GOLPE DE ESTADO EN EGIPTO
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GOLPE DE ESTADO EN EGIPTO
El ejército ha tomado todo el paÃs. Tienen retenido a Mursi y a su mano derecha no se sabe donde.
http://www.abc.es/internacional/2013070 ... 31537.html
http://america.infobae.com/notas/74179- ... ntamientos
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04-07-2013
Egipto, la izquierda y el golpe de Estado
Santiago Alba Rico
Gara
Se acabó el asunto. Volvemos a la «excepción árabe». Mubarak, Ben Ali, Ghadafi, al-Assad (y nuestros gobiernos y nuestros medios occidentales) tenían razón: el mundo árabe no es democratizable. Y nuestra izquierda, entre tanto, vitoreando al Ejército.
Lo explicaré del modo más sencillo. Hace dos años y medio se puso en marcha en el mundo árabe un proceso inesperado de irrupción de los pueblos (llamado a veces «primavera árabe») que abrió una modesta pero luminosa oportunidad en la zona. Yo la llamaría sin lugar a dudas «revolución».
No fue una revolución socialista y no fue dirigida por la izquierda. Tampoco fue una revolución islámica y los islamistas tuvieron asimismo un papel muy reducido. Pero como fue una revolución democrática, salió a flote la verdadera relación de fuerzas en la zona -reprimida durante décadas- y las elecciones, allí donde las hubo, llevaron al gobierno a los partidos islamistas de la órbita de los Hermanos Musulmanes. Tanto la izquierda de la región, avejentada y estalinista, como los partidos islamistas, que incubaban sueños de califato, cedieron a la presión popular y adoptaron sinceros programas democráticos. Los fulul de la dictadura, a su vez, se reciclaron en demócratas y, desde distintas organizaciones y partidos, en condiciones sin precedentes de libertad de expresión y reunión, comenzaron a trabajar para recobrar el poder.
Sé que no importa lo que diga, pues en cualquier caso se malentenderán mis palabras. Soy comunista y si algo me inspira poca simpatía es la combinación de neoliberalismo económico y conservadurismo religioso. En los dos últimos años no he dejado de llamar la atención, en Egipto y Túnez, sobre la complicidad de los HHMM y Nahda con las instituciones financieras internacionales, su falta de programa social y económico y su recurso a las mismas tácticas represivas de la dictadura. Pero también he insistido en alertar contra la tentación de combatir a los islamistas por cualquier medio, en alianzas antinaturales con las manos negras de la dictadura o mediante estrategias de acoso y derribo que, a tenor de la actual relación de fuerzas, sólo pueden favorecer el retorno de los viejos y trágicos modelos de gestión regional (con la guerra civil argelina, tan cercana, como sombra y advertencia). El proceso que comenzó en Túnez abrió un marco inestable y fluido en el que democracia, revolución e involución se citan, se buscan, chocan, negocian y se combaten. A mi juicio, lo más revolucionario que se puede hacer en estos momentos en Egipto, y en todo el mundo árabe, es tratar de construir un Estado de Derecho democrático mientras se trabaja a medio plazo -gramscianamente- en un proyecto contrahegemónico basado en el descontento social.
Pues bien, la voluntad de acelerar la revolución sin haber normalizado la democracia (¡que en el mundo árabe es ya revolucionaria!), y a despecho de la relación de fuerzas, da todas las ventajas a los proyectos involucionistas islamofóbicos. En Túnez en la forma de una «transición pacífica a la dictadura»; en Egipto, como estamos viendo, en la forma clásica, terrible, de una intervención militar que, en este caso, sólo puede desembocar en una guerra civil.
Millones de egipcios han salido a la calle de un modo saludable, en aras de una indignación justa y valiente, en la prolongación de un movimiento popular que es la única garantía en el mundo árabe -y en cualquier parte- de una verdadera democracia. Pero ese movimiento popular se inscribe -dejadme decirlo de manera provocativa y brutal- en una estrategia de acoso y derribo contra los HHMM orquestada y preparada con arreglo a un plan muy similar al que derrocó a Allende en Chile o al que intentó derrocar a Chávez en Venezuela.
