Abro este post, porque me llama poderosamente la atención la cantidad de esfuerzos que hace la gente por seguir o ver a Los Suaves y eso es digno de resaltar.
Lo que me hizo abrir este hilo es la conversación que tuve con un chaval, a las tres de la madrugada después del concierto de Guijuelo.
Os cuento: A esa hora estaba todavía en Guijuelo, se marchaba para Madrid y a las nueve de la mañana entraba a trabajar.
Sé de miles de historias; de gente que ha trabajado toda la noche anterior y ha ido a verles al día siguiente; personas que les siguen y no se pierden practicamente ningún concierto de ellos y asi miles de historias personales.
Si queréis comentar la vuestra o comentar cualquier cosa sobre esto pues para eso está este post.
Historias suaves
Me animo con una historia, va.
Viernes 11 de marzo de 1994. Yo y unos amigos esperamos en un bar al lado de la Estació del Nord de València. Vienen en tren otros colegas de Castellón. El motivo, actúan Los Suaves y The Joke en la vecina localidad de Albal, en lo que se dice que fue la discoteca de Ximo Bayo. Subimos a un bus. Llegamos y a otro bar para iniciar el protocolo previo a un concierto: cena, cervecitas y buen rollo. Nos acercamos a la discoteca y a petar de gente. Yo me abro hueco a empujones porque en la taquilla está mi entrada, una entrada que no pagaré porque me había tocado el domingo anterior en el programa "La Oreja Metálika" de Radio Klara. Consigo la entrada y para dentro.
Del concierto me extenderé poco, porque todos o muchos sabéis lo que era una descarga suave a mediados de los 90. Solo contaré dos anécdotas y que cada uno de vosotros saque sus propias conclusiones:
1- Aquella noche Yosi comentó que, el pequeño escenerio que había sido colocado de cualquier manera en aquella esquina, se había movido por el fragor de la gente en el concierto.
2-Al día siguiente y ya en casa, me percaté que en la camiseta que llevaba puesta la noche anterior, en la parte trasera a la altura del hombro, había una suela de zapato marcada. Se ve que en el concierto la gente volaba y yo no me había dado cuenta.
Después del concierto pude hablar por primera vez con Charli, con Alberto y con Monxo. Fotos, risas, intercambio y hasta el próximo.
Salimos a la calle los seis o siete que íbamos. Es marzo pero hace rasca. Serían las dos o tres de la mañana y toca esperar hasta las 6 y media, que sale el primer bus a Valencia. Decidimos hacer guardia en la parada, situada en medio de una calle cualquiera de Albal. El reloj apenas se mueve y hace fresco, y más, cuando unas horas antes has sudado y saltado sin parar. Súmale unas gotas de cansancio y dos del bajón posterior a una noche suave de alcohol. Para más tortura, cerca de allí hay una panadería merodeando, que a esas horas ya trabaja y desprende ese olor embaucador de pan recién hecho. De repente todos tenemos mucha hambre, esa hambre que se genera después de una noche de fiesta adobada con Los Suaves, alcohol y porros. Pero, vamos con las pesetas justas para volver. En esa época éramos estudiantes. Lo máximo que podemos hacer es tiritar un poco mientras miramos por el cristal del escaparate a la gente que trabaja en el interior ajena a nuestra espera.
Por fin llega el bus. Por fin llegamos a Valencia. Una parte de la expedición esperará el primer tren a Castellón, donde vivimos casi todos. Yo por el contrario tengo que subirme al metro y viajar a Burjassot, donde tengo mi residencia de estudiante ese año. Debo recoger la maleta. Me acompaña un amigo. Una hora más de trasiego. Ya es de día. Llegamos de Burjassot a la Estació del Nord, esta vez por fin, para coger el tren y regresar a casa. Una hora más de viaje a Castellón. El tren llega a su destino con un sol radiante y marcando bíceps. No hay ni la más mínima gana de caminar. Un taxi que nos deje en la puerta de casa. Deben ser las 11 ya.
