muy próxima al espÃritu de Bulevar. De hecho, comienzo con la sintonÃa, lo presento en directo y luego depende mucho del tipo de público o sala. Si compruebo que la audiencia es fan del programa y de Radio 3, voy interaccionando con la gente, comentando los temas y obligándola a participar. La verdad es que hay noches fantásticas en las que el público corea las canciones, bajo la música y son ellos los que cantan. Un poco como un concierto.
O sea, que hablamos de sesiones muy radiofónicas?
La sesión viene a ser un grandes éxitos de Bulevar, un reflejo concentrado y orientado muy directamente al baile de los grupo que he tenido el honor de descubrir o estrenar en España. Primal Scream, White Stripes, Rinôçérôse, Beck, Dandy Warhols, asà como los nacionales que yo englobé como La revolución de los colores: Deluxe, Sidonie, Sunday Drives, Lori Meyers? Todo salpicado de clásicos absolutos que acompañan mi trayectoria como crÃtico musical.
Siempre rechazaste convertirte en DJ. ¿Cómo contemplas el oficio ahora que manejas una agenda propia de estrella de rock?
La verdad es que estoy alucinado. Como soy incrédulo por naturaleza, no acabo de entender bien todo esto. Es cierto que siempre me negué a pinchar. Básicamente, mi rechazo se debÃa al estrés de la dinámica diaria de un espacio como Bulevar, que me cocÃa yo solito y requerÃa 48 horas al dÃa. Me hubiera resultado imposible teniendo a Siglo XXI como competencia directa. Claro, que lo mismo le pasaba a Tomás F. Flores. Era tal la rivalidad por el estreno, la hiperactualidad, que, de verdad, han sido años de trabajar al lÃmite. Y a pesar de que yo funciono mejor under pressure, lo cierto es que no quedaban resquicios para caprichos veniales como pinchar.
¿Uno es consciente del poder cuando el buque está en marcha?
Precisamente, por haber estado en la burbuja hiperactiva, uno no es consciente de la posible trascendencia que su tarea tiene en la gente. Hombre, sà eres consciente de que tu trabajo funciona. De que los grupos que apoyas salen a flote, ?triunfan?. De que las compañÃas, los managers, te dan a ti y no a otros sus discos para que los estrenes. Pero eso, que siempre puede ser halagador para el ego, no te da una perspectiva de tu repercusión real. Una noción del contacto con alguien que intuyes al otro lado y con el que, por la dinámica de las cosas, nunca piensas en esa complicidad que la coartada musical establece. Por eso, descubrir ahora que te llaman para que pinches en festivales y salas por toda España, y que la gente te respeta, te quiere o te abronca por haberles dejado huérfanos es algo muy, muy gratificante. Ciertamente, yo no me esperaba esta respuesta. Sobre todo después de dejar Radio 3. Ni muchos menos esta agenda. Sólo desde febrero hasta que terminen las navidades habré realizado cerca de setenta sesiones desde Galicia a AlmerÃa. Por cierto, en diciembre hasta me he permitido montar una mini-gira Sunset Bulevar, la otra sesión que hago y que refleja el programa de los viernes, el de psicodelia sixties.
¿Qué es lo que más te gusta del rol de pincha?
La verdad, es otra dimensión. Mucho más próxima. Me gusta especialmente haber descubierto el contacto real, el tú a tú con la gente. Como soy poco dado al halago ?ya sabes, los de Burgos tenemos fama de secos?, al principio me resultaba un poco violento, me ruboriza que la gente te demuestre su afecto, que te cuenten cómo te escuchaban de jovencitos en la cama con auriculares porque sus padres nos les dejaban oÃr Diario Pop por la noche, ni Arrebato? Es increÃble la de historias personales que descubres. Por un lado es reconfortante encontrar asÃ, en vivo, el eco de tu trabajo estos años. Pero, a la vez, es un poco abrumador por la responsabilidad que te cae encima. En fin, that?s life.