Dejadme ser aún más provocativo: un cierto sector de la izquierda -árabe y mundial- cuando hay revoluciones las llama conspiraciones y cuando hay conspiraciones considera que, entonces sí, ha llegado la verdadera revolución. ¡Contra el islamismo los golpes de Estado son revolucionarios! ¡Aunque se trate del ejército egipcio, el más proestadounidense del mundo, el mismo que disparó contra el pueblo y torturó a los revolucionarios hasta hace pocos meses!
En Egipto la izquierda forma parte del Frente Nacional de Salvación, coalición también de la derecha neoliberal y de los fulul de la dictadura, y su máximo representante, Hamdin Sabahi, que ocupó el tercer lugar en las elecciones presidenciales, ha pedido varias veces en los últimos días la intervención del ejército y ha saludado sus «revolucionarios» comunicados. Lo mismo en el caso de Tamarrud, el movimiento responsable de las movilizaciones del 30 de junio, cuyos portavoces confiesan abiertamente haber coordinado las protestas con la cúpula militar, y que han respondido a la assadiana declaración de las fuerzas armadas («daremos nuestras vidas combatiendo a los terroristas, extremistas e ignorantes») reclamando la inmediata detención del presidente elegido Mohamed Mursi.
Si el presidente elegido no se va, ya conocemos la «hoja de ruta» anunciada por el ejército: formará una junta cívica-militar para preparar la transición, disolverá el Parlamento, suspenderá la constitución y aplicará mano de hierro a todos los «terroristas, extremistas e ignorantes» que se opongan a su proyecto de salvación nacional.
¿Nos suena el plan? A mí mucho. Tenemos la suficiente experiencia histórica para saber qué significa eso. No parece que haya ya muchas alternativas. El rencor histórico acumulado durante décadas por las fuerzas islamistas parecía haberse disuelto en su victoria electoral y en esa pragmática reivindicación teatral, expresada con entusiasmo de neófitos, de la «democracia parlamentaria». Si se les niega con un golpe de mano lo que han adquirido en las urnas, ¿no volverá ese rencor, ahora intensificado y legitimado, a una organización de ideología y tradición muy poco democrática, acostumbrada a la clandestinidad y tentada muchas veces por la lucha armada? Puede ocurrir que no sea Siria sino Egipto «la tumba de las revoluciones árabes». En su editorial de ayer, Abdelbari Atwan, editorialista de «Al Quds», evocaba el «escenario argelino». Sí, de eso estamos hablando, pero en un país de 80 millones de habitantes, al lado de Israel, y en un contexto explosivo de crecientes conflictos sectarios en Siria e Irak. Bachar Al-Assad se puede sentir muy orgulloso de haber anticipado el nuevo modelo -el más viejo- contra las amenazas del «terrorismo islámico». Se acabó el asunto. Volvemos a la «excepción árabe». Mubarak, Ben Ali, Ghadafi, Al-Assad (y nuestros gobiernos occidentales y nuestros medios occidentales) tenían razón: el mundo árabe no es democratizable.
Y nuestra izquierda, entre tanto, vitoreando al ejército.
Fuente original: http://gara.naiz.info/paperezkoa/201307 ... lpe-Estado
Egipto, la izquierda y el golpe de Estado
Santiago Alba Rico
Gara
Se acabó el asunto. Volvemos a la «excepción árabe». Mubarak, Ben Ali, Ghadafi, al-Assad (y nuestros gobiernos y nuestros medios occidentales) tenían razón: el mundo árabe no es democratizable. Y nuestra izquierda, entre tanto, vitoreando al Ejército.
Lo explicaré del modo más sencillo. Hace dos años y medio se puso en marcha en el mundo árabe un proceso inesperado de irrupción de los pueblos (llamado a veces «primavera árabe») que abrió una modesta pero luminosa oportunidad en la zona. Yo la llamaría sin lugar a dudas «revolución».
No fue una revolución socialista y no fue dirigida por la izquierda. Tampoco fue una revolución islámica y los islamistas tuvieron asimismo un papel muy reducido. Pero como fue una revolución democrática, salió a flote la verdadera relación de fuerzas en la zona -reprimida durante décadas- y las elecciones, allí donde las hubo, llevaron al gobierno a los partidos islamistas de la órbita de los Hermanos Musulmanes. Tanto la izquierda de la región, avejentada y estalinista, como los partidos islamistas, que incubaban sueños de califato, cedieron a la presión popular y adoptaron sinceros programas democráticos. Los fulul de la dictadura, a su vez, se reciclaron en demócratas y, desde distintas organizaciones y partidos, en condiciones sin precedentes de libertad de expresión y reunión, comenzaron a trabajar para recobrar el poder.
