Extremos que se unen formando una especie de lámpara
o de gesto estático que permita trepar con disimulo.
Pasos que se detienen ante una línea invisible,
más allá de la cual no mira casi nadie, excepto (quizás)
los estudiosos de paisajes.
Espadas afiladas y dispuestas en las paredes
de los pasillos que comunican los salones de baile. Clavos,
objetos punzantes, cadenas de las más diversas longitudes y texturas.
[Me dicen que no siempre fue así,
que hace ya bastante tiempo, hubo gente que propuso
volver a mirarse a los ojos los unos a los otros,
recuperar la lentitud, el silencio,
las ganas de subirse a los árboles...]
[Su propuesta duró exactamente 13,5 segundos: ante la indiferencia del prójimo,
rectificaron en el aire y se metieron de nuevo las manos en los bolsillos.]
Un gemido ahogado por un sinfín de elegantes palabras vacías.
Manos de labrador partiendo en dos un teclado. Caos en el corazón.
el trabajo como mecanismo de sumisión
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