Tu gesto impasible y la templanza del silencio,
el arco de la noche que gime en ausencias,
cuando tus ojos a la nada envenenan
con la agresividad de un brillante lucero.
Seas en ese instante perdida en el tiempo,
la indiscriptible cadencia de una hoja
el color del otoño de lluvia que moja
en la presión de tus labios que hiciéronme preso.
Sobre esta luna de miel y mermelada,
en la cuna doblada de un viento mecedor
donde quedó mi abandonado desamor
al besar tu boca prescindida de mirada.
Escondían tus labios besos infinitos,
sabor a negras pestañas de brisa
que traían tras sus cornisas
a tus ojos de un espeso carboncillo.
Y en tu sonrisa una galaxia en belleza
que me distraía a menudo de la vida
con tu cara morena en continua vigilia
y una eterna caricia que limaba asperezas.
Perpetuándonos con los pechos como el mar
juntos en vaivén y a llena estancia del desorden
con la cordura en la vibración de un acorde
deseándonos perderla al cambiarnos de compás.
Y la noche, que salió de tus combados lindes
parirá un suspiro de sinrazón en mi locura
y anidaremos juntos en la vasta espesura
del estrecho pasillo de los foscos adoquines.
Y esa noche, esta noche de amor en verso
te abrazaré y uniré brazos y piernas
hasta quedar exhaustos sobre la tierra
y acorazados por el celoso cielo.
Noche Fatua
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