Cancélame, suprímeme,
quémame en octanaje con tu ausencia,
ignórame con tu no mirada,
dame la palabra y hazme callar?
Seccióname con tu voz,
mójame con tus labios de cianuro,
retenme con un cepo en las alas,
o simplemente olvídame?
Yo todavía no me he desprendido
de tus palabras-cascabel
y me alzo en pleno vuelo
sobre un pecho
que todavía escribe
magníficas cartas labiales?
No me se ni me siento espectador
de la fatua danza del viento,
no soy costurero de silencios
ni tampoco un melómano de las olas,
mis palabras silbantes
tienen hoy ronca la voz
de no escucharte en caracolas?
Lo se,
hace mucho que no acuesto a la Luna,
perdí mi ojo vigía,
me desprendí de la calma
y empecé a ser premura,
abortaste en la luz de tus noches,
comencé a ser penumbra
y mar de reproches?
Satelitelicé mis dedos
en tus vocablos en órbita
y hoy vagan y levitan
perdidos en algún credo?
Desconozco si olvidaste mi nombre
o si ya no lo sabes pronunciar,
quizás amigaste con el olvido
y enemistaste a la verdad?
¿acabó aquella botella
lanzada al mar
en extravío?
¿Acabó tu reloj musculado
muerto de frío
en algún día soleado?
¿Todo lo que escuchan
tus ojos almendrados
lo conviertes en pasado?
Aquí muere un poema
y nace una intención,
que de la multitud de a dos
hagamos una nación,
que reviva el ojo vigía
en las noches pesadilla
e ingieras el placebo
de estas palabras
hijas del viento
y madres del perdón?
Ya sabes, heraldo cuando toque y cuando no, viento medido y calibrado
Eldar
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