Mis imprescindibles
Esperanza,
araña negra del atardecer.
Te paras
no lejos de mi cuerpo
abandonado, andas
en torno a mí,
tejiendo, rápida,
inconsistentes hilos invisibles,
te acercas, obstinada,
y me acaricias casi con tu sombra
pesada
y leve a un tiempo.
Agazapada
bajo las piedra y las horas,
esperaste,paciente, la llegada
de esta tarde
en la que nada
es ya posible?
Mi corazón:
tu nido.
Muerde en él, esperanza.
Ángel González
araña negra del atardecer.
Te paras
no lejos de mi cuerpo
abandonado, andas
en torno a mí,
tejiendo, rápida,
inconsistentes hilos invisibles,
te acercas, obstinada,
y me acaricias casi con tu sombra
pesada
y leve a un tiempo.
Agazapada
bajo las piedra y las horas,
esperaste,paciente, la llegada
de esta tarde
en la que nada
es ya posible?
Mi corazón:
tu nido.
Muerde en él, esperanza.
Ángel González
De la casa del hombre
salen zapatos cansados que otro hombre
hace embarcación para andar el mundo.
De la casa de la máquina rota
sale un pedazo de nada que sirve para cualquier cosa.
De la casa del gran inquisidor sale un misil
imperial que hará crecer memorias, oratorios,
puños que devolverán el odio algún día.
De la casa en la basura sale un manojo de niños
gastados de hambre, ahuecados por la infamia.
De la casa de gobierno sale un cretino satisfecho
rodeado de pares que no se satisfacen con poco.
De la casa del poeta sale un grito y otro y otro
que llegará más temprano que tarde al hombre
del zapato, a la casa de la máquina rota, al niño
del residuo y enhebrando las voces se hará basta
en la casa de gobierno.
Gabriel Impaglione
salen zapatos cansados que otro hombre
hace embarcación para andar el mundo.
De la casa de la máquina rota
sale un pedazo de nada que sirve para cualquier cosa.
De la casa del gran inquisidor sale un misil
imperial que hará crecer memorias, oratorios,
puños que devolverán el odio algún día.
De la casa en la basura sale un manojo de niños
gastados de hambre, ahuecados por la infamia.
De la casa de gobierno sale un cretino satisfecho
rodeado de pares que no se satisfacen con poco.
De la casa del poeta sale un grito y otro y otro
que llegará más temprano que tarde al hombre
del zapato, a la casa de la máquina rota, al niño
del residuo y enhebrando las voces se hará basta
en la casa de gobierno.
Gabriel Impaglione
ENVÍOS
Todo lo que se da llega a destiempo.
No existe otra manera.
Entre el ojo y la mano hay un abismo.
Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Un país que asoma su cabeza deforme en una
carta,
y va a darse a destiempo, nada es lo que esperabas.
Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
sucio de odio.
Bailamos entre los escombros de una cita.
Dibujamos una taza de café en el desierto.
Vivimos de sumar y de restar:
lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
Al final nos entregan los huesos de un perfume.
Aún así persistimos.
En alguna montaña vive un pez resbaloso.
Entre números rotos se desliza una estrella.
Jorge Boccanera
Todo lo que se da llega a destiempo.
No existe otra manera.
Entre el ojo y la mano hay un abismo.
Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Un país que asoma su cabeza deforme en una
carta,
y va a darse a destiempo, nada es lo que esperabas.
Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
sucio de odio.
Bailamos entre los escombros de una cita.
Dibujamos una taza de café en el desierto.
Vivimos de sumar y de restar:
lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
Al final nos entregan los huesos de un perfume.
Aún así persistimos.
En alguna montaña vive un pez resbaloso.
Entre números rotos se desliza una estrella.
Jorge Boccanera
El peso del Tesoro
Nunca debí escucharos, fantasmas
que alojastéis en mi pecho esta absurda
pasión por las palabras. Nunca debí seguiros.
¿Acaso vuestro arte os liberó de algún tormento,
os procuró más dicha?
No fuistéis sino necios mendigos del sueños,
fanáticos avaros de ilusiones,
mezquinos sequeadores de esperanzas.
