E. MartÃnez Reguera [De tanta rabia, tanto cariño]
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E. MartÃnez Reguera [De tanta rabia, tanto cariño]
Enrique es un gallego que vive en Madrid y lleva más de 30 años acogiendo en su casa a niños 'sin hogar'. Y no tienen hogar porque el Estado ha considerado que su hogar no es un hogar. Padres chulos, madres prostitutas, yonkis, alcohólicos, enfermos. Prácticamente todas sus historias comienzan asÃ.
En 'De tanta rabia, tanto cariño' hace un homenaje a los chavales que han pasado por su casa, y lo hace contando su historia, la de los dos. La verdad es que cualquier cosa que añada quedará en nada en cuanto comencéis a leer los breves relatos en los que dibuja una sociedad que evoluciona hasta la actual desde los años 70. Toda una lección de pedagogÃa, de cariño, de amor, de rabia.. en un ambiente nada idóneo.
He pensado en recopilar cada una de éstas historias y publicarlas de un modo periódico, aún no se con cuanta regularidad, puede que 2 o 3 dÃas, puede que un poco más. Ésto dependerá de lo que la gente que lo siga opine.
Ya tenéis disponible, si os apetece, el primer capÃtulo y el prologo. No voy a extractar nada porque quiero que, si os pica la curiosidad, os sumerjáis en él. Estoy convencido de que os enganchará como lo ha hecho conmigo.
http://detantarabia.eldelweb.com
En 'De tanta rabia, tanto cariño' hace un homenaje a los chavales que han pasado por su casa, y lo hace contando su historia, la de los dos. La verdad es que cualquier cosa que añada quedará en nada en cuanto comencéis a leer los breves relatos en los que dibuja una sociedad que evoluciona hasta la actual desde los años 70. Toda una lección de pedagogÃa, de cariño, de amor, de rabia.. en un ambiente nada idóneo.
He pensado en recopilar cada una de éstas historias y publicarlas de un modo periódico, aún no se con cuanta regularidad, puede que 2 o 3 dÃas, puede que un poco más. Ésto dependerá de lo que la gente que lo siga opine.
Ya tenéis disponible, si os apetece, el primer capÃtulo y el prologo. No voy a extractar nada porque quiero que, si os pica la curiosidad, os sumerjáis en él. Estoy convencido de que os enganchará como lo ha hecho conmigo.
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03. José Luis:
Me parece una truculencia que tipifiquen como fuga de hogar y en consecuencia, delito, las frecuentes evasiones del internado, que a ciertos chiquillos les dicta el instinto de conservación. A cualquier cosa llaman hogar y a cualquier cosa delito.
Cuando José Luis llegó a nuestra casa, con trece años, me advirtieron que con él no Ãbamos a disponer de mucho tiempo:
- En los últimos meses le enviamos a un sinfÃn de internados y apenas duró algunos dÃas en cada uno de ellos.
Si en tales centros erizados de verjas y alambradas tan sólo duraba un suspiro, ¿qué no habrÃa de suceder en nuestra casita de Vallecas, con sus puertas y ventanas rindiéndose al viento?.
En cuanto llegó, pues, me apresuré a recomendarle:
- Mira chaval, las instituciones te traen a la fuerza; pero mi casa no es una cárcel. Verás, te lo explicaré a mi manera: yo soy muy aficionado al cine y jamás se me ocurrirÃa huir en el momento mas emocionante de una proyección, pero si de repente alguien gritara ¡fuego! y veo la sala encendida en llamas, te juro que salgo de allà como una centella. Lo mismo te recomiendo a ti, que te vayas o te quedes según te convenga. En mi casa jamás lo decidiremos por ti, porque nadie mejor que tú sabrá escuchar la voz de tu propio instinto.
Excuso decir que se marcho al momento, como es natural; necesitaba poner a prueba si mis palabras eran de fiar.
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Me parece una truculencia que tipifiquen como fuga de hogar y en consecuencia, delito, las frecuentes evasiones del internado, que a ciertos chiquillos les dicta el instinto de conservación. A cualquier cosa llaman hogar y a cualquier cosa delito.