Abro la puerta agotado y muy adormilado, pero feliz y satisfecho. Y es que por mucho que luciera el sol aquel sábado por la mañana, 12 horas antes, en la magia de la noche, habíamos vivido un extasiante y demoledor show en la discoteca, que según se decía en los ambientes de la ruta del bacalao de esos años, había pertenecido a un tal Ximo Bayo.
Viernes 11 de marzo de 1994. Yo y unos amigos esperamos en un bar al lado de la Estació del Nord de València. Vienen en tren otros colegas de Castellón. El motivo, actúan Los Suaves y The Joke en la vecina localidad de Albal, en lo que se dice que fue la discoteca de Ximo Bayo. Subimos a un bus. Llegamos y a otro bar para iniciar el protocolo previo a un concierto: cena, cervecitas y buen rollo. Nos acercamos a la discoteca y a petar de gente. Yo me abro hueco a empujones porque en la taquilla está mi entrada, una entrada que no pagaré porque me había tocado el domingo anterior en el programa "La Oreja Metálika" de Radio Klara. Consigo la entrada y para dentro.
Del concierto me extenderé poco, porque todos o muchos sabéis lo que era una descarga suave a mediados de los 90. Solo contaré dos anécdotas y que cada uno de vosotros saque sus propias conclusiones:
1- Aquella noche Yosi comentó que, el pequeño escenerio que había sido colocado de cualquier manera en aquella esquina, se había movido por el fragor de la gente en el concierto.
2-Al día siguiente y ya en casa, me percaté que en la camiseta que llevaba puesta la noche anterior, en la parte trasera a la altura del hombro, había una suela de zapato marcada. Se ve que en el concierto la gente volaba y yo no me había dado cuenta.
Después del concierto pude hablar por primera vez con Charli, con Alberto y con Monxo. Fotos, risas, intercambio y hasta el próximo.
Salimos a la calle los seis o siete que íbamos. Es marzo pero hace rasca. Serían las dos o tres de la mañana y toca esperar hasta las 6 y media, que sale el primer bus a Valencia. Decidimos hacer guardia en la parada, situada en medio de una calle cualquiera de Albal. El reloj apenas se mueve y hace fresco, y más, cuando unas horas antes has sudado y saltado sin parar. Súmale unas gotas de cansancio y dos del bajón posterior a una noche suave de alcohol. Para más tortura, cerca de allí hay una panadería merodeando, que a esas horas ya trabaja y desprende ese olor embaucador de pan recién hecho. De repente todos tenemos mucha hambre, esa hambre que se genera después de una noche de fiesta adobada con Los Suaves, alcohol y porros. Pero, vamos con las pesetas justas para volver. En esa época éramos estudiantes. Lo máximo que podemos hacer es tiritar un poco mientras miramos por el cristal del escaparate a la gente que trabaja en el interior ajena a nuestra espera.
Por fin llega el bus. Por fin llegamos a Valencia. Una parte de la expedición esperará el primer tren a Castellón, donde vivimos casi todos. Yo por el contrario tengo que subirme al metro y viajar a Burjassot, donde tengo mi residencia de estudiante ese año. Debo recoger la maleta. Me acompaña un amigo. Una hora más de trasiego. Ya es de día. Llegamos de Burjassot a la Estació del Nord, esta vez por fin, para coger el tren y regresar a casa. Una hora más de viaje a Castellón. El tren llega a su destino con un sol radiante y marcando bíceps. No hay ni la más mínima gana de caminar. Un taxi que nos deje en la puerta de casa. Deben ser las 11 ya.
Abro la puerta agotado y muy adormilado, pero feliz y satisfecho. Y es que por mucho que luciera el sol aquel sábado por la mañana, 12 horas antes, en la magia de la noche, habíamos vivido un extasiante y demoledor show en la discoteca, que según se decía en los ambientes de la ruta del bacalao de esos años, había pertenecido a un tal Ximo Bayo.
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