Nunca debí escucharos, oh amados maestros
que enterrastéis en mi alma la fe
de vuestro ingenuo botín.
Nunca debí escucharos. Nunca debí seguiros.
La realidad ahora me conoce.
Paula Sinos Montoya
Nunca debí escucharos, fantasmas
que alojastéis en mi pecho esta absurda
pasión por las palabras. Nunca debí seguiros.
¿Acaso vuestro arte os liberó de algún tormento,
os procuró más dicha?
No fuistéis sino necios mendigos del sueños,
fanáticos avaros de ilusiones,
mezquinos sequeadores de esperanzas.
Nunca debí escucharos, oh amados maestros
que enterrastéis en mi alma la fe
de vuestro ingenuo botín.
Nunca debí escucharos. Nunca debí seguiros.
La realidad ahora me conoce.
Paula Sinos Montoya
Rosa de llamas
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.
¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!
Lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
Valle Inclán
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.
¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!
Lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
Valle Inclán
Comerte con los ojos porque me están saliendo los dientes de leche y aún no son cuchillos, pero son incisivos y alumbran el marfil del proboscídeo que voy a ser en poco tiempo, ese proyecto anfibio que abre sendas y no sabe cerrarlas, que pasta en los paisajes de la carne siendo herbívoro y amo de su huella.
Comerte con los ojos porque hay hambre y los pastos escasean por la falta de lluvias, porque hay necesidad y aún me resta energía en estos músculos ciegos que son como pistones o murciélagos.
Comerte con los ojos porque hay un no sé qué de acantilado justo entre las pestañas, y también hay almendras y tarde y noche y senos.
Comerte con los ojos porque hay que morir solo y una nostalgia verde se hace trama en las uñas como un viento.
Comerte con los ojos y ser delirio o calma, esqueleto o razones, muérdago o contrapunto.
Comerte con los ojos y sentirme capaz de la próxima caza, y colgar en las perchas las piezas que se cobren mis fauces como una voz o un lirio, y esperar apostado a que las trampas salten y comience el banquete.
Comerte con los ojos y dibujar el plano de tu coreografía, y escarbar y engañarme con cierto ardid eterno sobre la hierba fresca, y verte de perfil con el filtro ultramar, y cruzarte los brazos como si fueran humo, y fingirte en la arena con trazos impecables.
Comerte con los ojos porque debo asombrarme antes de merecerte? y cribarme la voz y espantar a los pulpos que duermen en el pozo, y limpiarme de muertos, y hacer eucaristía pagana del reflejo.
Comerte con los ojos porque persistes en enfrentarte a ellos, como recién nacida para ser comulgada por mi iris hambriento.
Comerte con los ojos y buscar que me ignores para saberte cierta, y mirarte yaciendo con un candor de hormigas, y sentir tu doblez como un impedimento de jabón y de agujas.
Comerte con los ojos dejando que el instinto tome caudal abajo para tornarse ayuno, que el sabor del milagro me hinque de rodillas entre tus dos pezones? y humillarme sea dulce, y llagarme sea insomnio, y tenerte sea impúdico.
Comerte con los ojos, y luego con las manos, y luego con la boca cansada de vigilias.
Comerte en mil posturas, con raíces y almenas, con la garganta espesa y reincidente, con la piel abismada como en un exterminio.
Comerte?
ensalivarte?
masticarte?
y roer tu columna vertebral hasta que sea la mía.
Luis Felipe Comendador
Comerte con los ojos porque hay hambre y los pastos escasean por la falta de lluvias, porque hay necesidad y aún me resta energía en estos músculos ciegos que son como pistones o murciélagos.
Comerte con los ojos porque hay un no sé qué de acantilado justo entre las pestañas, y también hay almendras y tarde y noche y senos.
Comerte con los ojos porque hay que morir solo y una nostalgia verde se hace trama en las uñas como un viento.
Comerte con los ojos y ser delirio o calma, esqueleto o razones, muérdago o contrapunto.
Comerte con los ojos y sentirme capaz de la próxima caza, y colgar en las perchas las piezas que se cobren mis fauces como una voz o un lirio, y esperar apostado a que las trampas salten y comience el banquete.