Sé que no importa lo que diga, pues en cualquier caso se malentenderán mis palabras. Soy comunista y si algo me inspira poca simpatía es la combinación de neoliberalismo económico y conservadurismo religioso. En los dos últimos años no he dejado de llamar la atención, en Egipto y Túnez, sobre la complicidad de los HHMM y Nahda con las instituciones financieras internacionales, su falta de programa social y económico y su recurso a las mismas tácticas represivas de la dictadura. Pero también he insistido en alertar contra la tentación de combatir a los islamistas por cualquier medio, en alianzas antinaturales con las manos negras de la dictadura o mediante estrategias de acoso y derribo que, a tenor de la actual relación de fuerzas, sólo pueden favorecer el retorno de los viejos y trágicos modelos de gestión regional (con la guerra civil argelina, tan cercana, como sombra y advertencia). El proceso que comenzó en Túnez abrió un marco inestable y fluido en el que democracia, revolución e involución se citan, se buscan, chocan, negocian y se combaten. A mi juicio, lo más revolucionario que se puede hacer en estos momentos en Egipto, y en todo el mundo árabe, es tratar de construir un Estado de Derecho democrático mientras se trabaja a medio plazo -gramscianamente- en un proyecto contrahegemónico basado en el descontento social.
Pues bien, la voluntad de acelerar la revolución sin haber normalizado la democracia (¡que en el mundo árabe es ya revolucionaria!), y a despecho de la relación de fuerzas, da todas las ventajas a los proyectos involucionistas islamofóbicos. En Túnez en la forma de una «transición pacífica a la dictadura»; en Egipto, como estamos viendo, en la forma clásica, terrible, de una intervención militar que, en este caso, sólo puede desembocar en una guerra civil.
Millones de egipcios han salido a la calle de un modo saludable, en aras de una indignación justa y valiente, en la prolongación de un movimiento popular que es la única garantía en el mundo árabe -y en cualquier parte- de una verdadera democracia. Pero ese movimiento popular se inscribe -dejadme decirlo de manera provocativa y brutal- en una estrategia de acoso y derribo contra los HHMM orquestada y preparada con arreglo a un plan muy similar al que derrocó a Allende en Chile o al que intentó derrocar a Chávez en Venezuela.
Dejadme ser aún más provocativo: un cierto sector de la izquierda -árabe y mundial- cuando hay revoluciones las llama conspiraciones y cuando hay conspiraciones considera que, entonces sí, ha llegado la verdadera revolución. ¡Contra el islamismo los golpes de Estado son revolucionarios! ¡Aunque se trate del ejército egipcio, el más proestadounidense del mundo, el mismo que disparó contra el pueblo y torturó a los revolucionarios hasta hace pocos meses!
En Egipto la izquierda forma parte del Frente Nacional de Salvación, coalición también de la derecha neoliberal y de los fulul de la dictadura, y su máximo representante, Hamdin Sabahi, que ocupó el tercer lugar en las elecciones presidenciales, ha pedido varias veces en los últimos días la intervención del ejército y ha saludado sus «revolucionarios» comunicados. Lo mismo en el caso de Tamarrud, el movimiento responsable de las movilizaciones del 30 de junio, cuyos portavoces confiesan abiertamente haber coordinado las protestas con la cúpula militar, y que han respondido a la assadiana declaración de las fuerzas armadas («daremos nuestras vidas combatiendo a los terroristas, extremistas e ignorantes») reclamando la inmediata detención del presidente elegido Mohamed Mursi.
Si el presidente elegido no se va, ya conocemos la «hoja de ruta» anunciada por el ejército: formará una junta cívica-militar para preparar la transición, disolverá el Parlamento, suspenderá la constitución y aplicará mano de hierro a todos los «terroristas, extremistas e ignorantes» que se opongan a su proyecto de salvación nacional.
