“Espejo de plata negra”

[Roxanne]

Por ahí, por ahí viene el leve riachuelo,
el que a su paso despierta escandaleras
como si fueran cunas recién arropadas,
el que armoniza el tacto de las lágrimas
de los niños que se arrodillan a sus orillas rogando crecer.
Los viejos que cuentan atardeceres lo saben,
saben adónde va, corriendo por canales secos
donde las grietas saben más que sus propias manos,
en las arrugas de su frente trotan como grises potros,
como los hierbajos se inclinan para arrasar
con su mala fama el atajo innombrable de los bares de luces tartamudas.
Al anochecer, en la tersa piel de dos mujeres abrazadas,
eriza el tacto de sus aguas el tierno beso
y el secreto de que la luna es y será por siempre el sereno
de los que retrasan su sueño por alguna caricia.
Riachuelo indomable, empapando de vida el suelo agrietado
de desiertos urbanos, por donde arrasan sus caros zapatos
los que quisieron ir a Oz y quedaron a mitad de camino.
Riachuelos negros entre algodones abstractos,
el espejo de la luna, como cada noche,
sonríe irónicamente a cualquier huésped que osa
arañar su corteza.