Comerte con los ojos y dibujar el plano de tu coreografía, y escarbar y engañarme con cierto ardid eterno sobre la hierba fresca, y verte de perfil con el filtro ultramar, y cruzarte los brazos como si fueran humo, y fingirte en la arena con trazos impecables.
Comerte con los ojos porque debo asombrarme antes de merecerte? y cribarme la voz y espantar a los pulpos que duermen en el pozo, y limpiarme de muertos, y hacer eucaristía pagana del reflejo.
Comerte con los ojos porque persistes en enfrentarte a ellos, como recién nacida para ser comulgada por mi iris hambriento.
Comerte con los ojos y buscar que me ignores para saberte cierta, y mirarte yaciendo con un candor de hormigas, y sentir tu doblez como un impedimento de jabón y de agujas.
Comerte con los ojos dejando que el instinto tome caudal abajo para tornarse ayuno, que el sabor del milagro me hinque de rodillas entre tus dos pezones? y humillarme sea dulce, y llagarme sea insomnio, y tenerte sea impúdico.
Comerte con los ojos, y luego con las manos, y luego con la boca cansada de vigilias.
Comerte en mil posturas, con raíces y almenas, con la garganta espesa y reincidente, con la piel abismada como en un exterminio.
Comerte?
ensalivarte?
masticarte?
y roer tu columna vertebral hasta que sea la mía.
Luis Felipe Comendador
A la derecha miro en los más hermosos ojos
A la izquierda entre las alas ciegas del miedo
A la derecha sumergido en mí mismo
A la izquierda entre las fuentes de mi vida.
Oigo todas las palabras que he sabido inspirar
Y que no pertenecen a nadie
Comparto el amor con quien no me conoce
Y olvido la necesiad de amar.
Pero vuelvo la cabeza para recobrar mi cuerpo
Para nutrir la mortal inquietud de estar vivo
Con la vergüenza sobre un fondo de gestos natales.
Paul Éluard
A la izquierda entre las alas ciegas del miedo
A la derecha sumergido en mí mismo
A la izquierda entre las fuentes de mi vida.
Oigo todas las palabras que he sabido inspirar
Y que no pertenecen a nadie
Comparto el amor con quien no me conoce
Y olvido la necesiad de amar.
Pero vuelvo la cabeza para recobrar mi cuerpo
Para nutrir la mortal inquietud de estar vivo
Con la vergüenza sobre un fondo de gestos natales.
Paul Éluard
He salido al mundo, una bruja poseída,
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis 12 dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.
He encontrado las cuevas tibias del bosque,
las he llenado de sartenes, esculturas, estantes,
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para gusanos y elfos:
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.
He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que pasaban,
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas.
Anne Sexton
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis 12 dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.
He encontrado las cuevas tibias del bosque,
las he llenado de sartenes, esculturas, estantes,
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para gusanos y elfos:
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.
He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que pasaban,
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas.
Anne Sexton
No soy quien escucha
No soy quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.
No soy quien se pasa la lengua entre los labios,
al sentir que la boca se me llena de arena.
No soy quien espera,
enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.
No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.
Oliverio Girondo
No soy quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.
No soy quien se pasa la lengua entre los labios,
al sentir que la boca se me llena de arena.
No soy quien espera,
enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.
No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.
Oliverio Girondo
Eran días de lluvia en un invierno propio.
Ni siquiera las fiestas,
ni las tardes de sol sobre las calles
llegaban a esconder
la débil soledad de los saludos
sin corazón, la nieve
de los pasos perdidos.
Despeinado, deshecho,
la ropa vieja y sucia,
la mano con el vino tembloroso,
la camisa por fuera del pantalón caído
como un adolescente de suburbio,
la sombra descosida en sus talones
y los zapatos rotos.
Parecía un mendigo entre la gente.
Luego llegaba a casa, se duchaba,
abría los armarios,
con cuidado elegía una camisa nueva,
un pantalón planchado
y unos ojos más suyos
con los que sostener por un minuto
la verdad del espejo receloso.
Cuando ya estaba limpio,
se sentaba a escribir.
Dichoso tú,
dichoso tú, amigo mío,
que conservas razones para cuidar tu piel
en los días de lluvia y en los inviernos propios.