¿Nos suena el plan? A mí mucho. Tenemos la suficiente experiencia histórica para saber qué significa eso. No parece que haya ya muchas alternativas. El rencor histórico acumulado durante décadas por las fuerzas islamistas parecía haberse disuelto en su victoria electoral y en esa pragmática reivindicación teatral, expresada con entusiasmo de neófitos, de la «democracia parlamentaria». Si se les niega con un golpe de mano lo que han adquirido en las urnas, ¿no volverá ese rencor, ahora intensificado y legitimado, a una organización de ideología y tradición muy poco democrática, acostumbrada a la clandestinidad y tentada muchas veces por la lucha armada? Puede ocurrir que no sea Siria sino Egipto «la tumba de las revoluciones árabes». En su editorial de ayer, Abdelbari Atwan, editorialista de «Al Quds», evocaba el «escenario argelino». Sí, de eso estamos hablando, pero en un país de 80 millones de habitantes, al lado de Israel, y en un contexto explosivo de crecientes conflictos sectarios en Siria e Irak. Bachar Al-Assad se puede sentir muy orgulloso de haber anticipado el nuevo modelo -el más viejo- contra las amenazas del «terrorismo islámico». Se acabó el asunto. Volvemos a la «excepción árabe». Mubarak, Ben Ali, Ghadafi, Al-Assad (y nuestros gobiernos occidentales y nuestros medios occidentales) tenían razón: el mundo árabe no es democratizable.
Y nuestra izquierda, entre tanto, vitoreando al ejército.
Fuente original: http://gara.naiz.info/paperezkoa/201307 ... lpe-Estado
qué paliza se merecen unos cuantos periolistos... el gobierno de Mursi no era democrático en absoluto, como ninguno conocido hasta ahora, pues sólo pretendía "oir" al pueblo cuando llegasen las elecciones. El gobierno que venga ahora será igual de malo o peor, pero seguirle el juego a los políticos del despotismo sólo lleva al hastío permanente. El ejército no va a instaurar la democracia real, pero no se puede seguir con gobiernos que no escuchan al pueblo, y todo el que ponga palos en esa rueda debería ser bien recibido
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Claro, el ejercito y su tradicion anticapitalista....Pit escribió:Fatal es como estamos ahora. De modo que todo intento por arreglar la situación, desde una perspectiva humana, solidaria e integradora pero convencidamente anticapitalista, bienvenida será. Al menos por mí.KON escribió:Sí, seguro que si el ejército da un golpe de estado estaríamos mucho mejor
imagino que quienes habláis de esa manera, pensaréis que mejor mataderos que cárceles, pues nadie podrá reintegrarse en la sociedad después de haber cometido un delito...
por otro lado yo no pido en ningún caso que el ejército forme gobierno, sino que utilice su fuerza para quitar a aquéllos que no cumplan con la democracia
evidentemente no se puede estar haciendo consultas al pueblo las 24h, pero nadie está pidiendo eso: recuerdo que el ejército ha echado a Mursi tras meses de desencanto social y protestas que le entraban por un oído y le salían por el otro
quizá es eso a lo que llamáis democracia?
por otro lado yo no pido en ningún caso que el ejército forme gobierno, sino que utilice su fuerza para quitar a aquéllos que no cumplan con la democracia
evidentemente no se puede estar haciendo consultas al pueblo las 24h, pero nadie está pidiendo eso: recuerdo que el ejército ha echado a Mursi tras meses de desencanto social y protestas que le entraban por un oído y le salían por el otro
quizá es eso a lo que llamáis democracia?
El problema de Egipto es que el pueblo está muy polarizado, y ambos bandos saben perfectamente como tirar a un gobierno.
Igual que hubo meses de protestas por parte de unos contra Mursi, ahora los suyos se movilizarán contra cualquier partido que gobierne y que no pretenda implantar una ley islámica.
Igual que hubo meses de protestas por parte de unos contra Mursi, ahora los suyos se movilizarán contra cualquier partido que gobierne y que no pretenda implantar una ley islámica.
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Los medios occidentales y la borregada 15M apoyó en su día la "democratización" del mundo árabe y fue cuando estos partidos, que son más moderados que el salafismo, el islamismo más extremista, obtuvieron buenos resultados cuando empezaron, primero a ir retirando su entusiasmo hacia la revolución global y ya en los últimos meses a apoyar abiertamente a la oposición egipcia y a los golpistas. En Siria los medios siguen apoyando a los terroristas/rebeldes/democratizadores que por cierto pierden terreno día tras día.
