SANGRE (relato duro ... sangriento (no morboso) ...crítico)

Poesía y relatos.
lennon_competencia
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SANGRE (relato duro ... sangriento (no morboso) ...crítico)

Mensajepor lennon_competencia » Mié Feb 11, 2004 12:42 am

Cuidado, felicitare al que logre leerselo entero sin dejarse la vista.

Chucky, no lo he puesto en tu post porque es mas porbable que la gente lo lea aqui...

SANGRE (Doble espacio pa que os cueste menos)


No soy un loco. Tampoco desequilibrado, trastornado o peligroso como

ellos pretenden. Sé que nadie me va a creer. Ellos son los más fuertes.

Me han dado este sucio papel y una pluma. Lo han pasado a través de la

rendija que hay en la herrumbrosa puerta; temen que les ataque, les

muerda, desgarre... Me temen y no acierto a saber por qué; por qué

permanezco en este deprimente lugar de paredes de cemento, tirado en

un catre, vomitando mis penurias, observándoles y ellos a mí; una

atracción mutua, el cazador y el cazado, el superviviente y la víctima;

vencedor y vencido.


Se creen que soy tonto. Sé de sus cámaras. Sé que cuando miro, cuando

intento rescatar una imagen de mí mismo en el espejo, ellos están al otro

lado. Sé que mi aspecto les fascina; una sombra que oscurece el

cuartucho, un intento de vida humana, un pedazo de carne corrompida en

un gran charco de sangre.


Sangre...


Sé lo que intentan dándome este papel que empieza ya a poseer mi ser

como si de una letal droga se tratase. Quieren que escriba mis

sentimientos, ya que nunca quiero hablar con ellos. Lo quieren todo ?ya?,

son audaces, inteligentes, sus investigaciones sobre la psique humana les

auparán a lo mas alto de la escala; lo celebrarán con champán, reserva

del 82, un Burdeos, mujeres...


No sé por qué siempre nos empeñamos en marcarlo todo; presente,

pasado, futuro, fecha, día, hora. Siempre he tenido ese toque romántico

que te hace ver el tiempo como algo fugaz, fuera de toda ley o medida

humana y que te es indistinto aprovecharlo o no ya que la muerte es el

fin, un fin degenerado para mí en un festín de sangre humana.


¿Quién sabe cuándo nací? Yo sí, pero no lo diré ¿Cómo soy? Una sombra.

Lo siento por el que no le baste esto para imaginar un ser humano, lo

siento por ellos, que serían capaces hasta de medir cada fideo de la sopa

que nos dan. Lo siento.


Mi delito fue nacer. Nacer entre convulsiones, abandonar un mundo

compuesto de sangre y dolor, inmune, y abrir los ojos a un nuevo mundo

que te espera para devorarte poco a poco. Mi padre nunca quiso un hijo y

mi madre lo pagó.


Yo no tuve hermanos. A la edad de cuatro años, cuando mi madre tenía

veintiuna primaveras, mi padre le propinó tal paliza que la dejó estéril. Yo

ya estaba acostumbrado a ver derramada sobre el suelo de aquella sucia

casa sangre y dolor... el dúo mágico de elementos que dominaba mientras

aún estaba en el otro mundo. No comprendía, no podía comprender. Veía

los gestos de mi padre, la muerte al acecho, olor a peligro. Huía a mi

habitación, todavía recientes en mi cerebro las imágenes de aquel fluido,

el más increíble de todos, el granate, la sangre. En manchas, goteando,

surgiendo de la herida. Cogía mi cuaderno y mis lapiceros de colores, que

mi madre me había regalado hacía un año y de los que ya sólo quedaban

cuatro. Buscaba el rojo, conservando la imagen en mi cerebro, como

quien intenta que no se le escurra la arena entre los dedos. Plasmaba en

el viejo cuaderno la imagen; rojo, más rojo, aquí había como dos gotas,

aquí un rastro más grueso. Sangre, sangre, sangre. Cada vez que mi

padre pegaba a mi madre plasmaba en una hoja de mi cuaderno lo que

había visto, y luego me acostaba preso de una felicidad embriagadora, con

la satisfacción del deber cumplido, como si estuviera forzado a hacerlo.

Mi madre me quería. A pesar de trabajar todo el día para sostener la

familia y amortizar la cantidad de dinero que mi padre derrochaba en

alcohol, siempre sacaba tiempo para contarme un cuento. Por las noches

venía a mi cama y siempre me daba un beso en la frente. A veces, con los

ojos entreabiertos, veía las marcas que cubrían su cara, o un ojo

amoratado y un escalofrío me recorría el cuerpo.


