Se rompen mis ojos de acero
ante el insigne silencio
que se dibuja entre tus dedos
Tengo el corazón encarcelado
entre cada uno de tus besos.
Abrazado a un árbol,
encadenado a mis versos.
No hay retorno al pasado
después del último trago de vino,
entre tus brazos de estaño
amarrados a ruecas sin hilo.
Ya no me siento camino de nada,
simple brizna de aire
que con un suspiro
voló a tierra de nadie
para ahogar su corazón
¿de qué sirven mis huesos
si no les cubre tu piel?
¿Si no les acuna tu voz?