Cuando José Luis llegó a nuestra casa, con trece años, me advirtieron que con él no Ãbamos a disponer de mucho tiempo:
- En los últimos meses le enviamos a un sinfÃn de internados y apenas duró algunos dÃas en cada uno de ellos.
Si en tales centros erizados de verjas y alambradas tan sólo duraba un suspiro, ¿qué no habrÃa de suceder en nuestra casita de Vallecas, con sus puertas y ventanas rindiéndose al viento?.
En cuanto llegó, pues, me apresuré a recomendarle:
- Mira chaval, las instituciones te traen a la fuerza; pero mi casa no es una cárcel. Verás, te lo explicaré a mi manera: yo soy muy aficionado al cine y jamás se me ocurrirÃa huir en el momento mas emocionante de una proyección, pero si de repente alguien gritara ¡fuego! y veo la sala encendida en llamas, te juro que salgo de allà como una centella. Lo mismo te recomiendo a ti, que te vayas o te quedes según te convenga. En mi casa jamás lo decidiremos por ti, porque nadie mejor que tú sabrá escuchar la voz de tu propio instinto.
Excuso decir que se marcho al momento, como es natural; necesitaba poner a prueba si mis palabras eran de fiar.
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Breve y, como siempre, apasionante capÃtulo, en el que Enrique reflexiona a raÃz de un error cometido con Carlitos, un chaval con una adaptación al medio impresionante...
04. Carlitos
Cuando lo anunciaba el cerrojo, aparecÃa la madre de Carlitos con sus manos rebosantes de caricias y al niño se le henchÃa el corazón de consuelo; pero cuando la puerta volvÃa a cerrarse tras la madre y gemÃa el cerrojo, todos los fantasmas que habitan en la soledad y el vacÃo se arrojaban sobre el niño.
Los primeros años de estas criaturas suelen estar sembrados asà de atroces menudencias, que a los adultos se nos pasan desapercibidas.
La mamá de Carlos fregoteaba por horas en la cocina de un bar, y en San Cristobal de los Ã�ngeles no habÃan previsto guarderÃas gratuitas para el hijo de una fregona.
Al principio encomendaba al niño a alguna vecina más o menos desocupada, pero a medida que el crÃo fue creciendo no fue fácil mantenerle quieto y las vecinas fueron rehuyendo tan incómoda responsabilidad.
Entonces la mamá dio en dejarle bajo llave en el cuarto mas inofensivo y confortable de la casa.
Hiere el pensar que un niño haya de estar durante años preso en su propio domicilio, pero achacar la culpa a quien se encuentre en semejante atolladero tampoco es demasiado cabal: ¿no serÃa más acertado exigirle los recursos al que los tiene?.
Tal vez por ese encierro prematuro e injustificable, Carlitos creció con una fijación puesta en los cerrojos, candados, llaves y cadenas. Ya de mayorcito consumÃa horas y horas montando y desmontando, soldando y limando en tales artilugios. Cuando le conocÃ, con un alambre en la mano ningún cierre se le resistÃa.
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04. Carlitos
Cuando lo anunciaba el cerrojo, aparecÃa la madre de Carlitos con sus manos rebosantes de caricias y al niño se le henchÃa el corazón de consuelo; pero cuando la puerta volvÃa a cerrarse tras la madre y gemÃa el cerrojo, todos los fantasmas que habitan en la soledad y el vacÃo se arrojaban sobre el niño.
Los primeros años de estas criaturas suelen estar sembrados asà de atroces menudencias, que a los adultos se nos pasan desapercibidas.
La mamá de Carlos fregoteaba por horas en la cocina de un bar, y en San Cristobal de los Ã�ngeles no habÃan previsto guarderÃas gratuitas para el hijo de una fregona.
Al principio encomendaba al niño a alguna vecina más o menos desocupada, pero a medida que el crÃo fue creciendo no fue fácil mantenerle quieto y las vecinas fueron rehuyendo tan incómoda responsabilidad.
