Dejadme no contaros su historia.
La historia
de cómo despejó mis espejos de despojos
sin trabarse la lengua.
De aquellas Converse del 37
que flotaban por mis escaleras
desnudando las dos últimas sílabas de todos los peldaños.
De las seis paradas de metro
que me llevaban a su barrio
y de todas las cuerdas de guitarra que temblaron
al gritar su nombre.
Dejadme no contaros su historia.
La historia de ver su culo salir por la puerta
y sentirte tan aterrado como si acabara de coger el vuelo hacia su Erasmus.
Y sentirte tan vacío como los brazos sin tatuar de un futbolista.
Y sentirte tan imbécil buscando metáforas que se le acerquen.
Y ni se acercan.
Porque sólo ella era capaz de soñar que perdía los dientes
y despertar con monedas bajo la almohada,
muerta de ganas por morderte un brazo.
Dejadme no contaros su historia.
Porque ya está escrita en mi boca
con saliva indeleble
y ginebra.
Esta es la historia,
aunque no os la cuente,
de haber coronado
los catorce ochomiles
de la mano de una misma sherpa.
¿Podéis imaginaros las vistas?.
Pues imaginad la caída.
Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Más tonterías en http://ycosasquemecallo.blogspot.com.es/
La Historia Interminable
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