Una noche más vengo, y más convencido que nunca, quiero que los versos me den la razón. Tu espalda seguramente quiere que siga escribiéndole, pero mis dedos cansados, el follaje de los árboles silbando y los surcos de las cortezas en los troncos, me piden un descanso moribundo, una desidia de perpetua dejadez. Sinceramente, a mí no me apetece abandonarte así, por eso voy a gastar esa inactividad, sólo para jugar con tus labios de rosa que besan siendo apétalos y desangrándome romántico en tu lecho, seré el alcohol que le falta al vino y para ti, seré lo que a la noche, la hace ser noche.
Bociferando por tu piel
en una vertiginosa carrera
de velocidad muerta
y timón de gota de cera
voy cruzándote el busto.
Vacía la noche
te la lleno
versificándome
en tus pechos.
Y soy una vez más
el alimento del deseo
la inanimada sin razón
del vertedero de los sueños
soy el barco sin borda
las velas del viento
el más allá de donde sopla
las brisas de los desiertos,
el que cambia las dunas
el que reestructura el cielo
el que eclipsa a la luna
desde el mar del subsuelo.
Y allí hundidos, más de noche todavía,
contigo no me ahogo en el mar de las caricias.
Porque otro día más, el pantano vuelve a ser negro, vuelve a echar vapor entre las algas como el vaho de los recuerdos y otra noche más, su tranquilidad nos es cobijo, confundidos entre ella nos perdemos como perros y vagabundeando entre su orilla, entre los humos bailarines, retornamos a la vida tantas veces mortecina. Y acaba la noche siendo noche, el beso camino, y las horas y el silencio, millones de partículas de alegría callada, millones de "tequieros" que nacen y mueren en el trocito de pensamiento mutuo. Y una noche más, los versos, me dan la razón.
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Oscuridad -Quayle- HDS
La razón de los versos
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