Entonces la mamá dio en dejarle bajo llave en el cuarto mas inofensivo y confortable de la casa.
Hiere el pensar que un niño haya de estar durante años preso en su propio domicilio, pero achacar la culpa a quien se encuentre en semejante atolladero tampoco es demasiado cabal: ¿no serÃa más acertado exigirle los recursos al que los tiene?.
Tal vez por ese encierro prematuro e injustificable, Carlitos creció con una fijación puesta en los cerrojos, candados, llaves y cadenas. Ya de mayorcito consumÃa horas y horas montando y desmontando, soldando y limando en tales artilugios. Cuando le conocÃ, con un alambre en la mano ningún cierre se le resistÃa.
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El caso de José Luis me ha hecho recordar un relato corto, Copio, más o menos.
Cada vez que he tenido enfrentamientos con chavales, en trabajo o en cualquier ámbito, la mejor estrategia es intentar entenderte con ellos y hacerles ver que estás de su lado aunque lo que estén haciendo te perjudique en exceso.
Ahora suelen entrar a mi lago chavales de entre 12 y 15 que han tomado como diversión coger a gansos y hacerles daño. ¿Qué hacer? ¿Liarte a ostias con ellos?
Me resulta mucho más efectivo decirles: - Eh, cuidado, que he visto venir al de seguridad, salid por ahí y no os ve...
Y mientras sales, intentas, aunque no lo consigas, hacerles ver que su diversión no era tal realmente y que estaban haciendo daño.
Ese tipo de técnicas y actitudes son más adecuadas que un castigo u otro tipo de restricción, ya que se ajustan más a nuestras propias necesidades y a nuestros mecanismos más básicos de aprendizaje.En el sur de Estados Unidos un barbero judío comenzó a recibir amenazas por parte de algunos sectores antisemitas. No se preocupó y continuó trabajando, hasta que una noche un grupo de jóvenes de corta edad le amenazaron con destrozarle el local.
Pasaron semanas sin que el barbero se preocupara hasta que una mañana en su negocio aparecieron pintadas insultándole y mencionando su condición como judío. Las limpió y continuó trabajando.
Otra mañana, los mismos jóvenes volvieron a aparecer por allí, con las mismas instrucciones, pero en esta ocasión el barbero les hizo frente de la siguiente manera:
- Si os doy un dolar, podréis insultarme todo lo que querais.
Los jóvenes, sorprendidos, aceptaron el dinero y continuaron insultándole. Así ocurrió durante semanas, cada vez que aparecían por la barbería.
Un mes más tarde, el barbero les entregó 50 centavos, a lo cual el líder de la pandilla replicó:
- Esto no es un dolar, es la mitad.
El barbero repuso:
- Es lo único que puedo daros, no dispongo de más
- Por medio dolar no haremos nada...
Y dejaron de acudir.
Cada vez que he tenido enfrentamientos con chavales, en trabajo o en cualquier ámbito, la mejor estrategia es intentar entenderte con ellos y hacerles ver que estás de su lado aunque lo que estén haciendo te perjudique en exceso.
Ahora suelen entrar a mi lago chavales de entre 12 y 15 que han tomado como diversión coger a gansos y hacerles daño. ¿Qué hacer? ¿Liarte a ostias con ellos?
Me resulta mucho más efectivo decirles: - Eh, cuidado, que he visto venir al de seguridad, salid por ahí y no os ve...
Y mientras sales, intentas, aunque no lo consigas, hacerles ver que su diversión no era tal realmente y que estaban haciendo daño.
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No habÃa visto tu respuesta, Kurro.
Está ya un nuevo capÃtulo:
Josele
Cuando decidà acoger niños en mi casa, Don JoaquÃn, secretario de lo que entonces se llamaban las Juntas de Protección de Menores, me envió a cuatro chiquillos, que contaban entre doce y catorce años: Félix y José Luis de los que ya os hablé, José Manuel y Jose el chinito. Ellos fueron mi abc sobre la infancia marginada, mi primer silabario.
