La presiento. No puede andar muy lejos.
La sueño en noches de rojo confuso
y me despierto con ella en el zumo
albino de la mañana de hielo.
La presiento, impalpable como el sueño,
inmóvil, allá en un rincón oscuro.
Amarillean mis ojos al desnudo,
hedor de su azufre helando mis huesos.
Hoy la he soñado más clara que nunca,
temblaba su fuego en mi última vértebra,
se incendiaban sus labios en mi nuca.
Al aire sus pechos y su leche negra
ha corrido hacia mí, siempre desnuda.
(La muerte es como un amante cualquiera)
ELLA
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