Un surtido de interrogantes. Ese fue el regalo de Reyes que recibiste en las séptimas Navidades. Tan niño y con tan pocas ilusiones?
Estaba apunto de comenzar la típica cabalgata de Reyes, que anualmente intenta llenar las calles del color que le suele faltar en los día de diario. Caminaba rumbo a la casa de un amigo, con ese cosquilleo en el estómago que tienen los que viven con un niño bajo el mismo techo en días como este. Era complicado, pero creo que la vorágine del comprador compulsivo se apoderó de mí ese día. Mas bien el síndrome del repartidor altruista de sonrisas, pero poco importa, porque esta estancia emocional fue realmente breve.
Mi espíritu navideño, ya de por si escaso, quedó fulminantemente aletargado tras la mirada de aquel niño. Estaba en el interior de un coche, por cierto, bastante destrozado. Su mirada de ingravidez levitaba a metro y medio del asfalto de aquella avenida, perdida, buscando donde posarse, ansiando respuestas quizás. Junto a él, una policía trataba de charlar con el pequeño:
- ?No te preocupes, enseguida traeremos a tu mamá. Está bien, lo que pasa es que se la hecho un poco tarde, pero en nada estará aquí contigo?, le decía al niño intentando traerle un poco de paz interior.
Yo no lo lograba entender la situación, pero estaba claro que algo pasaba. Mientras, la mujer seguía contándole historias Navideñas y hablándole de lo bonita que iba a ser la cabalgata. Pero qué puede importarle a un niño que jamás conoció el sabor de los sueños. Me acerqué a la policía, y en un intento de no parecer indiscreto le pregunté sobre la hora de inicio de la cabalgata.
- ?A las seis y media?, contestó fugazmente la joven de uniforme. Enseguida retomó la charla con el niño, que seguía sin abrir la boca. El miedo le cegaba. Los interrogantes se cernían sobre el como meras aves de presa.
De pronto, salieron de un bar cuatro hombres que portaban a una joven mujer, sosteniéndola entre todos como buenamente podían. Su cara no dejaba lugar a dudas. Era una yonki. Sus ojos al vacío, totalmente emblanquecidos, su cuerpo derrotado, inútil, inservible. Estaba puestísima, apuesto a que ni recordaba que dejó a su hijo tirado dentro de un coche, es más, envido a que ni tan solo el coche era suyo. Prácticamente a rastras, cruzaron la avenida y se acercaron hacia donde se hallaba el coche, con la criatura todavía dentro. Ya sabemos como son los niños.
Les dices ?quédate aquí y no te muevas hasta que regrese? y así lo hacen, aunque vean que una enorme mole de piedra va a caer sobre ellos.
Tras unos interminables instantes llegaron al coche, y prácticamente al unísono, tras ellos, un coche de la policía. El niño la miraba, buscaba que su madre le devolviera aunque tan sólo fuera una cómplice mirada. Pero no fue así, ni una mirada, ni una palabra, ni un beso, nada. No era capaz ni de eso. La montaron en el coche de la policía, mientras, la policía que anteriormente charlaba con el crío, subió al coche de la yonqui con el niño dentro. El coche de la policía arrancó, encendió las luces azules y la sirena y marchó avenida abajo. Seguidamente el coche de la yonki conducido por la agente arrancó y siguió su estela. Yo no podía dejar de observar al niño, aún habiéndose marchado en el coche todavía veía delante de mí esos dos ojillos preguntándose por qué.
Aquel niño no tenía tiempo de pensar en los Reyes, en las putas Navidades, en ese antifaz que todos ponemos a la vida. Poco después, a la media hora aproximadamente, por ese mismo lugar pasó la cabalgata irradiando de luces e ilusiones a aquellos que afortunadamente aún creen en los sueños. Qué sinsentido, que ambigüedad, cuanto, que poco, que excesos, cuantas carencias? Encontré un nuevo sentido a la frase de ese querido poeta de ?me mata el mismo sol que a ti te alumbra?. Cuanta felicidad se veía en aquella cabalgata, que pocos motivos para sonreír los de aquel niño?
continuará, aún me quedan mariposas revoloteando por aquí dentro, pero al menos, me he conseguido desahogar momentáneamente.
Antípodas navideñas
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Y es que a veces no hay nada más obsceno que la felicidad hipocrita y ml disimulada de la navidad... muy bueno el contrate, el enfoque de la historia y la conclusión...
Aunque quizá hubiese subrayado el hecho de que la madre del niño es casi tan victima como el... Ser yonqui es muy, muy, muy jodido, y da la impresion de que cargas las culpas sobre ella... Es solo una impresion.
Aunque quizá hubiese subrayado el hecho de que la madre del niño es casi tan victima como el... Ser yonqui es muy, muy, muy jodido, y da la impresion de que cargas las culpas sobre ella... Es solo una impresion.
Kai tío, como algún día deje de verte x aki abajo me preocuparé y de verdad. Que siempre es un placer saber que te gustó. aullidoos!!!!!!!!!!!
Cronos, claro que si. Ser yonki es jodido no, jodidísimo, estoy de acuerdo. No quise dar esa impresión. No le cargo de culpas, xo pudo elegir su vida. El niño, no. El níño ese no tenía ni vida, te lo digo pk me lo contaron sus ojos.. pobre chabal, no quiero pensar en como puede acabar.. me aegro que te gustara! saludos!!
Kamawookie, gracias por tu lectura. Sigue con tu actividad frenética x el foro, que se te echaba de menos. Que unque no siempre conteste se te lee y disfruta. salud!
Cronos, claro que si. Ser yonki es jodido no, jodidísimo, estoy de acuerdo. No quise dar esa impresión. No le cargo de culpas, xo pudo elegir su vida. El niño, no. El níño ese no tenía ni vida, te lo digo pk me lo contaron sus ojos.. pobre chabal, no quiero pensar en como puede acabar.. me aegro que te gustara! saludos!!
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