Inmediatamente se sumó a los cuatro, Josele, un churumbel de pura cepa caló que habitaba en las chabolas del vertedero de Altamira, entre Vallecas y Villaverde.
En poquÃsimo tiempo Josele llegó a ser para mà un gran colaborador, esforzado compañero y fidelÃsimo amigo. DirÃase que toda la casta gitana que admiré en sus padres habÃa cristalizado en él, ¡qué ratà de patriarca y maestro tenÃas, chabó!. Pues aconteció que doce años antes, por un senderillo que iba de un pueblo a otro en Limugá que los payos llamamos Alicante, viajaban el señor Antonio y la señora Carmen su mujer. El, montado en su burrito y ella delante tirando de las riendas, como cuentan que hace siglos talmente en Belén de Judá. Y en esto que la señora Carmen embarazada de nueve meses le dijo a su esposo:
- Vamos a parar un momentito que tengo que orinar.
- ¿Sabe usted donRique? las chiquillas de aquel entonces ¡cómo éramos de inocentes y bobas!, ¡ni me atrevà a decirle a mi marido que estaba a punto de minchabar, de parir! !qué vergüenza sentÃamos hasta con nuestros maridos!. Y me fui bajo un arbolito que se hallaba próximo y con mis manos di a luz a mi Josele, con una saya lo limpié, lo envolvà en otra y me volvà a donde esperaba mi Antonio:
- PapaÃto, mira que regalo te traigo. Y tomándole en sus brazos, emocionado él, seguimos sendero adelante, él en el burrito con la criatura en los brazos y yo a pie tirando de las riendas. Entonces eran asà las cosas.
- ¿Y si se hubiera muerto desangrada? -pregunté asombrado- ¿y los dolores del parto?.
- Quiá donRique, eso son zalamerÃas de payunas, nosotras apenas sabÃamos de dolores tales, 'pa dolores estaba nuestra vÃa, que toita ella era un dolól; ahora sÃ, que nuestras hijas ya van a la casa cuna y hacen mohÃnos y ponen carita de cordero degollao cada vez que echan p'al mundo un churumbel.
Como me lo contó os lo cuento.
Josele empezó a vivir entre su casa y la mÃa para aprovechar ambas posibilidades. No fueron necesarias ni expropiaciones ni acogimientos ni adopciones ni otras calamidades. En su casa disfrutaba de familia, de lo que sólo ella le sabÃa y podÃa dar y en la mÃa conocÃa el mundo payo, ampliaba relaciones y afianzaba su deseo de estudiar carrera.
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Está ya un nuevo capÃtulo:
Josele
Cuando decidà acoger niños en mi casa, Don JoaquÃn, secretario de lo que entonces se llamaban las Juntas de Protección de Menores, me envió a cuatro chiquillos, que contaban entre doce y catorce años: Félix y José Luis de los que ya os hablé, José Manuel y Jose el chinito. Ellos fueron mi abc sobre la infancia marginada, mi primer silabario.
Inmediatamente se sumó a los cuatro, Josele, un churumbel de pura cepa caló que habitaba en las chabolas del vertedero de Altamira, entre Vallecas y Villaverde.
En poquÃsimo tiempo Josele llegó a ser para mà un gran colaborador, esforzado compañero y fidelÃsimo amigo. DirÃase que toda la casta gitana que admiré en sus padres habÃa cristalizado en él, ¡qué ratà de patriarca y maestro tenÃas, chabó!. Pues aconteció que doce años antes, por un senderillo que iba de un pueblo a otro en Limugá que los payos llamamos Alicante, viajaban el señor Antonio y la señora Carmen su mujer. El, montado en su burrito y ella delante tirando de las riendas, como cuentan que hace siglos talmente en Belén de Judá. Y en esto que la señora Carmen embarazada de nueve meses le dijo a su esposo:
- Vamos a parar un momentito que tengo que orinar.
