Los primeros en caer fueron los canapés, seguidos por el ejército de langostinos todos en fila. El corcho del vino se resistía a salir, pero no pudo hacer nada. Al final cayó. El botón de mi pantalón ha supuesto una baja importante. La provisión de Cocacola fue disminuyendo al mismo ritmo que aumentaba yo en volumen. Los flamenquines, una vez acorralados tuvieron que rendirse: no hubo supervivientes. Las tropas de Jamón y Queso intentaban resistir en una esquina... pero nosotros eramos demasiados para ellos, y fueron cayendo uno a uno.
Mi hermana se iba reclinando cada vez más en su silla, se veía que el final de la batalla estaba cerca, pero entonces... llegaron refuerzos. Sí, El General Postre atacaba desde la cocina con su tropa de flanes, profiteroles y melocotones en almíbar, todos camuflados bajo nata montada. Entraron atacando con bengalas, y qué iba a hacer, no tenía sitio para tantos prisioneros... aquello fue una masacre.
Ahora, una hora después, con 5 kilos de más, un botón de menos y la cara tiznada por el humo de las bengalas, me preparo para la batalla final: Episodio II: La Guerra de los Cubatas. Me resignaré y me iré de Fiesta dentro de un rato.
Ahora sí, Feliz Navidad a todos.
El Lobo, recién comido.
