señorita nadie

Poesía y relatos.
Kaede
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señorita nadie

Mensajepor Kaede » Mar Ago 29, 2006 5:27 pm

weno, no esta terminado, es mi semi-obra de la k hablo en 'las lombrizas' a ver k os parece xa poder retokarla y decidme si esta bien o no xa presentarla o a ver si me curro otra cosa: os gusta???

Una canción sonaba. Su canción. Una botella vacía calló al suelo mientras el estribillo sonaba. Otra más de vodka, un momento menos de sobriedad. Para ella era mejor olvidar las penas. Tantas en su vida. Tan pocas gratitudes y favores en tanto tiempo. Era triste, pensar que nunca había tenido sueños.
Pasaba noche tras noche delante de una barra, bebiendo, como si esperase algo. Lo había intentado todo, incluso lo peor, pero no era suficiente para poder sobrevivir en un mundo de cómodos ricos egoístas. Todo, tan poco alcanzable para ella. Aquel fluido era su única medicina para huir del mundo real. Poder soñar con algo mejor, algo que no existía más que en su mente. Su estado, su apariencia, sus penas la habían hecho perderse de la sociedad. Quedarse sola, ella era apartada de toda persona cuando intentaba acercarse. Solo le quedaba nada. Ya todo lo tenía perdido.
Solía pasar tantas noches pensando, llorando, mirando las estrellas. Sintiéndose insignificante entre tanta grandeza y pensando que no pertenecía a este mundo. Alguien la debía de haber soltado allí sola. Todo el mundo nace con una pareja fija, y pasa su vida buscándola. Ella no. Ella solo tenía la bebida y la nada. Difícil elección, pensaba. Tal vez... ¿no era nada sin la bebida? ¿la bebida la hacía nada? ¿la bebida no era nada? Tal vez solo una excusa, una forma de morir lentamente, el veneno mas barato y menos amargo. No le suponía nada seguir viviendo, solo penas. Tampoco sabía que había detrás de la muerte, pero hubiese lo que hubiese ella tenía ahora lo peor. Prefería cualquier cosa antes que eso. No sabía cuantos males tenía, cuantas penas la esperaban o cuantas había salvado ya, pero no quería comprobar si en algún momento podría rozar la felicidad. Solo era una palabra para ella, no podía ni soñarlo porque no sabía cual era su esencia. Nunca lo había sentido. Nació en una familia de perdedores y trabajo casi desde que se enseñó a andar. No sabía leer casi y las matemáticas eran como letras chinas para su mente. No tenía nada, no valía nada, ni siquiera para poder explotarla. La comida no le llegaba y por tanto sus músculos no eran fuertes, no podía hacer trabajos forzosos en el campo. No era una pieza comercial, podríamos llamarlo. Entonces solo se podría clasificar en escoria, basura que ocupa un puesto y debe desaparecer. No cuenta.

Comenzaré desde el principio. Una historia así no es fácil de contar pero tiene un comienzo como todo. Su madre, una joven mujer engañada por un hombre que le prometió la luna y cuando consiguió mecerse bajo sus faldas la dejó con la promesa en las manos. Su madre, abandonada de su familia por las mentiras presionadas por la edad o por el amor. Inició una vida con su nena en brazos trabajando en cualquier cosa que el cuerpo podía permitirle. Las drogas, proporcionadas por trabajos que no quería ni recordar la hacían olvidarse hasta de que tenía que vivir. Cuando pudo inició a su hija a eso de ganarse la vida, bien porque aquella veía a su madre, bien porque necesitaba el dinero. Al principio ruinmente intentaba pedir algo tragándose el orgullo y la vergüenza... aquellas cosas solo las había visto hacer a gente que le daba asco, a gente que pensaba vaga y rufián. Más tarde, cuando le pareció apropiado aunque temprano metió a su hija a trabajar al campo (cosa que luego se arrepintió de los problemas y enfermedades que su nena tuvo, aunque no tenía elección, no veía otra por mucho que quisiese que su hija fuese feliz). Por ella le habría dado una educación, ofrecerle un trabajo digno y que no le costase problemas cuando fuese su edad, pero no podía soñar con ser el número diez cuando no era ni el uno. Trató de enseñarle cosas básicas a su hija como a remendar zapatos, ropa... y por desgracia a como robar pequeñas piezas de fruta sin darse cuenta y parecer inocente. Era difícil, duro, y no por ella, si no por una niña de 6 años. Pensaba que a su edad se pasaba el tiempo en el que su hija gastaba tratando de conseguir algo carroñero para comer en jugar con muñequitas. Que desgracia, no sabía si era mejor seguir adelante con su hija o quitarle la vida y luego a ella, como los perros que se comen a sus hijos para que no sufran. Pero no tenía valor para eso, y no sabía si eso era algo malo o no. Simplemente sabía que ni había presente ni futuro. Los años pasaron viviendo apenas con cuatro paredes y un techo, alimentándose de algo de comida y creciendo lo justo, aprovechando oportunidades, evitando la muerte y sacando dinero, ayudas y fuerzas de bajo las piedras. Ya era una costumbre, algo con lo que se habían ensañado a vivir. La joven niña ya era una adolescente a la que la vida no la engañaba porque había aprendido a burlarla antes de saber andar. Sabía lo que trataba, como era el mundo, y sobretodo las oportunidades que le daban a ellos. No había horarios, no habían tareas fijas, solo un único propósito: alimentarse.
Aquella jovencita que tantas calles y noches había pateado con tan pocos pero largos años a sus espaldas creció bella aunque desgraciada. Tal vez ser bonita en un mundo sucio es peor que nada ya que tienes solo el resguardo de tus manos y el odio y el interés de la gente. Tal vez le era mejor porque le ofrecía otro tipo de trabajos a los que por desgracia, decía su madre, había tenido que rendirse y ofrecerse. Una cara bonita es mejor pagada, le dijo un día llorando y abrazándola el primer día que le enseñó los secretos de la belleza pintada.
Linda veía a su madre como las lágrimas ya no le salían cada noche cuando volvía del trabajo. Su madre triste y con la imagen de la muerte en la cara la abrazaba, besaba y protegía. Solo era su nena, su pobre bebe por desgracia crecido y visitado por la necesidad. Odiaba tanto a aquel, su primer hombre, su desgraciado y maldito caballero.
- A nosotras nadie nos querrá. Somos gente perdida de las cuentas, somos ratas de la sociedad. El hambre en la boca de un muerto. Nada hay bajo nuestros pies, solo el odio y las miradas viciosas. Somos una risa, una mirada desinteresada, una mueca en la cara de un niño advertido, la fealdad de las grandes ciudades, aquello a los que nadie quiere mirar para no darse cuenta que existimos. No podemos vivir porque no nos dejan, no podemos respirar porque no merecemos el aire, no podemos mentir porque no tenemos con lo que mentir, no tenemos derecho más que a morir sin molestar y sin ser vistos. Solo somos restos de una sociedad que quiere ser ciega y se tapa los ojos con las manos.

Ella la abrazaba más, sin querer oír lo que su madre le decía, pero comprendiendo su alma. La cogía y acariciaba con fuerza, como para querer borrar sus malos pensamientos.



weno, como he dicho aun esta x acabar, así k decidme sincerametne k os parece xk me keda poco tiempo y no me puedo entretener con cosas sin importancia.... :roll:

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