- ¿Sabe usted donRique? las chiquillas de aquel entonces ¡cómo éramos de inocentes y bobas!, ¡ni me atrevà a decirle a mi marido que estaba a punto de minchabar, de parir! !qué vergüenza sentÃamos hasta con nuestros maridos!. Y me fui bajo un arbolito que se hallaba próximo y con mis manos di a luz a mi Josele, con una saya lo limpié, lo envolvà en otra y me volvà a donde esperaba mi Antonio:
- PapaÃto, mira que regalo te traigo. Y tomándole en sus brazos, emocionado él, seguimos sendero adelante, él en el burrito con la criatura en los brazos y yo a pie tirando de las riendas. Entonces eran asà las cosas.
- ¿Y si se hubiera muerto desangrada? -pregunté asombrado- ¿y los dolores del parto?.
- Quiá donRique, eso son zalamerÃas de payunas, nosotras apenas sabÃamos de dolores tales, 'pa dolores estaba nuestra vÃa, que toita ella era un dolól; ahora sÃ, que nuestras hijas ya van a la casa cuna y hacen mohÃnos y ponen carita de cordero degollao cada vez que echan p'al mundo un churumbel.
Como me lo contó os lo cuento.
Josele empezó a vivir entre su casa y la mÃa para aprovechar ambas posibilidades. No fueron necesarias ni expropiaciones ni acogimientos ni adopciones ni otras calamidades. En su casa disfrutaba de familia, de lo que sólo ella le sabÃa y podÃa dar y en la mÃa conocÃa el mundo payo, ampliaba relaciones y afianzaba su deseo de estudiar carrera.
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06. José �ngel
En la segunda remesa de niños las instituciones tutelares y de reforma comenzaron a enviar os lo que más les perturbaba: chiquillos con trastornos del comportamiento u homosexuales o violentos y agresivos...
Parece ser que a José Angel y a su hermano nos les enviaron por arrojar a la calle colchones ardiendo, desde las ventanas de un dormitorio en donde les habÃan recluido como castigo, en el centro que hoy llaman Chamberà y entonces llamaban Sagrada Familia. Fue la gota que les colmó el vaso.
La Safa era un criadero de rencores y venganzas en donde cualquier adulto le podÃa propinar una paliza a un chiquillo, porque los niños eran inquietos y sus encargados estaban muy resentidos con la institución. Me contó mi chaval que apenas con diez años le atizaron varias tundas de solemnidad, en cierta ocasión le tiraron al suelo y le molieron a patadas; en otra, porque estaba jugando con el chorrito de agua de una fuente, le dejaron castigado el fin de semana impidiéndole visitar a su madre que estaba en un hospital, crueldades de hondo calado que se cometen como al descuido, y el diminuto prisionero se pasó la tarde de asueto bajando sillas al sótano con el propósito de prenderles fuego, porque deseaba inmolarse en la pira.
Es lo que tenÃa la dictadura, que era muy franca en el manejo de la estaca, incluso con los niños. Para niños, aun no se habÃan inventado procedimientos tan sofisticados como las celdas de catarsis que se aplican hoy, ni el barrido que inmoviliza contra el suelo, ni la técnica de extinción; se les cubrÃa de contusiones y desgarros y ya está; no como ahora, que también lo hacen pero para evitar que se autolesionen. Es lo que tienen las democracias cuando traicionan su vocación.
En todo caso ¿nosotros?, encantados de que nos enviaran a los protagonistas de cualquier fechorÃa, precisamente nos habÃamos ofrecido para los más difÃciles, tal cual. Útiles e incautos, peligro redondo.
De este chaval nos dijeron las cosas más descabelladas y atroces que se pueden decir de un chiquillo, nos dijeron que se trataba de un psicópata, amoral e irrecuperable. Se ve que el perito de turno oficiaba de psiquiatra, moralista y futurólogo.
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En la segunda remesa de niños las instituciones tutelares y de reforma comenzaron a enviar os lo que más les perturbaba: chiquillos con trastornos del comportamiento u homosexuales o violentos y agresivos...