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Lo que no se puede es pensar que lo que pasa en una plaza de El Cairo es representativo de la totalidad de un país de 80 millones de personas y por supuesto tampoco se puede uno llenar la boca con el pueblo soberano y demás morralla ideológica y luego aplaudir este golpe. ¿Será positivo a la larga para Egipto? No lo creo.
Luego está el mantra magufo de que Estados Unidos apoya a los islamistas, cosa bastante falsa, en Egipto por ejemplo apoyan a El Baradei.
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Lo que no se puede es pensar que lo que pasa en una plaza de El Cairo es representativo de la totalidad de un país de 80 millones de personas y por supuesto tampoco se puede uno llenar la boca con el pueblo soberano y demás morralla ideológica y luego aplaudir este golpe. ¿Será positivo a la larga para Egipto? No lo creo.
Luego está el mantra magufo de que Estados Unidos apoya a los islamistas, cosa bastante falsa, en Egipto por ejemplo apoyan a El Baradei.
29/07/13
Análisis: escenario político y social tras el golpe militar
Egipto: menos democracia, menos revolución, menos laicismo
El autor, arabista y experto en Oriente Próximo, analiza la vuelta atrás en la revolución egipcia y a quiénes beneficia el reciente golpe de Estado.
Santiago Alba Rico
Aceptando el principio de que el proceso desencadenado en enero de 2011 en todo el mundo árabe requiere una larga duración (y el de que siempre hay tiempo en la Historia), debemos atenernos a algún criterio que permita saber cuándo hemos ganado o cuándo hemos sido derrotados o, al menos, cuándo progresamos o cuándo sufrimos un revés.
Que la Historia no se detenga puede resultar consolador, pero no debería inducir la ilusión de que siempre progresa hacia lo mejor; por otra parte, que un pueblo parecido al que derrocó a Moubarak haya derrocado ahora a Mursi no debe hacer creer que todo derrocamiento, con independencia del objetivo y de los medios, es una revolución. El golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes (HHMM) se inscribe en un marco de convulsiones revolucionario pero no por eso es necesariamente revolucionario. Franco ?hay que recordarlo cuando se cumplen 77 años del ?glorioso alzamiento nacional?? abortó un incipiente proceso revolucionario en España con un golpe militar. También Pinochet.
Más allá de la paradoja de que un mundo dominado por las nuevas tecnologías produzca más movilizaciones físicas que nunca (en Egipto, en Turquía, en Madrid, en Brasil), hay efectos que podemos reconocer como muy antiguos y experiencias que podemos recordar como ya vividas.
Llamémoslo o no por su nombre, el golpe de Estado de Al-Sisi sólo se podría justificar por tres motivos. El primero es que fuera bueno para la democracia. Algunos pensamos que ese poquito de democracia formal conquistado en Egipto desde las plazas en 2011 significaba una ruptura simbólica y cultural decisiva a la hora de abrir desplazamientos internos más radicales en toda la región.
Es difícil entender de qué manera las medidas clásicas de todo pronunciamiento militar contra un Gobierno civil electo ?desaparición de dirigentes, detenciones indiscriminadas, cierre de medios de comunicación, asesinato de manifestantes? puede ayudar a democratizar Egipto. Incluso si la pragmática cúpula de los HHMM cediese a las presiones de EE UU y se resignase a su derrota, a partir de ahora cualquier convocatoria electoral futura resultará tan increíble como las de Mubarak.
La legitimidad de las masas, arbitrariamente decidida por los militares, deslegitima para siempre el juego democrático. Un ?Estado de excepción revolucionario sin revolución?, gestionado por un Ejército reaccionario, se instala como nuevo marco institucional de una sociedad profundamente desestabilizada y dividida.
El golpe militar se podría justificar también con la pretensión de que, democrático o no, tiene ?como el de Nasser en 1952? una vertiente ?progresista? revolucionaria. Creo que bastan las reacciones de Arabia Saudí, EE UU e Israel, así como la composición del nuevo Gobierno (formado a partes iguales de tecnócratas y fulul de la dictadura) para descartar como casi patética esta pretensión. Más aún: los que se aferran al ?fondo multitudinario? de la intervención militar para hablar de una ?segunda oleada revolucionaria?, olvidan que todos los efectos que ha generado son más bien inquietantes.
