Lo tenía por ahí guardado. Tiene forma de poema por casualidad, pero no tiene nada de literatura y sí mucho de reflexión. Impresiones que tenía en aquel momento y que, demasiado a menudo, sigo teniendo...
Son del grupito, son guays, son compañeros,
¿Y si no? Son sectarios,
son reformistas o autoritarios.
Son buenrollistas, son feos
o lo hacen todo por dinero.
Esos no me molan
son gilipollas
¿Por qué? No sé.
Se oye, se cuenta, se dice...
que han hecho esto o aquello.
Da igual.
Radicales, contrarrevolucionarios,
son hardline o son borrachos.
Son unos costras, unos tirados,
o strikis y exaltados.
Mil formas vacías de estar a la contra,
de generar lios, rencores idiotas,
esa mierda de rumores...
Hasta las narices de creerme superior
a todos y a todo.
De juzgar, de condenar,
de acusar desde un púlpito moral.
Del salsa rosa antisistema,
de buscarse la hostia de problemas.
Nadie es perfecto,
metedlo en la cabeza.
Todos tenemos errores,
nadie se puede librar,
y creernos superiores,
no lo va mejorar.
Estoy harto ya de todo,
el que se atreve a juzgar,
al resto de compañeros
sin pararse a pensar.
En si mismo,
en lo que hace,
en lo que prefiere callar.
Estoy harto de mi mismo,
cuando me comporto igual.
Cuando hago sentir culpable,
a quien viene a trabajar.
Harto ya de repetir,
los errores del sistema,
que queremos destruir.
Vigilar lo que hacer,
Vigilar lo que decir.
Contra quienes malmetistes
algún día irán por ti.
¿Qué tiene de positivo,
vivir para destruir,
a quienes, con sus errores,
solo tratan de construir?
Construyamos entre todos,
una forma de ser,
donde de nuestros errores,
se pueda aprender.
Hablar por hablar
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