Parece ser que a José Angel y a su hermano nos les enviaron por arrojar a la calle colchones ardiendo, desde las ventanas de un dormitorio en donde les habÃan recluido como castigo, en el centro que hoy llaman Chamberà y entonces llamaban Sagrada Familia. Fue la gota que les colmó el vaso.
La Safa era un criadero de rencores y venganzas en donde cualquier adulto le podÃa propinar una paliza a un chiquillo, porque los niños eran inquietos y sus encargados estaban muy resentidos con la institución. Me contó mi chaval que apenas con diez años le atizaron varias tundas de solemnidad, en cierta ocasión le tiraron al suelo y le molieron a patadas; en otra, porque estaba jugando con el chorrito de agua de una fuente, le dejaron castigado el fin de semana impidiéndole visitar a su madre que estaba en un hospital, crueldades de hondo calado que se cometen como al descuido, y el diminuto prisionero se pasó la tarde de asueto bajando sillas al sótano con el propósito de prenderles fuego, porque deseaba inmolarse en la pira.
Es lo que tenÃa la dictadura, que era muy franca en el manejo de la estaca, incluso con los niños. Para niños, aun no se habÃan inventado procedimientos tan sofisticados como las celdas de catarsis que se aplican hoy, ni el barrido que inmoviliza contra el suelo, ni la técnica de extinción; se les cubrÃa de contusiones y desgarros y ya está; no como ahora, que también lo hacen pero para evitar que se autolesionen. Es lo que tienen las democracias cuando traicionan su vocación.
En todo caso ¿nosotros?, encantados de que nos enviaran a los protagonistas de cualquier fechorÃa, precisamente nos habÃamos ofrecido para los más difÃciles, tal cual. Útiles e incautos, peligro redondo.
De este chaval nos dijeron las cosas más descabelladas y atroces que se pueden decir de un chiquillo, nos dijeron que se trataba de un psicópata, amoral e irrecuperable. Se ve que el perito de turno oficiaba de psiquiatra, moralista y futurólogo.
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La diferencia es que yo cumplo con lo prometido: PolÃticos a la hoguera.
07. Quique
Estoy convencido de que a este chiquillo nos le enviaron de la Safa porque era homosexual, aunque a nosotros nada nos dijeron ni falta que hacÃa. Entonces no era como ahora, considerarle asà era como tenerle por tarado o vicioso y podÃa acarrearle todo género de escarnios y repudio. Al menos en eso parece que algo hayamos mejorado.
Cuando nos llegó este crÃo tenÃa once años, era asustadizo y andaba siempre muy solo; con los adultos procuraba ser zalamero, muy zalamero; pero nosotros debÃamos resultarle desapacibles en exceso, porque siempre le sorprendÃamos en cierta pose como de actor novel declamando.
Los jueves y domingos se evadÃa de casa y sin decÃrselo a nadie se iba a un cine de sesión continua, un cine de barrio poco recomendable que de haberlo sabido yo hubiera desaprobado.
También ignorábamos que tuviese más familia que un hermano, porque a las instituciones no les constaba o les constaba que no.
Cuando nos lo enviaron nadie le preguntó si estaba conforme con venir a nuestra casa, ni siquiera nosotros se lo preguntamos, no éramos cabales todavÃa sobre la necesidad de que los chiquillos protagonicen las decisiones que sobre ellos se tomen.
Al poco tiempo de estar conviviendo con nosotros, un matrimonio sin hijos al que creÃamos conocer, le propuso y nos propuso hacerse cargo él e incluso adoptarle. A las instituciones les parecÃa bien y al crÃo le pareció de maravilla librarse de nuestro pequeño tiberio para irse a lugar más apacible.
Asà pues empezamos a facilitarles el que fueran conociendo, ¡terrible espejismo!, ¿cómo Ãbamos a sospechar que ya el primer sábado en que se quedó a dormir en aquella casa, nos lo iban a despachar con cajas destempladas como si tuviera la peste?
-¡Este chaval que nos has endosado es marica! -increparon-.