¿Te costó abandonar la actividad frenética del periodismo musical?
Como fue un proceso gradual desde que surgió la idea del ERE de RTVE, fui haciéndome a la idea. Dejar Radio 3 no me costó demasiado porque pienso que estamos en un momento clave. En el fin de una era: la crisis de la industria musical y de los formatos a todos los niveles, incluida la radio. Vivimos un tiempo de cambio hacia un mundo musical incierto pero apasionante. HabÃa que dar ese salto. Además, poco antes de mi fiesta de despedida en la Joy Eslava de Madrid, un grupo mediático muy importante me ofreció crear una emisora alternativa dedicada, por mi perfil, a la música indie, que ahà está aún, en stand-by. Por otra parte, no he abandonado ni mucho menos el periodismo musical. Estoy menos atacao que con el estrés del programa, pero sigo igual de liado pinchando, presentando cosas, dando charlas o escribiendo en medios afines, como Arto o la página Heineken.es, que es, posiblemente, la mejor en formato indie.
Durante un cuarto de siglo en antena, Bulevar catapultó a numerosos artistas en Radio 3. ¿Te consideras un padrino?
Si desvestimos al epÃteto de sus connotaciones mafiosas, sÃ, claro. En cierta manera, cualquiera de nosotros, Ordovás, Tomás F. Flores o Julio Ruiz, somos un poco padrinos de diversos artistas, incluso escenas, en determinados momentos de esta pequeña larga historia que arranca en la Transición y sigue la dichosa Movida. Lo curioso es que mi vinculación fue siempre mayor con la música internacional. Yo fui culpable en los ochenta de la irrupción del Nuevo Rock Americano. Es más, me tocó presentar a Dream Syndicate en el histórico La Edad de Oro. De alguna forma, descubrà a U2, REM o Pixies. Y sufrÃ, como U2, el castigo del público por defender en aquel punto la introducción de la electrónica, la revolución de Primal Scream y los sonidos de Manchester.
¿Cuándo te empezó a interesar el producto español?
No fue hasta Los Planetas y Dover que la música española comenzó a despertar en inglés o en castellano y empezó realmente a apasionarme. Nadie sabrá nunca lo que Los Planetas o Dover hicieron, a su manera y desde frentes complementarios, por la música en este paÃs. Tras ellos, el universo indie se abrió dejando paso a un relevo que yo considero el más brillante de la música española. Con respecto a algunos protagonistas de esa nueva generación, puedo aceptar lo de padrino.
En realidad, ¿a qué te referÃas con aquello de La revolución de los colores?
Bueno, creo que es un concepto bastante diáfano sobre ese relevo generacional. Lo comencé a usar en el programa como lazo de unión y luego quedó aún más claro en el disco antológico que editamos con casi todos los grupos que, a mi manera, conforman el movimiento. En los comentarios de introducción del disco reflejo que, pese a las distancias geográficas, esta década ha producido un sarpullido de imaginación, de fantasÃas musicales inéditas en España y que, curiosamente, por primera vez coinciden sin ir a remolque de la evolución del pop internacional, con el rescate espiritual de la psicodelia, tal vez el periodo más floreciente y trascendente de la historia del pop. Un ideario de actitudes, sonidos y afinidad generacional que emparenta a Deluxe, Sidonie, Lori Meyers, Sunday Drivers, pero también a Cycle, Digital 21 o, en algún momento, por contagio, a artistas como Amaral.
Aunque llegaste a escribir sobre las oscuridades del heavy?