Luis García Montero
Ni siquiera las fiestas,
ni las tardes de sol sobre las calles
llegaban a esconder
la débil soledad de los saludos
sin corazón, la nieve
de los pasos perdidos.
Despeinado, deshecho,
la ropa vieja y sucia,
la mano con el vino tembloroso,
la camisa por fuera del pantalón caído
como un adolescente de suburbio,
la sombra descosida en sus talones
y los zapatos rotos.
Parecía un mendigo entre la gente.
Luego llegaba a casa, se duchaba,
abría los armarios,
con cuidado elegía una camisa nueva,
un pantalón planchado
y unos ojos más suyos
con los que sostener por un minuto
la verdad del espejo receloso.
Cuando ya estaba limpio,
se sentaba a escribir.
Dichoso tú,
dichoso tú, amigo mío,
que conservas razones para cuidar tu piel
en los días de lluvia y en los inviernos propios.
Luis García Montero
Contraespionaje
No le digas a nadie que he vuelto a tus jardines
escóndeme bajo tu cuello de ángel
en tu pelo de bruma
en tus ojos de marzo
vengo huyendo hasta la piel de tus murallas
la soledad me sigue muy de cerca
ocúltame bajo tu permanente desnudez
en tu mano profunda
en tu llanto perfecto
en tu saliva sabia
preguntan quién ha subvertido este infiel corazón
sé que no me hallarán:
la luz lo ciega todo
Gaspar Aguilera Díez
No le digas a nadie que he vuelto a tus jardines
escóndeme bajo tu cuello de ángel
en tu pelo de bruma
en tus ojos de marzo
vengo huyendo hasta la piel de tus murallas
la soledad me sigue muy de cerca
ocúltame bajo tu permanente desnudez
en tu mano profunda
en tu llanto perfecto
en tu saliva sabia
preguntan quién ha subvertido este infiel corazón
sé que no me hallarán:
la luz lo ciega todo
Gaspar Aguilera Díez
APUNTES DE FUEGO (del nuevo Premio Nobel)
Durante los meses tristes, centelleó mi vida sólo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga
a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.
-Tomas Tranströmer, poeta sueco, Premio Nobel de Literatura 2011-
Durante los meses tristes, centelleó mi vida sólo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga
a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.
-Tomas Tranströmer, poeta sueco, Premio Nobel de Literatura 2011-
Hijos del sol y el viento
Aún vivimos en las esquinas
de la nada
entre el norte y el sur de las estaciones.
Seguimos durmiendo
abrazando almohadas de piedra
como nuestros padres.
Perseguimos las mismas nubes
y reposamos bajo la sombra de las acacias desnudas.
Nos bebemos el té a sorbos de fuego
caminamos descalzos para no espantar el silencio.
Y a lo lejos
de las laderas del espejismo
todavía miramos, como cada tarde
las puestas de sol en el mar.
Y la misma mujer que se detiene
sobre las atalayas del crepúsculo
en el centro del mapa nos saluda.
Nos saluda y se pierde
en los ojos de un niño que sonríe
desde el regazo de la eternidad.
Aún esperamos la aurora siguiente
para volver a comenzar.
MOHAMED SALEM ABDELFATAH ?Ebnu? (Poeta saharaui)
Aún vivimos en las esquinas
de la nada
entre el norte y el sur de las estaciones.
Seguimos durmiendo
abrazando almohadas de piedra
como nuestros padres.
Perseguimos las mismas nubes
y reposamos bajo la sombra de las acacias desnudas.
Nos bebemos el té a sorbos de fuego
caminamos descalzos para no espantar el silencio.
Y a lo lejos
de las laderas del espejismo
todavía miramos, como cada tarde
las puestas de sol en el mar.
Y la misma mujer que se detiene
sobre las atalayas del crepúsculo
en el centro del mapa nos saluda.
Nos saluda y se pierde
en los ojos de un niño que sonríe
desde el regazo de la eternidad.
Aún esperamos la aurora siguiente
para volver a comenzar.