Crecí, y mi forma de ver el mundo cambió. Con nueve años, yo era

siempre el marginado, del que todos se reían. La vida era para mi un

infierno. Ya no dibujaba la sangre pero de vez en cuando echaba un

vistazo al raído cuaderno. Mi padre había mejorado; aunque seguía

propinando golpes y cortes a mi sufrida madre ya era menos común, una

vez cada dos o tres meses. Sin embargo el mundo tenía otra dimensión;

no era adulto pero comprendía y cada vez que ocurría, crecía en mí un

sentimiento de horror y desgracia que me mantenía bajo su yugo durante

tres o cuatro días, llorando y recordando con horror la sangre extendida

por el suelo. Por las noches me tapaba y tenía grandes pesadillas con

enormes manchas del rojo líquido que me atrapaban y engullían como

gigantes amebas.


Recuerdo la vida en casa durante esos nueve años. Mamá, siempre que

papá le gritaba, se tiraba el resto del día sollozando, ocultándose de mí y

con una horrorosa expresión de temor en el rostro. Trabajaba como ama

de casa en otras casas de la ciudad. Papá iba y venía a su gusto, gritaba

mucho y siempre estaba amedrentando a mamá. Durante el día, había

períodos en que debía quedarme a solas con papá. En esos momentos,

podría decirse que mi padre no me conocía. No me decía nada, salvo

cuando le tenía que traer de la cocina su whisky. Yo le miraba a

escondidas desde el pasillo, veía su cara, su tez oscura. Alto, fuerte y con

una continua expresión de disgusto. Su mirada era lo peor; escrutadora y

violenta, con esos ojillos de rata malévola, daba la impresión de estar

esperando para abalanzarse sobre ti y devorarte.


Sí, mi padre era odioso y muchas veces deseé coger un arma y disfrutar

un rato siendo yo el que vertiese la sangre ahora, el que mandase, como

cuando era un embrión en el mundo anterior, gobernador del cuerpo

humano, sangre y dolor. Cuánto pude disfrutar con la idea, noches de

planear el horrible asesinato de mi padre, cada noche más horrible que la

anterior, más sangriento, más divertido. Pero cuando al día siguiente lo

veía salir de su habitación con la mirada cargada de resaca y odio, me

sentía incapaz y me iba a rumiar mi fracaso y a preparar el plan para el

día siguiente.


Diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho...


Dieciocho años tenía yo cuando sucedió. Vaya, acaban de pasar la comida

por la rendija de la puerta


...


Dieciocho años. La adolescencia me había golpeado con su crueldad a

partir de los trece años. Esa necesidad adolescente de ser alguien y

formar parte de algo fuera del circulo familiar resultó dolorosa para mí ya

que para los demás de mi instituto yo era el ?raro?, un tipo taciturno, de

ropa pasada de moda y alejado de éste mundo, desgarbado y malcarado.

Pasaba los días en mi casa, sufriendo en silencio como durante toda mi

vida las continuas broncas de mi padre. Por aquel entonces tan sólo volvía

a ver la sangre tres o cuatro veces al año y su obsesiva presencia me

molestaba menos. Sin embargo no podía evitar recordar mi niñez,

aquellas palizas que no comprendía a los cuatro años, el cuaderno de

tapas duras, los planes de asesinato, la mirada de mi padre. Me

sorprendía al darme cuenta lo poco que había cambiado todo; seguía

atemorizado ante su presencia y pese a ser un hombre de dieciocho años

a su lado me veía como el niño de nueve que le espiaba desde el pasillo.

También seguía planteándome con gozo la idea de matarle y librar a mi

madre pero esta vez ya no disfrutaba al imaginarme a mí mismo

dominando la sangre, sino que me horrorizaba sólo él imaginarla. Pensé

en muertes sin derramamiento del vital fluido, como el envenenamiento.


No pude, no cabía en mi pensamiento cualquier tipo de violencia sin

aquella atrayente masa viscosa y cálida. No sabía otra cosa, mi casa era

mi verdadera escuela y fuera de ella, en el mundo, no había nada más q

que cuatro gilipollas que me miraban mal por mi aspecto sin imaginarse lo

que de verdad sufría.


Dieciocho años. Lo intenté todo para huir de mi situación. Intente diluir la

sangre en alcohol. Un puñado de solitarias borracheras en bares nocturnos

me convencieron de que la sangre era indisoluble y además me hicieron

ver horrorosas alucinaciones que nunca olvidaré. En ellas, mi padre

pegaba a mi madre más y más hasta hacer de ella un charco de sangre

enorme, con cuatro trozos de carne humana y huesos. Dormía en

portales, orinaba en la calle, vomitaba en las aceras. Amanecía de noche,

anochecía de día. El tiempo era un punto perdido en el espacio, sin

principio, fin ni sentido. Volvía a casa y mi madre lloraba histéricamente al

verme. Se acabaron las propinas de mi madre, ella no quería que fuese

como mi padre pero yo necesitaba beber, quería volver a ser el monstruo

que era, ver la sangre. Por ello sucedió.