Los beneficiados del golpe
Del precipitado e irregular derrumbe del modelo turco-qatarí de los HHMM sólo se benefician los viejos ejércitos y los viejos dictadores, en el Golfo, en Jordania, en Marruecos y en Israel. Es difícil negar que, entre ellos, Bachar Al-Assad ha salido también reforzado en todos los sentidos, como lo demuestran las nuevas dudas occidentales sobre la ayuda militar a los rebeldes (Inglaterra ha anunciado ya que no los armará, asegurando que ?el régimen sirio va a durar muchos años?) y el anuncio de una posible reanudación de relaciones diplomáticas entre Siria y Egipto.
La solidaridad entre pueblos deja su lugar a la solidaridad entre ejércitos. El modelo de los HHMM queda fuera de juego en favor de Al-Sisi y de Al-Assad; EE UU y las potencias occidentales, que pueden apoyar sin escrúpulos a bandidos y criminales, no apoyan nunca a perdedores.
Por último, y en íntima relación con el punto anterior, podríamos justificar el golpe a partir de esa instintiva islamofobia que comparten tantas veces la derecha y la izquierda: al menos nos hemos librado de unos fanáticos religiosos. Incluso si no fuera cierto ?como he insistido tantas veces? que la ?vía dictatorial? contra el islamismo no ha conseguido hasta ahora sino reforzar las dictaduras y alimentar los islamismos, uno de los efectos más paradójicos y más tristes del golpe de Al-Sisi es que, lejos de desislamizar el Gobierno, lo desplaza más a la derecha, como revela ya la posición de los salafistas y los nuevos artículos introducidos en la Constitución por el presidente plenipotenciario Adli Mansour.
El derrumbe precipitado e irregular del modelo turco-qatarí de los HHMM deja su lugar al modelo de la ultraderecha salafista de Arabia Saudí y los Emiratos, que han apoyado el golpe concediendo al nuevo Gobierno un regalo de 12.000 millones de dólares. Como consecuencia del golpe, y si llega a evitarse la confrontación civil, tanto las instituciones como la oposición islamista verán radicalizado su islamismo. El golpe es una vuelta atrás en todos los sentidos: menos democracia, menos cambios estructurales, menos laicismo. Es cierto: la historia no se detiene y los pueblos no han dicho la última palabra. Pero si en enero de 2011 fueron los pueblos quienes la tomaron de sus enemigos (la palabra), en junio de 2013 han sido sus enemigos quienes la han recibido de ellos como regalo.
https://www.diagonalperiodico.net/globa ... gipto.html
Análisis: escenario político y social tras el golpe militar
Egipto: menos democracia, menos revolución, menos laicismo
El autor, arabista y experto en Oriente Próximo, analiza la vuelta atrás en la revolución egipcia y a quiénes beneficia el reciente golpe de Estado.
Santiago Alba Rico
Aceptando el principio de que el proceso desencadenado en enero de 2011 en todo el mundo árabe requiere una larga duración (y el de que siempre hay tiempo en la Historia), debemos atenernos a algún criterio que permita saber cuándo hemos ganado o cuándo hemos sido derrotados o, al menos, cuándo progresamos o cuándo sufrimos un revés.
Que la Historia no se detenga puede resultar consolador, pero no debería inducir la ilusión de que siempre progresa hacia lo mejor; por otra parte, que un pueblo parecido al que derrocó a Moubarak haya derrocado ahora a Mursi no debe hacer creer que todo derrocamiento, con independencia del objetivo y de los medios, es una revolución. El golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes (HHMM) se inscribe en un marco de convulsiones revolucionario pero no por eso es necesariamente revolucionario. Franco ?hay que recordarlo cuando se cumplen 77 años del ?glorioso alzamiento nacional?? abortó un incipiente proceso revolucionario en España con un golpe militar. También Pinochet.
Más allá de la paradoja de que un mundo dominado por las nuevas tecnologías produzca más movilizaciones físicas que nunca (en Egipto, en Turquía, en Madrid, en Brasil), hay efectos que podemos reconocer como muy antiguos y experiencias que podemos recordar como ya vividas.