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07. Quique
Estoy convencido de que a este chiquillo nos le enviaron de la Safa porque era homosexual, aunque a nosotros nada nos dijeron ni falta que hacÃa. Entonces no era como ahora, considerarle asà era como tenerle por tarado o vicioso y podÃa acarrearle todo género de escarnios y repudio. Al menos en eso parece que algo hayamos mejorado.
Cuando nos llegó este crÃo tenÃa once años, era asustadizo y andaba siempre muy solo; con los adultos procuraba ser zalamero, muy zalamero; pero nosotros debÃamos resultarle desapacibles en exceso, porque siempre le sorprendÃamos en cierta pose como de actor novel declamando.
Los jueves y domingos se evadÃa de casa y sin decÃrselo a nadie se iba a un cine de sesión continua, un cine de barrio poco recomendable que de haberlo sabido yo hubiera desaprobado.
También ignorábamos que tuviese más familia que un hermano, porque a las instituciones no les constaba o les constaba que no.
Cuando nos lo enviaron nadie le preguntó si estaba conforme con venir a nuestra casa, ni siquiera nosotros se lo preguntamos, no éramos cabales todavÃa sobre la necesidad de que los chiquillos protagonicen las decisiones que sobre ellos se tomen.
Al poco tiempo de estar conviviendo con nosotros, un matrimonio sin hijos al que creÃamos conocer, le propuso y nos propuso hacerse cargo él e incluso adoptarle. A las instituciones les parecÃa bien y al crÃo le pareció de maravilla librarse de nuestro pequeño tiberio para irse a lugar más apacible.
Asà pues empezamos a facilitarles el que fueran conociendo, ¡terrible espejismo!, ¿cómo Ãbamos a sospechar que ya el primer sábado en que se quedó a dormir en aquella casa, nos lo iban a despachar con cajas destempladas como si tuviera la peste?
-¡Este chaval que nos has endosado es marica! -increparon-.
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09. Jesús
Siempre me pareció hipócrita el afán de encubrir las congojas y pesares inherentes a los hospicios y reformatorios poniéndoles nombres beatÃficos, como Sagrada Familia, Santos Angeles Custodios. A Jesusito por el contrario nos le enviaron de una residencia de religiosas que se llamaba Batalla de Brunete, ¡tampoco es eso!, pero el detalle más cómico era que en opinión de alguien de aquel centro la criatura estaba endemoniada, o sea que nos atribuÃan habilidades de exorcista supongo; cuando les pregunté en qué habÃan notado tan maléfica posesión me explicaron que le habÃan sorprendido haciendo diabluras en la capilla del centro.
El primer problema que nos salió al paso fue, que la abuela con la madre y una hermanita vivÃan muy cerca de nuestra casa y el chiquillo no querÃa bajo ningún concepto que lo llegáramos a descubrir: la mamá presentaba una leve deficiencia mental y se alborotaba con facilidad y al chaval le daban vergüenza aquellas trifulcas, pánico le daban más que vergüenza. De hecho la primera vez que nos visitó la buena mujer, queriendo dejar muy claro lo bien que deberÃamos tratar a su niño, nos montó tal escándalo en la escalera de casa, que el crÃo se empecinó en negar que aquella mujer fuera su madre, por más que insistiéramos en restarle importancia al incidente; por fortuna con el paso del tiempo se desvanecen las pesadillas por más que aniden en nuestros huesos.
Periódicamente visitábamos al neurólogo porque el niño habÃa sufrido crisis de epilepsia y era necesario administrarle medicinas. Cierto dÃa expresé mi extrañeza al doctor por no haber notado sÃntoma alguno y porque jamás le hubiese dado ninguna crisis desde que llegó a nuestra casa, pesea que le fueran reduciendo la medicación.
- No se extrañen, seguramente el daño que padecÃa era pequeño y el habitar en un hospicio le angustiaba; ahora vive con ustedes en situación más normal, se siente relajado y eso ha sido suficiente; si todo continúa asà seguirá madurando y no le quedará secuela alguna.