Sí, dieciocho años tenía cuando violé el espacio sagrado de mi odiado

padre. Le robé mientras dormía un cofre en el que guardaba dinero para

sus bebidas. Huí de casa, me emborraché, vagué toda la noche cogido de

la mano de mi única compañera: la sangre. Me vi en los espejos como un

monstruo pero disfruté con mi aspecto. Vomité, hice hueco en el

maltratado estómago y volví a beber. Acabé en un parque entre

horrorosas convulsiones y volví a mi casa. Cuando entré, él me estaba

esperando.





Cada vez que lo recuerdo.


Sangre.


Su obsesiva presencia, marcando mi vida desde pequeño.


Siempre espectador, siempre público.


Si ellos, los psicólogos, supieran...





Sucedió. Pasaron por mi cabeza las decenas de palizas que había dado a

mi madre. Percibí por su mirada vidriosa que estaba borracho. Y mucho.

Como yo.


Primero me rompió en la cabeza la botella de whisky que llevaba en la

mano. Sentí un vacío y mi cuerpo desplomarse. Reaccioné al clavárseme

los cristales que habían caído al suelo en la espalda. Sentí un dolor

horroroso y todo parecía moverse muy lento. Me propinó un par de

puñetazos en la mandíbula. Sentí el crujir del hueso, manar sangre de mi

nariz y oídos, dientes rotos, oí el rechinar de mil espadas en mi cerebro

preparándose para la batalla. Sacó una navaja de su bolsillo; me desasí

de él tirándole un puñado de cristales a los ojos. Se acercaba con la

navaja en la mano, tambaleándose. La casa estaba en la semioscuridad;

oí gemidos en su habitación, supe que había golpeado a mamá por mi

robo. Le tiré un pisapapeles que le dio en la frente. El golpe fue durísimo,

le hizo una enorme brecha de la que empezó a manar sangre a raudales.

Empezó a perseguirme por el salón, yo interponía todos los objetos en su

camino. Dolor y sangre; se lanzó hacia mí, me cortó en el brazo, me dio

una puñalada horrorosa en el abdomen. El suelo estaba ya lleno de

sangre, yo no podía con él y ya me iba a clavar la navaja en el cuello. La

imagen de la sangre me llenó de horror, el horror me dio una fuerza

increíble. De un salto, herido como estaba, alcancé un enorme cuchillo de

cortar carne que colgaba de la pared de la cocina. Me acordé de los

asesinatos que había ideado, me acordé de uno en el que le atravesaba

con el cuchillo. Lo hice.


Lo que hice después es difícil de entender hasta para mí. Disfruté mucho,

ahora era yo el jefe, el que dominaba a la sangre, me revolqué por el

suelo, me unté de su sangre, me burlé de su cadáver. Le había dado la

vuelta a mi problema, ahora era yo el que disfrutaba con mi sadismo. Es

un horror ahora relatar esto, pero entonces yo era el ser más feliz de los

dos mundos que existen.


Sin embargo surgió en mí un horroroso germen humano: la codicia.

Quería más sangre; una vez ya había sido el que controlaba un mundo de

sangre y dolor, al nacer perdí ese puesto; ahora deseaba volver a ser el

rey.



Mi madre estaba llorando en su cama. Tenía un corte profundo bajo la

mejilla, no se había atrevido a salir a ver la lucha. Cuando aparecí lleno de

sangre corrió a abrazarme. Yo, loco de ira y sediento de sangre la separé

de mí y le anuncié el fin de todos sus problemas. La maté allí mismo, con

el mismo cuchillo con el que maté a mi padre.


Me animé con unos vasos de whisky y totalmente ebrio salí a la calle a

satisfacer mi sed.


En el transcurso de lo que quedaba de la noche maté a cinco personas: el

profesor de historia que siempre se preocupaba por mí hasta el punto de

agobiarme, los tres chavales que siempre se metían conmigo, la vecina

que siempre me miraba mal. Fue una pequeña muestra de venganza, de

lo que estaba dispuesto a hacer contra el absurdo mundo en que yo era

extraño para todos. Sí, y al matarlos a todos quedaríamos yo y mi mundo

de sangre, sangre y dolor, el primer mundo que conocí y el mejor. Me

atraparon enseguida, no pasaron ni cuarenta minutas tras el último

asesinato. El revuelo que se montó fue enorme, mi baño en sangre

horrorizó al país entero, fui portada de todos los periódicos.


