-Y sí, tal vez sea cosa mía, pero yo no puedo evitar echarte de menos por las mañanas; ni puedo tampoco, evitar mirar el espejo empañado de nuevo para ver si está ese mensaje que nunca escribiste porque yo no te dejé o porque simplemente estabas cansada o no se te ocurría qué escribir en él. Sé que es una auténtica chorrada porque tú ahora mismo no podrías escribirlo aunque quisieses: estás demasiado lejos. Pero yo sigo hablando contigo cada mañana como si aún siguieses ahí, esperándome. Y no, no me hago a la idea de que todo este discurso se lo esté soltando precisamente al espejo en el nunca escribiste nada, no me puedo creer que YO esté AQUÍ en el BAÑO hablando solo sólo porque te echo de menos y no puedo evitarlo. Y pensar que ahora? ¿Dónde estarás ahora? ¿Rodeada de papeles, de lápices? ¿Ante la pantalla de un ordenador? ¿Te abraza alguien? Quizá andes por alguna ciudad desconocida mirando fijamente el suelo, las baldosas, o no, o mirando al cielo, si es de noche las constelaciones, las farolas encendidas y de mil formas distintas, fotografiando una puesta de sol o un amanecer. ¿Quién sabe? A lo peor te has muerto en alguna estación mientras esperabas un tren que nunca llegaba y no querías moverte por si llegaba mientras tú estabas ausente. Yo prefiero imaginarte sola, asomada a la muralla de algún pueblo incierto, de pie sobre el borde con los brazos estirados y los ojos cerrados y queriendo bajar por que ?me da miedo?. No sé? Tampoco importa mucho dónde estés, seguro que si te viese y ya no fueses la misma me olvidaría de ti y yo no quiero. Si pudiera... ?En la radio comenzaba otra canción y se dio cuenta de que no merecía la pena seguir hablándole al espejo porque ya se había desempañado, ya estaba él de nuevo al otro lado. Él. Nadie más. El conflicto. -Plop- Una gota de agua cayó en el lavabo. -Tlinc- La maquinilla de afeitar cayó en el suelo y él se apoyó con ambas manos en el lavabo, agachó la cabeza. Un segundo. Dos segundos. ?N? segundos?
La canción se queda igual y es el momento de retomar el camino a los que permanece: al baño. Al espejo ya desempañado. A afeitarse (previo: recoger la maquinilla). Que no vayas a volver nunca no quiere decir que sea impedimento. Que voy a salir a la calle como cada día, que no me importa ya nada, ni me importó nunca (es probable). ¡Rápido! Hay que hacer algo inmediatamente: vestirse, salir, correr, la muralla, el vacío. Tampoco es tan alto. Vuelta a casa. Buzón. Nada. ¿Qué esperabas? ¡Dime! ¿Qué esperabas? Estás un día más en las arenas movedizas. Para ti ya no queda nada más en el mundo. Se rompió la cadena y ya no? No eres. Nadie. Ni siquiera existes ahora ¡dime! Si nadie sabe que eres ¿eres?
?Sí, por supuesto: pienso, luego existo.
?¿Quién te ha dicho que Descartes tenía razón?
?Nadie, pero yo estoy aquí.
?¿Eso crees?
?Sí, claro. Por supuesto que lo creo? Faltaría más.
?¿Y esa seguridad?
?No sabría decirte, lo siento, está dentro de mí.
?Yo también estoy dentro de ti y sin embargo no existo.
?¡Claro que existes! Me hablas, te escucho, te respondo, discrepo, discutimos?
?Mira el espejo ¿Qué ves?
?Eh? Veo un hombre que no ha dormido en los tres últimos días y que pierde el tiempo hablando solo delante de un espejo.
?Pues a la cama.
?Eh, no me cambies de tema.
?A la cama he dicho, y eso de ?eh? está muy feo.
?Sí, su señoría?
?Sin sarcasmos, que ya me tienes frito.
?Vaaale.
De vuelta a la cama y de nuevo son las doce del mediodía sin nada que hacer otro día. Las horas pasarán, lo sé, tan muertas como siempre mientras veo cómo envejece el techo de la habitación y yo envejezco aún más pero eso no lo veo porque miro el techo. No pude dejar que siguieras triste a mi costa, no. No pude dejar que te me marchitases entre los dedos, de que expirases entre mis brazos y yo quedarme solo una vez más. Yo pensaba que ibas a morir. No quería ver cómo te acababas delante de mí, era como la caída del mito de mi vida. Y no podía permitirlo. Error. Yo me moría y de hecho, ya estoy muerto en algún lugar de ninguna parte donde mi cuerpo sigue vivo gracias a movimientos inconscientes que lo hacen sobrevivir. Mi mente ha muerto. Se ha embarcado en un círculo? el eterno retorno que gira y gira en torno a ti un día más. En el techo las imágenes se proyectan mudas y con poco color. Destellos de lucidez iluminan mi cerebro como relámpagos. Fugacidad. No quise dejar que te sustentases en las bases de un ?yo? que ni siquiera tenía (y siguen sin) nombre. Simplemente, egoísta de mí, no quise que vieses mi agonía aún cuando sé que la única manera de sobrevivir eres tú. Dime si no es irónico.
Do you think you can show me how I come this far?
Conversación ante el espejo. Vol. II
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