Barcelona. 1983
Es curioso reflexionar sobre la trayectoria de Iron Maiden desde aquel lejano 1980 hasta la actualidad, y lo que has ido sintiendo con respecto a ellos conforme pasaban los años. Aquel grupo joven, explosivo de la primerísima época con Paul DiAnno al frente, que pasó a convertirse en una de las bandas más populares del mundo gracias a la llegada de Bruce Dickinson y a los discos "The Number Of The Beast", "Piece Of Mind" y "Powerslave", para sufrir después el primer bajón creativo ("Somewhere In Time"), la gran decepción ("Seventh Son of a Seventh Son", "No Prayer For The Dying"), la supuesta recuperación posterior ("Fear Of The Dark") que en mi opinión nunca se produjo, y la caída casi definitiva (la era Blaze), de la que se recuperaron más o menos con el regreso de Bruce.
Descubrí a Maiden gracias al Popu, obviamente. Eran los días de Paul DiAnno, y Iron Maiden solían ser la gran sorpresa de festivales como Reading, que Popular 1 cubría año tras año. Por lo general, los críticos que amaban el heavy metal y que andaban en busca de nuevas bandas con nervio y talento, veían en Maiden a una de las grandes promesas del momento, y no se equivocaban. Recuerdo con cariño la impactante portada de un especial de Reading que publicó el Popu, en el que aparecía un metalhead, con la correspondiente chaqueta de cuero negro, luciendo una máscara del monstruo Eddie. Algo estaba ocurriendo en Inglaterra. Había llegado la New Wave Of British Heavy Metal para patear el culo de la New Wave a secas. Y es que en un combate de Iron Maiden y Saxon contra Elvis Costello y The Knack estaba claro quién acabaría dando con sus huesos en el fango.
Era la época dorada del heavy metal británico. Los nuevos grupos contaban con buenos instrumentistas, pero la actitud era punk o hard rockera, y desde luego siempre callejera. Sujetos como Biff Byford o Bruce Dickinson no habrían encajado en una recepción que contase con Jon Anderson o con Mike Rutherford como anfitriones.
Mi primera toma de contacto en directo con Iron Maiden tuvo lugar en 1982, cuando se acercaron a Barcelona para presentar "The Number Of The Beast", y resulta extraño pensar que cuando volvieron en el 83, en la gira de "Piece Of Mind", el grupo ya había alcanzado la popularidad de unos Judas Priest. Antes de eso, habíamos tenido a Bruce como invitado en una fiesta del Popu, y le recuerdo paseándose por nuestra redacción con un look nada glamuroso, pero indudablemente el tipo se desdoblaba en el escenario, y durante una época llegó a ser uno de los grandes frontmen del heavy metal.
En las semanas previas al show, muchos de nosotros sólo tuvimos en la cabeza ese concierto que se convertiría en uno de los grandes eventos del año. El clip de "The Trooper" podía verse diariamente en la tele, el álbum "Piece Of Mind" les había nublado la mente a miles de metalheads hispanos, y para colmo ibamos a disfrutar de un doble cartel de ensueño... ¡Iron Maiden/Michael Schenker Group!
No se trataba de un cabeza de cartel acompañado por un pequeño grupo telonero; eran dos bandas del mismo calibre compartiendo escenario. Hay que tener en cuenta que por aquel entonces Michael Schenker era uno de los dos o tres mejores guitarristas del mundo, y tenía una discografía impecable a sus espaldas, tanto con UFO como con MSG. La idea de presenciar en directo al hombre que había grabado "Strangers In the Night" y "One Night At Budokan" era casi irreal. Y para colmo presentaba otro extraordinario disco, "Built To Destroy", el último gran álbum en estudio que publicaría en su carrera, antes de caer en la mediocridad más triste.
El detalle cómico de aquella noche fue el intento de Iron Maiden de boicotear el show de Schenker. Borrachos de prepotencia y egomanía, como les ocurre a muchas bandas cuando alcanzan la cima, Maiden esperaban que los medios informasen sólo de su paso por España, e ignorasen al virtuoso alemán, así que programaron su rueda de prensa justo a la hora prevista para que actuasen MSG. Ni que decir tiene que la mayor parte de los medios que cubrieron el evento ni siquiera conocían a MSG y se perdieron su show, pero yo me aseguré de estar frente al escenario desde el mismo momento en que Schenker tocase las primeras notas con su Flying V.
Michael contaba con una fantástica formación: Gary Barden, Chris Glen y Ted McKenna, y él conservaba intacto su aura de misterio y su maestría absoluta como músico. Era como ver a Wagner empuñando una guitarra eléctrica. Tan pronto como apareció con su célebre chaqueta de aviador alemán y se inclinó en su pose clásica, apoyando la Flying V sobre su pierna derecha, dio comienzo una de las mejores actuaciones que recuerdo. Si tenéis en vuestro poder el disco en directo que grabaron en aquella gira ("Rock Will Never Die"), podéis haceros una idea de lo que fue aquello. Alrededor de cincuenta minutos en el cielo. Barden cantó como un ángel, Glen nos contagió sus buenas vibraciones y su característica energía, y Michael nos recordó que había muy pocos guitarristas en ese momento en el mundo que pudiesen dirigirse a él de igual a igual. Tan sólo Eddie Van Halen, Ritchie Blackmore y pocos más. Las generaciones posteriores (Satriani y el resto) jamás lograrían alcanzar su nivel. Mucho se hablaría de la actuación de Maiden aquella noche, pero practicamente nadie informó del increíble privilegio que supuso tener a MSG con nosotros en uno de los puntos más álgidos de su carrera. Quienes estuviesteis allí, sin embargo, sabéis de lo que hablo. Histórico.
Y bien, Iron Maiden no se quedaron atrás en absoluto. Cuando les vi en la siguiente gira teloneados por los imbatibles Accept de "Balls To The Wall", la verdad es que disfruté más con la banda de Udo Dirksneider. Pero en la gira de "Piece Of Mind", Maiden y MSG se encontraban para mi gusto al mismo nivel.
Recuerdo que me preocupaba que regresasen sin Clive Burr (una especie de Steven Adler de la época; alguien muy querido por los que habíamos seguido al grupo desde sus inicios), y no me hacía ninguna gracia ver en su lugar a aquel individuo sin nariz. Pero después de asistir a este fantástico concierto, ya no volví a tener dudas sobre el hombre sin nariz. Nicko MacBrian rockeaba. Y, sí, es cierto, se echaba mucho en falta a Clive, pero su sustituto logró estar a la altura de las circunstancias.
Gran actuación. Sonaron los mejores temas de sus cuatro primeros discos, Bruce se mostró más adrenalínico incluso que en la anterior gira, Steve Harris vivió el show con la misma ilusión que los miles de metalheads treceañeros armados con muñequeras de tachuelas que corearon todos y cada uno de los estribillos, Dave Murray y Adrian Smith nos deleitaron con todos aquellos riffs y solos que con el paso del tiempo llegarían a formar parte de la historia del heavy metal, y para rematar pudimos contemplar el cerebro de Eddie.
El movimiento musical con peor reputación de aquella década atravesaba su etapa de máxima gloria.
CESAR MARTIN
espero os haya gustado,la he encontrado y me ha traido tantos recuerdos a la cabeza....

SALUD&ROCK@NROLL