El juicio fue fácil. Me declaré culpable de todo. Me condenaron a pena de

muerte.


En la cárcel ataqué a todos mis compañeros, me declararon ?loco

peligroso? y me trasladaron a este asqueroso psiquiátrico penitenciario.

Desde entonces ellos me vigilaron, intentaron penetrar en mi mundo. No

les dejé, los habría matado de no ser por las esposas que debía llevar

puestas.


Con los años me he ido tranquilizando. Sigo siendo un monstruo. Estoy

marcado de por vida por ese odioso líquido causante de mi desgracia.

Pero no estoy loco, puede que estuviese trastornado cuando protagonicé

aquel torbellino arrasador de sangre y dolor formando un todo con el

fluido causante de mi trastorno.



Y ahora sé mucho. Sé mucho más de este mundo, aunque apenas lo haya

visto. Sé que el hombre es sangre, nace sangre y muere sangre y bebe su

propia sangre. Sé que vuestro mundo, el de todo lector de estos folios, es

un mundo afectado por una plaga llamada humanidad, que gusta de

asesinarse mutuamente, ser cazador y cazado, verter cada año millones

de ríos de sangre, genocidios, torturas. Se que actualmente yo soy uno de

los millones de cazados, junto a gente de todo el mundo que también son

los ?cazados? en guerras, muriendo de hambre, accidentes... Sé que yo un

día, sólo un día fui cazador y sentí la sed de poder, la misma que sentirá el

coronel que manda matar a trescientos e inmediatamente necesita

trescientos más. Cazador y cazado, y los primeros beben de la sangre de

los segundos. Sé que algún día ellos dejarán de estudiarme, conseguirán

un éxito gracias a mí. Entonces la presa ya no les servirá y dejarán que se

me aplique la pena de muerte que tengo pendiente, y mi sangre correrá

en ríos invisibles junto a la de los otros millones de cazados, y los

cazadores se harán importantes, y querrán más.

Y serán muchos los cazados. Serán los muertos de hambre porque una

persona se niega a sacarles de su situación. Serán muchos los muertos en

guerras absurdas para que otra persona ascienda un puesto en el ejército.

Y ellos no se habrán bañado en sangre ni la habrán bebido en el sentido

estricto de la palabra; y yo sí lo hice. Pero sé que ellos son y serán los que

más daño hagan, los que están locos, los que hacen barbaridades con la

sangre. Yo no.


Debo acabar ya. Se oyen voces tras la puerta y creo que vienen a por mí,

a recoger estos folios.
chuky

........

Mensajepor chuky » Mié Feb 11, 2004 1:18 am

...plas plas plas plas plas (aplausos)

...¿y decías que eras mal relatista??? hay que joderse jeje es un relato jodidamente cojonudo, es la hostia la historia que has descrito, y de morbosa nada, tratas un tema como es de la violencia familiar sin tapujo ninguno, sin autocensurarte ningún pensamiento ni leches en vinagre, mi más sincero reconocimiento y admiración a tus letras, un saludo, un saludo grande...
MONSTRUO
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Mensajepor MONSTRUO » Mié Feb 11, 2004 12:52 pm

está muy guapo, me ha molao mucho de principio a fin. :D
lennon_competencia
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Mensajepor lennon_competencia » Mié Feb 11, 2004 4:55 pm

no solo son los malos tratos.

Tambien es el crimen, un intento de comprender las mentes de los criminlaes de hoy que la mayoria de las veces son los niños torturados por su realidad cotidiana de ayer
chuky

....

Mensajepor chuky » Mié Feb 11, 2004 6:12 pm

...claro, claro, joder, no sólo hablas de los malos tratos, de he hecho te he comentado : "tratas un tema como es de la violencia familiar sin tapujo ninguno"...tambien tratas otros temas como son las relaciones de poder, del ansia de poder, controladores y controlados, hablas del alcohol, de la sociedad, la sociedad observada desde ese punto vista, hablas del nacimiento de un asesino... a lo que me refería es que en ese tema no te has cortado a la hora de describir las situaciones, ya que podría ser bastante peliagudo hablar de ese, de ese asunto... en fin, buen relato...
lennon_competencia
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Mensajepor lennon_competencia » Mié Feb 11, 2004 9:06 pm

fue mi primer relato... si os sirve como anecdota.

La primera vez que me puse a escribri algo (en forma de relato) y salio esto
MONSTRUO
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Mensajepor MONSTRUO » Jue Feb 12, 2004 10:23 am

ostia, pues triunfaste chaval, en serio.

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