
La otra mañana, llegó Pablo a casa preocupado, tremendamente preocupado, pues su amigo no había ido al colegio con él. Hacía ya más de una semana que no aparecía por el cole.
No podía estar malito, pensó, un resfriado no dura tanto tiempo. Pero aún así no dejaba de pensar lo que le podía haber pasado a su compañero de batallas.
Todos los días en el cole no tenía con quien jugar a la pelota y no sólo por eso, pero le echaba de menos.
Fue entonces, cuando decidió ir a preguntarle a su mamá, quien siempre tenía respuestas para todo, o eso creía él.
Abordó a su madre tras una taza de café, después de pensar que tendría aquella sustancia humeante para que a él no le dejasen ni probarla... no sabía como empezar a preguntarle, pues intuía que no era un tema fácil de tratar, ya que en el cole habían avisado que no volvería a asistir a clase.
Mamá... titubeó Pablito, yo quería hacerte una pregunta. Hace unos días que mi amigo no viene al cole... y...
Pablo dejó de hablar al ver la cara de su madre, puso aquella cara que siempre ponía cuando le hacía una pregunta complicada, como aquella vez cuando le preguntó de donde venían los niños.
Caray, pensó Pablo, no sabía que mi respuesta fuese aún más complicada de lo que esperaba, mientras observaba la cara pensativa de su mamá.
... y yo no sé que le ha pasado, ¿podías llamar a su mamá y preguntarle? - continuó rogando Pablo.
Su madre sabía perfectamente por qué su amigo había dejado de ir a la escuela, pero ¿cómo podía explicarle eso a un niño de 6 años?
Paula, la madre de Pablo, le miró con cariño, con ese cariño que sólo una madre puede sentir por su hijo, y le sonrió, pero el pequeño la miraba paciente, esperando una respuesta que anhelaba saber desde hacía unos días, y que ni su madre sabía contestarle.
Pablo devolvió la mirada a su madre, con esos ojos abiertos que sólo un niño puede tener cuando está esperando una respuesta.
Mira cariño - empezó a hablar su mamá - a veces, aunque no lo parezca, las personas no somos iguales, hay personas que se empeñan en diferenciarnos.
Mamá - interrumpió Pablito - él y yo eramos iguales!!! jugábamos juntos y nos reíamos!!! compartiamos juegos, tardes e incluso la merienda cuando a él su mamá no le hacía ningún bocadillo...
Todo eso está muy bien, pero también había diferencias, que saltaban a la vista - siguió su madre - por ejemplo, el color de vuestra piel no es el mismo, ni las creencias que teneis, ni la cultura...
¿Para qué sirve eso, mamá? - interrogó Pablo - jugabamos juntos, nos abrazabamos cuando ganabamos a las canicas y me sonreía cada vez que le cedía la mitad de mi bocadillo, al escuchar como rugían sus tripas. Los dos teníamos preguntas que haceros y bajábamos a jugar a la misma calle.
Paula intentó pensar la mejor forma de explicarle, que aunque él no veía ninguna diferencia, las había, pero ella también fue niña y a los ojos de su hijo todo se limitaba a bajar a la calle o compartir un balón.
- Pablo, hay personas, que no están a gusto con el lugar donde viven... y se van de allí, se van en busca de un lugar que les guste más, donde puedan vivir mejor.
- ¿Qué tiene eso que ver con Shalim, mamá?
- Los padres de Shalím hace tiempo, se fueron de donde vivían en busca de otra vida.
- ¿Por qué allí no estaban bien? ¿allí no se está como aquí?
La mamá de Pablo empezaba a no saber como responder a todas las preguntas de su hijo, sin decirle que hay mundos donde no se vive tan bien, y que hay muchos niños que pasan hambre, pero que esos niños no tienen amigos, que como Shalim, quieran compartir el bocadillo todas las tardes con él.
Sintió impotencia por no poder decirle que todos los niños de su edad eran felices y tenian todo lo que él podía tener pero también sintió rabia, por no tener la mente de su hijo en ese mismo momento y creer que todo se arreglaría con abrazarse después de un pequeño enfado.
- Hay sitios donde los niños no tienen juguetes con que divertirse, niños que no tienen comida o que tienen que trabajar... - susurró su madre con una tristeza que le invadía el cuerpo de estar contandole eso a un niño de 6 años.
- Entonces Shalim... si dejó otro sitio por venir aquí... ahora se ha ido a un lugar donde estará mejor? - dijo Pablo con una alegría tremenda.
Paula quiso mentirle, decirle que sí, que su amigo estaría feliz allá donde había ido, pero no podía hacer eso...
- No Pablo, hay personas que al venir a otro país distinto al suyo vienen sin que nadie les de permiso, de forma que se tienen que esconder. Los padres de Shalim eran unas de las muchas personas que vienen en esas condiciones a nuestro país. Las personas que tenian que darles permiso para vivir en un sitio que no les pertenecía se han dado cuenta que estaban aquí y les han obligado a irse de nuevo a su país.
Pablito estaba confundido, tenía mil preguntas más, pero solo formuló una.
Pero...¿no tenían ellos el mismo derecho que yo a vivir aquí? ¿sólo porque ellos no nacieron aquí? - respondió bruscamente.
Sólo porque hay personas que no les querían aquí... - sentenció como pudo su mamá.
Pablo se fue a la cama esa noche sin cenar... con mil preguntas en la cabeza, sin entender por qué el mundo era tan injusto, sin entender que hubiera personas que no quisieran que Shalim y su familia viviese aquí, y sin entender que por ello ya no volvería a jugar nunca más con él a la pelota...