Llamémoslo o no por su nombre, el golpe de Estado de Al-Sisi sólo se podría justificar por tres motivos. El primero es que fuera bueno para la democracia. Algunos pensamos que ese poquito de democracia formal conquistado en Egipto desde las plazas en 2011 significaba una ruptura simbólica y cultural decisiva a la hora de abrir desplazamientos internos más radicales en toda la región.
Es difícil entender de qué manera las medidas clásicas de todo pronunciamiento militar contra un Gobierno civil electo ?desaparición de dirigentes, detenciones indiscriminadas, cierre de medios de comunicación, asesinato de manifestantes? puede ayudar a democratizar Egipto. Incluso si la pragmática cúpula de los HHMM cediese a las presiones de EE UU y se resignase a su derrota, a partir de ahora cualquier convocatoria electoral futura resultará tan increíble como las de Mubarak.
La legitimidad de las masas, arbitrariamente decidida por los militares, deslegitima para siempre el juego democrático. Un ?Estado de excepción revolucionario sin revolución?, gestionado por un Ejército reaccionario, se instala como nuevo marco institucional de una sociedad profundamente desestabilizada y dividida.
El golpe militar se podría justificar también con la pretensión de que, democrático o no, tiene ?como el de Nasser en 1952? una vertiente ?progresista? revolucionaria. Creo que bastan las reacciones de Arabia Saudí, EE UU e Israel, así como la composición del nuevo Gobierno (formado a partes iguales de tecnócratas y fulul de la dictadura) para descartar como casi patética esta pretensión. Más aún: los que se aferran al ?fondo multitudinario? de la intervención militar para hablar de una ?segunda oleada revolucionaria?, olvidan que todos los efectos que ha generado son más bien inquietantes.
Los beneficiados del golpe
Del precipitado e irregular derrumbe del modelo turco-qatarí de los HHMM sólo se benefician los viejos ejércitos y los viejos dictadores, en el Golfo, en Jordania, en Marruecos y en Israel. Es difícil negar que, entre ellos, Bachar Al-Assad ha salido también reforzado en todos los sentidos, como lo demuestran las nuevas dudas occidentales sobre la ayuda militar a los rebeldes (Inglaterra ha anunciado ya que no los armará, asegurando que ?el régimen sirio va a durar muchos años?) y el anuncio de una posible reanudación de relaciones diplomáticas entre Siria y Egipto.
La solidaridad entre pueblos deja su lugar a la solidaridad entre ejércitos. El modelo de los HHMM queda fuera de juego en favor de Al-Sisi y de Al-Assad; EE UU y las potencias occidentales, que pueden apoyar sin escrúpulos a bandidos y criminales, no apoyan nunca a perdedores.
Por último, y en íntima relación con el punto anterior, podríamos justificar el golpe a partir de esa instintiva islamofobia que comparten tantas veces la derecha y la izquierda: al menos nos hemos librado de unos fanáticos religiosos. Incluso si no fuera cierto ?como he insistido tantas veces? que la ?vía dictatorial? contra el islamismo no ha conseguido hasta ahora sino reforzar las dictaduras y alimentar los islamismos, uno de los efectos más paradójicos y más tristes del golpe de Al-Sisi es que, lejos de desislamizar el Gobierno, lo desplaza más a la derecha, como revela ya la posición de los salafistas y los nuevos artículos introducidos en la Constitución por el presidente plenipotenciario Adli Mansour.
El derrumbe precipitado e irregular del modelo turco-qatarí de los HHMM deja su lugar al modelo de la ultraderecha salafista de Arabia Saudí y los Emiratos, que han apoyado el golpe concediendo al nuevo Gobierno un regalo de 12.000 millones de dólares. Como consecuencia del golpe, y si llega a evitarse la confrontación civil, tanto las instituciones como la oposición islamista verán radicalizado su islamismo. El golpe es una vuelta atrás en todos los sentidos: menos democracia, menos cambios estructurales, menos laicismo. Es cierto: la historia no se detiene y los pueblos no han dicho la última palabra. Pero si en enero de 2011 fueron los pueblos quienes la tomaron de sus enemigos (la palabra), en junio de 2013 han sido sus enemigos quienes la han recibido de ellos como regalo.
https://www.diagonalperiodico.net/globa ... gipto.html
Gente, querría lanzaros alguna pregunta... ¿qué futuro le véis a Egipto?