La verdad es que, salvo algún que otro reportaje en revistas como Interviú sobre giras del verano y tonterÃas de esas, he tenido la suerte de no escribir nunca artÃculos alimenticios. Lo del heavy fue una oferta de Rock Espezial, la primigenia Rockdelux, para una enciclopedia del género que fue la primera en España (1982) y por la que cobré una cantidad que ahora serÃa un sueño. Pese a ser miembro cofundador, al llegar el último y ser el menos conocido en aquella pléyade de Jaime Gonzalo, Ignacio Juliá y Diego Manrique, me tocó la sección de heavy, algo que en aquel momento sufrÃa también una transformación con gentes como Iron Maiden y demás. Yo aún mantengo la validez del primer heavy, el de los setenta, que condensó actitudes incrustadas incluso en los mods en forma de riffs y elementos pre hard-rock.
¿Con qué te quedas de tus años en la radio?
Con casi todo. Es toda una vida salpicada de buenos y malos momentos, como los enfrentamientos feroces y las rupturas de amistades. Pero todo ello forma parte, a su vez, de una evolución personal que enriquece a la larga. Obviamente, uno se queda más con lo bueno y la verdad es que el balance es tan copioso que resulta difÃcil escoger. Echo de menos las retrasmisiones del FIB, y a los otros lados del triangulo, Julio y Tomás. Los tiempos duros del Diario Pop, cuando Jesús y yo estábamos solos antes el peligro. Los viajes a Nueva York, cuando la industria podÃa costearse esos dispendios. Me quedo con mi modesto papel como impulsor de ese colectivo de nuevos artistas que son ahora, cada uno en su personal senda, el futuro evidente del pop español. Nombres como Deluxe o Lori Meyers. Y muy especialmente con la fiesta de despedida en Joy Eslava, con todos esos grupos intercambiando versiones y canciones. Y, sobre todo, con la recuperación paralela que tuvo lugar durante la fiesta de la amistad con Jesús Ordovás, o su reconciliación con Julio? Fue tan hermoso como la gratitud de los grupos y la gente que acudió al evento. Eso sà fue importante.
¿Y qué opinas del maniqueÃsmo en la prensa especializada? Ya sabes, esas guerras entre tribus urbanas; los odios que indies y rockers se profesan.
Siempre ha sido asÃ. Parece que el enfrentamiento es parte de la condición humana. Pero es algo todavÃa más inevitable en un mundo tan autista como el de los medios alternativos, que proyecta en determinados grupos sus deseos, frustraciones o actitudes personales y que no entiende ni perdona supuestas traiciones. Es lamentable ese falso purismo indie que trata de impedir el crecimiento de los artistas. Entiendo la crÃtica, feroz incluso, contra aquellos que escogen la comercialidad y cuya pérdida de motivación desemboca en discos deplorables. Pero no a artistas que dan un paso arriesgado en busca de sà mismos, como Deluxe o Sidonie, y se encuentran con cierta incomprensión de sus seguidores iniciales.
Cuenta el periodista Jaime Gonzalo que, en este gremio, lo peligroso es no tener enemigos. ¿Has acumulado muchos?
SÃ, claro. Los suficientes para confirmar un sólido estatus en esa sentencia derivada del ?siempre es interesante que hablen de uno, aunque sea bien?, que escribió Oscar Wilde. Supongo que un mundo donde los periodistas necesitan afirmarse como artistas propicia una hoguera de vanidades y odios irracionales. Todo disfrazado, eso sÃ, en aras de la defensa de actitudes. Cosa que, también hay que decirlo, a veces es cierta. Lo peor de esto es que, al ser una figura pública en cierta manera, un famosillo dentro del satélite de la música, estás expuesto a que cualquier cretino o malintencionado pueda difundir bulos o lo que se le ocurra sin que tengas la posibilidad de defenderte. Recuerdo una vez en que alguien, desde no se sabe dónde, aseguraba que a mà y a algún compañero de Radio 3 nos untaban por poner a no sé qué artistas. Por suerte, el tiempo suele poner a cada uno en su sitio.
¿Goza de buena salud ese rock de caderas que defiendes?
Eso parece. En realidad, ese concepto de rock con actitud hedonista es, en buena parte, el que define nuestra época. Incluso Primal Scream apuestan por recuperar el optimismo mordaz, como los tiempos requieren.