MOHAMED SALEM ABDELFATAH ?Ebnu? (Poeta saharaui)
METÁFORA
Sabes que unos amigos más jóvenes recién llegados de Atenas
(está bien que los jóvenes viajen),
me han recordado la palabra metáfora que allí
significa tranvía o metro,
conque pensé yo coger la metáfora
y te hallas en una parte completamente distinta de Grecia
o lo que es igual del mundo,
conque te subes a la metáfora y te vas
lo dejas todo tristezas y alegrías
y otros sentimientos contradictorios-contrarios
que te atormentaban en el lugar donde
estabas desde hacía mucho tiempo.
Todo el mundo se va allí al trabajo en metáfora.
Todo el mundo se evade (al campo) con la metáfora.
Todo el mundo tiene una única idea (fija)
cuando goza o se entristece,
y esta se llama metáfora.
Sacas un billete para la metáfora
y ahí tienes tu camino.
Mas ellos olvidaron decirme
qué pasa cuando hay huelga de metáforas.
Quizá salgas disparado o ahueques el ala (a pie)
lisa y llanamente
como en otros tiempos
cuando la metáfora no significaba transporte colectivo
sino tu transporte,
el de uno solo,
de soledad a soledad.
Nicolae Prelipceanu
Sabes que unos amigos más jóvenes recién llegados de Atenas
(está bien que los jóvenes viajen),
me han recordado la palabra metáfora que allí
significa tranvía o metro,
conque pensé yo coger la metáfora
y te hallas en una parte completamente distinta de Grecia
o lo que es igual del mundo,
conque te subes a la metáfora y te vas
lo dejas todo tristezas y alegrías
y otros sentimientos contradictorios-contrarios
que te atormentaban en el lugar donde
estabas desde hacía mucho tiempo.
Todo el mundo se va allí al trabajo en metáfora.
Todo el mundo se evade (al campo) con la metáfora.
Todo el mundo tiene una única idea (fija)
cuando goza o se entristece,
y esta se llama metáfora.
Sacas un billete para la metáfora
y ahí tienes tu camino.
Mas ellos olvidaron decirme
qué pasa cuando hay huelga de metáforas.
Quizá salgas disparado o ahueques el ala (a pie)
lisa y llanamente
como en otros tiempos
cuando la metáfora no significaba transporte colectivo
sino tu transporte,
el de uno solo,
de soledad a soledad.
Nicolae Prelipceanu
Amantes embrollados, 1995
Amar puede ser
un aperitivo con sifón
en una mañana de colores ácidos
o puede ser zambullirse en un lago de montaña
nadar equidistante entre el cielo y el fondo
suspendido de un sol de extrema desnudez
Las buenas chicas no piden
la cabeza del Bautista sobre una bandeja
Ya sé que no eres una buena chica
pero piensa que la cabeza
de cualquier fantasma sobre bandeja de plata
desequilibraría a cualquier bailarina
Las cabezas parlantes
prometen la vida eterna con sifón
pero yo he elegido cocinar contigo
crear contigo follar contigo dormir
en el país que delimita
el aroma de tu cuerpo desnudo
Amor mío
olvídate de decapitamientos con sifón
Ven a nadar al lago donde ya estamos
Rechazar el sueño de la ingravidez
no implica renunciar a la caricia de la piel azul del cielo
ni del dulce légamo suavísimo del fondo
Jorge Riechmann
Amar puede ser
un aperitivo con sifón
en una mañana de colores ácidos
o puede ser zambullirse en un lago de montaña
nadar equidistante entre el cielo y el fondo
suspendido de un sol de extrema desnudez
Las buenas chicas no piden
la cabeza del Bautista sobre una bandeja
Ya sé que no eres una buena chica
pero piensa que la cabeza
de cualquier fantasma sobre bandeja de plata
desequilibraría a cualquier bailarina
Las cabezas parlantes
prometen la vida eterna con sifón
pero yo he elegido cocinar contigo
crear contigo follar contigo dormir
en el país que delimita
el aroma de tu cuerpo desnudo
Amor mío
olvídate de decapitamientos con sifón
Ven a nadar al lago donde ya estamos
Rechazar el sueño de la ingravidez
no implica renunciar a la caricia de la piel azul del cielo
ni del dulce légamo suavísimo del fondo
Jorge Riechmann
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