¿Sabeis de esas personas que solo con verlas un segundo ya sabes que son gente honrada?.
Dicho esto, quería contaros a todos la historia de una amiga mía, Ascensión es una señora de unos setenta y pocos, con una mirada que por nervioso que estés siempre termina transmitiéndote la paz, suele llevar vestidos estilo camisón, ella dice que no, pero yo se que es para disimular un poco esos kilitos que tiene de más.
La vida nunca le ha tratado muy bien, pero deben ser cosas de la época, a los ocho años empezó limpiando casas como extra para ayudar a su madre, por lo que no pudo ir a la escuela, pero una muestra de hace más el que quiere que el que puede, es de que ella no sabía ni leer ni escribir, pero lo aprendió con el fin de escribirse cartas con un novio que estaba haciendo el servicio militar en Ceuta.
Ascensión se casó siendo un poco mayor, pero de poco le valió esto ya que su marido le abandonó sin dar ninguna explicación a los dos años de estar casados. El estado español dice que nunca ha trabajado, pero lo que no saben estos buitres es que ha trabajado toda su vida, pero al no haber tenido nunca constancia para la seguridad social no tiene más que una pensión de cuatrocientos euros, que ya sabéis para lo que puede dar para una persona que es ama de casa y ama de su casa, Ascensión no sueña con un chalet, tampoco con llevar pendientes que contengan piedras preciosas, pues ella sabe que las orejas solo las tiene para escuchar, al igual que llevar anillos y todo tipo de alhajas pues sus manos solo son para dar.
El barrio donde vive mi carismática amiga es un sumidero de droga, cuando ella llegó por primera vez en el año 52 eran unas viviendas nuevas, de protección oficial pero al fin y al cabo nuevas, pero poco a poco con los años se ha ido convirtiendo en uno de los supermercados más importantes de la droga de la región, tampoco había que ser un cerebrito para saber como iba a acabar Ascensión, no penséis que siendo una yonqui, todo lo contrario, su trabajo era abastecer a la población con sus dosis singulares, en sus comienzos suministraba heroína pero al ver como se iba quedando todos sus clientes, le pudo la conciencia y comenzó a pasar hachís a los pocos meses. Ella sabia que lo que hacia no estaba bien, pero por otro lado miraba su situación y no tenia muchas más opciones, ya que al desaparecer su marido cuando solo llevaban dos años de matrimonio y al no tener descendencia, las ayudas brillaban por su ausencia.
El otro día fui a su casa para comprar mi ración para el fin de semana, siempre me sobra un poco para sobrevivir hasta el lunes o martes ya que siempre me lo suele dar bastante generoso, pero no estaba en su casa, imaginé que no siempre va estar vendiendo droga, que también tendrá que hacer la compra o lo que se le antoje, así que la esperé en el rellano cosa de media hora, hasta que salió una vecina diciéndome que a Ascensión se la habían llevado hace cuatro días en una redada, me quede helado y fui corriendo a informarme de donde estaba, para saber si estaba bien y que le iba a pasar. Su destino se hallaba en el centro penitenciario de Sangonera, le habían trincado con un kilo de hachís postureado y me dijo que iba a estar a la sombra una temporada, le prometí que vendría todas las semanas para ver como estaba, y así hice, cada semana que pasaba le notaba más triste, más desganada y con menos fuerzas, llegó hasta decirme que no fuera más a verla que no le gustaba hablarme tras el cristal, pero yo seguía yendo como si nada y sabia que en el fondo se alegraba con mi visita.
Un día me dijo que si le pasaba algo, que le gustaría que alguien escribiese su historia, me sentí incluso obligado cuando me enteré de que Ascensión ya no estaba entre rejas, había cambiado una cárcel por otra donde tenia más libertad, el cementerio.
Mi amiga Ascensión.
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