Dime, ¿qué te tiene enganchado?
Siempre hay alguien en tu vida. En mi caso, suelo ser un fan un tanto promiscuo. En nacional, Arizona Baby me parecen algo insólito. Es un trÃo, con dos acústicas y minibaterÃa, que te deja boquiabierto, especialmente en directo. Más salvajes que cualquier banda eléctrica. Nudozurdo me parecen devastadores. Y hay una banda que se llama L.A. que acaba de reinventarse en algo espectacular, muy british: al tiempo. Y también tengo devoción por Virus, Russian Red, Tulsa y obviamente por todos mis niños de La revolución de los colores. En internacional, me encantan Cut Copy, Black Kids, Deerhunter, Santogold e incluso la inmediatez de Pete and The Pirates. Como discos del año, Nick Cave y el de Raconteurs, que me parece el mejor álbum de rock de los últimos 15 años.
Alaska cantaba ?quiero ser un bote de Colón y salir anunciada en televisión?. ¿Qué reflexión te sugiere que los indies de hoy aparezcan de forma anónima en la banda sonora de los spots?
Dada la crisis, me parece legÃtimo que los artistas presten sus canciones a series o pelÃculas, algo que, por suerte, parece una práctica en auge en nuestra tele. No sé si sirve de mucho en cuanto a que un público más amplio descubra su música, pero sà ayuda lo suyo en derechos de autor, para mitigar las miserias de la crisis. Es una forma de subsistencia. El tema de los botes de Colón, la publicidad, los sponsors y todo eso, es algo más resbaladizo. Lo suyo serÃa que el Revolucion de los Beatles no acabara anunciando coches de lujo.
Hace poco, tu colega Diego Manrique ponÃa como ejemplo a Deluxe para explicar las eternas reticencias entre las multinacionales y el pop independiente. ¿Por qué nuestros músicos no triunfan en primera división?
Es el signo de los tiempos. En los sesenta, los grandes llegaban a ser populares. Ahora también, pero fuera. Este paÃs es diferente. Salvo lo que yo llamo la ?época del espejismo?, que acompañó a la irrupción del CD, la del disco como regalo navideño que marcó el fin de la Movida, la música sufrió una conmoción, una vuelta voluntaria al underground propiciada por lo indie y que ha construido su propio universo paralelo. Hay una brecha prácticamente insalvable entre ambos mundos. La mejor música, como siempre, se queda en el lado minoritario.
¿Y quién tiene la culpa?
La culpa no es esencialmente de las compañÃas. ¡Qué más quisieran ellas que vender lo que fuera! Tampoco del falso debate ?multis-indies?. El problema es básicamente de educación. De sensibilidad. Y de polÃticas culturales que fomentan o permiten ejercicios de embrutecimiento colectivo como O.T., que no es sino la variante musical del fenómeno general de la telebasura. Afortunadamente, y de esto suelo hablar en mis conferencias, también hemos tejido un circuito de salas y técnicos que permiten la subsistencia a una ingente cantidad de personas, músicos, mantenedores y seguidores de ese entramado llamando música alternativa, en el que, ¡cómo no!, se dan a su vez niveles de rango y escalafón. Asà que, bien mirado, ¿quién necesita la primera división cuando lo que importa es la música?
Los Planetas, Lagartija Nick, Lapido, Niños Mutantes, Lori Meyers? ¿Qué me dices de la escena granadina?
Que siempre ha sido tremenda y que, por suerte, se renueva cada temporada. Lo que siempre me ha impactado de ella es su nivel poético. A veces, un tanto excesivo. Ya en los ochenta, el nivel literario de bandas como 091 era excepcional. Para mÃ, Qué fue del siglo XX, de Lapido, es la versión pop del libro de Eric Hobsbawm, puro arte visual en literatura pop. Y Jota Planetas tiene momentos sublimes de literatura psicodélica, como en San Juan de La Cruz.