Redefinir

[fløyteHundore]

Nunca supe satisfacer tus innumerables inquietudes. Desde tu llegada, mi vida supuso un gran reto que afrontar. Durante años percibí tu corazón como un gigantesco sistema acuífero de poros, canales y cámaras sobre el que mis sentimientos extendieron sus velas sin temor a la zozobra. Quizás fuera tu innata curiosidad y disposición a la creación de nuevos conceptos la que afianzaba nuestra relación - pronto fuiste capaz de charlar animosamente con el viento mientras un suave sol azul descendía tras la última cresta de hielo - o tu afanado interés en andar descalza lo que te convirtió a en una pronta obsesión.

Tus pensamientos, sin llegar al neopritivismo, no dejaron nunca de sorprenderme. Sin duda había en ti algo que en mí nunca habría podido encontrar. Pero, sin embargo, eras pura emoción, pareciera como si careciese de signos de maldad. Siempre en su mirada se encontraba el destello de quien veía el mar por primera vez. Su fijación por los detalles y la subsiguiente sonrisa traicionaron a mi monotonía y devolvieron color a olvidadas diapositivas. La delicadeza de sus manos amables y cariñosas fundían en fracciones de segundo todas mis premisas sobre la adecuación en el plano de nuestra situación mientras me envolvía en sus finos brazos.

La precipitación algorrítmica de beats suponía una sucesión casi interminables de movimientos por descifrar. Unas veces espeso y absolutamente descompasado, perdido en un mar de polvo de disco circumestelar tras un colapso gravitacional; movimientos asfixiantes bendecidos por el caos en un tumulto de ruido y confusión. ¿Cual era la verdad, tu verdad? Sostenías tu cabeza entre las manos como si esta fuese la mayor losa que pesaba sobre ti; otras veces agitabas tu cuerpo hasta hacer sangrar tu piel en el intento de arrancarte la misma.

Y silbabas, ¡claro que silbabas! La pequeña entrada iluminada al circo de tus ojos mantenía fija su mirada mientras girabas sobre tus pies antes de sentarte y maullar desnuda ante mí.

- Se bella giu satore
je notre so cafore
je notre si cavore
je la tu la ti la twah
- Eres odioso.

Deccarkd sostenía a duras penas una viga cuando ella apago la música y se sentó a mi lado. Cuando Roy Batti comenzó a hablar supe que ambos teníamos miedo, la construcción de nuestra propia realidad ya se había asentado. Por más cosas que inventásemos, por más colores que cambiásemos de lugar, por todas aquellas palabras inventadas,... la presencia del infinito no asustaba por la incapacidad real de alcanzarlo sino por la idea de tener que alcanzarlo en solitario.

Silencio.

- Crasit. Sí, crasit me gusta.
- ¿Quien es Crasit?
- No es quien es crasit, sino qué es crasit.
- A ti te lo voy a decir. Já.

Y moviendo con demasiada intención tus sinuosas caderas te despegaste de mi lado en un lento vuelo hasta alcanzar una torre de antiguos cedés. Uno a uno los desechaste como quien deshoja una margarita esperando encontrar la felicidad. Sobre el suelo desgranabas algunas carátulas de sus cajas, otras veces observabas con atención la galleta para luego soltarla sin pudor sobre cualquier superficie.

- ¿Se puede saber qué buscas?
- A crasit.

Suspiré y atusé un poco mi cabello como quien acaricia a un perro por aburrimiento. Un tanto más apático en mis movimientos, acerqué una silla al estante donde estaban una parte de los discos. Indagué un poco, revolví viejos pensamientos en busca de crasit. Situada tras mi espalda, desterrabas discos ignorando la importancia de los mismos para la historia de la música popular moderna.

- ¿Qué forma tiene crasit?
- Es como una cola de ballena.
- ¿Cola de qué?
- Sí, sí, de ballena. Crasit es algo como una aleta homocerca.

Di un rápido giro de ciento ochenta grados y comencé a buscar airoso en otra estantería. Yann Tiersen, Erik Satie, Pascal Comelade, ... Aquí estaba.

- 1991, Luc Besson. Atlantis.
- Muy bien, jefe. Mañana te toca inventar a ti.


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