Qué poquito hubo que hacer para que Jesús superara aquella enfermedad tan alarmante: normalizar sus condiciones de vida.
Hoy por el contrario me preocupa ver con cuánta ligereza se administran fármacos a los chiquillos, sobre todo a los chavales que se muestran indómitos
De un caso que conocà recientemente, me dicen que es inestable, que se pelea mucho, que a penas presta atención, que no es manejable (sic)... y la criatura todavÃa tan sólo tiene ocho años. Como Jesusito, también él reside en un hogar de monjitas, como él también debe estar endemoniado, aunque ahora ya no le consideren poseso sino hiperactivo, porque la jerga se remoza pero sigue exigiendo mucho credo. Ellas realizaron la primera valoración de lo que le achacan al niño, por eso le llevaron a una clÃnica y rellenaron un cuestionario made in USA, los peritos confrontaron las respuestas en un vademecum internacional y ya está: conducta negativista-desafiante, todo un diagnóstico.
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Siempre me pareció hipócrita el afán de encubrir las congojas y pesares inherentes a los hospicios y reformatorios poniéndoles nombres beatÃficos, como Sagrada Familia, Santos Angeles Custodios. A Jesusito por el contrario nos le enviaron de una residencia de religiosas que se llamaba Batalla de Brunete, ¡tampoco es eso!, pero el detalle más cómico era que en opinión de alguien de aquel centro la criatura estaba endemoniada, o sea que nos atribuÃan habilidades de exorcista supongo; cuando les pregunté en qué habÃan notado tan maléfica posesión me explicaron que le habÃan sorprendido haciendo diabluras en la capilla del centro.
El primer problema que nos salió al paso fue, que la abuela con la madre y una hermanita vivÃan muy cerca de nuestra casa y el chiquillo no querÃa bajo ningún concepto que lo llegáramos a descubrir: la mamá presentaba una leve deficiencia mental y se alborotaba con facilidad y al chaval le daban vergüenza aquellas trifulcas, pánico le daban más que vergüenza. De hecho la primera vez que nos visitó la buena mujer, queriendo dejar muy claro lo bien que deberÃamos tratar a su niño, nos montó tal escándalo en la escalera de casa, que el crÃo se empecinó en negar que aquella mujer fuera su madre, por más que insistiéramos en restarle importancia al incidente; por fortuna con el paso del tiempo se desvanecen las pesadillas por más que aniden en nuestros huesos.
Periódicamente visitábamos al neurólogo porque el niño habÃa sufrido crisis de epilepsia y era necesario administrarle medicinas. Cierto dÃa expresé mi extrañeza al doctor por no haber notado sÃntoma alguno y porque jamás le hubiese dado ninguna crisis desde que llegó a nuestra casa, pesea que le fueran reduciendo la medicación.
- No se extrañen, seguramente el daño que padecÃa era pequeño y el habitar en un hospicio le angustiaba; ahora vive con ustedes en situación más normal, se siente relajado y eso ha sido suficiente; si todo continúa asà seguirá madurando y no le quedará secuela alguna.
Qué poquito hubo que hacer para que Jesús superara aquella enfermedad tan alarmante: normalizar sus condiciones de vida.
Hoy por el contrario me preocupa ver con cuánta ligereza se administran fármacos a los chiquillos, sobre todo a los chavales que se muestran indómitos
De un caso que conocà recientemente, me dicen que es inestable, que se pelea mucho, que a penas presta atención, que no es manejable (sic)... y la criatura todavÃa tan sólo tiene ocho años. Como Jesusito, también él reside en un hogar de monjitas, como él también debe estar endemoniado, aunque ahora ya no le consideren poseso sino hiperactivo, porque la jerga se remoza pero sigue exigiendo mucho credo. Ellas realizaron la primera valoración de lo que le achacan al niño, por eso le llevaron a una clÃnica y rellenaron un cuestionario made in USA, los peritos confrontaron las respuestas en un vademecum internacional y ya está: conducta negativista-desafiante, todo un diagnóstico.
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