¿Habrá pacificación y elecciones? ¿Habrá guerra civil? ¿Habrá enconamiento con final sine die?
Aunque quizá puedo resumir todas las preguntas en ¿qué le interesa más a Yankilandia con respecto a Egipto?
Pase lo que pase, el canal de Suez y su uso preferencial parece que no corre peligro.
Los yacimientos de petróleo, al menos de momento, tampoco han sufrido ataques.
En cuanto a las armas, parece que aquello es el estercolero yanki, a donde envían todo lo que les va sobrando. Por valor de 1.300 millones/año, claro.
El problema puede existir para las empresas yankis que tienen intereses a nivel servicios, con el turismo y demás... pensando en éstos últimos, ¿quizá sí le pueda interesar a Yankilandia la pacificación de مصر , no creéis?
¿Habrá pacificación y elecciones? ¿Habrá guerra civil? ¿Habrá enconamiento con final sine die?
Aunque quizá puedo resumir todas las preguntas en ¿qué le interesa más a Yankilandia con respecto a Egipto?
Pase lo que pase, el canal de Suez y su uso preferencial parece que no corre peligro.
Los yacimientos de petróleo, al menos de momento, tampoco han sufrido ataques.
En cuanto a las armas, parece que aquello es el estercolero yanki, a donde envían todo lo que les va sobrando. Por valor de 1.300 millones/año, claro.
El problema puede existir para las empresas yankis que tienen intereses a nivel servicios, con el turismo y demás... pensando en éstos últimos, ¿quizá sí le pueda interesar a Yankilandia la pacificación de مصر , no creéis?
occidente está cgido por los huevos, ellos dieron el golpe militar, ahor ano pueden decirnada;
la UE para lavarse un poco la imagen está hablando de imponer sanciones de embrgo económico y de armas, pero la UE cada dia tiene menos peso en el mundo; los yankis obedecen a israel, q fueron los q realmente impusieron el golpe; las monarquias absolutas de arabia saudita y emiratos arabes han ofrecido una ayuda de armamento al ejercito egipcio de 12.000 millones de dolares, Israel otro tanto; por lo tanto, supongo q habrá elecciones, no antes de q ilegalicen a los hermanos musulmanes, no pueden correr mas riesgos, y habrá un pais aliado a israel y a occidente; aunq para ello tengan q asesinar a cientos de miles de egipcios
la UE para lavarse un poco la imagen está hablando de imponer sanciones de embrgo económico y de armas, pero la UE cada dia tiene menos peso en el mundo; los yankis obedecen a israel, q fueron los q realmente impusieron el golpe; las monarquias absolutas de arabia saudita y emiratos arabes han ofrecido una ayuda de armamento al ejercito egipcio de 12.000 millones de dolares, Israel otro tanto; por lo tanto, supongo q habrá elecciones, no antes de q ilegalicen a los hermanos musulmanes, no pueden correr mas riesgos, y habrá un pais aliado a israel y a occidente; aunq para ello tengan q asesinar a cientos de miles de egipcios
Última edición por Orion el Lun Ago 19, 2013 10:32 pm, editado 1 vez en total.
orion creo que estás obviando el hecho de que el ejército siguió en primer lugar lo que más de medio Egipto le pedía, esto es, que derroracara a un gobierno déspota.
Por lo demás, creer que Egipto será un aliado de Israel demuestra cierto desconocimiento de la ideología egipcia: no hay simpatizantes ni nadie que no odie a Israel en ninguno de los dos bandos, ni el ejército.
Otro pueblo tal vez, pero el egipcio sólo ve en Israel a un ladrón y asesino de sus hermanos palestinos. En esto son uno, no te quepa ninguna duda.
Por lo demás, creer que Egipto será un aliado de Israel demuestra cierto desconocimiento de la ideología egipcia: no hay simpatizantes ni nadie que no odie a Israel en ninguno de los dos bandos, ni el ejército.
Otro pueblo tal vez, pero el egipcio sólo ve en Israel a un ladrón y asesino de sus hermanos palestinos. En esto son uno, no te quepa ninguna duda.
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Justificación de la violencia.Pit escribió:por otro lado yo no pido en ningún caso que el ejército forme gobierno, sino que utilice su fuerza para quitar a aquéllos que no cumplan con la democracia
Si algo parecido lo dijera algún otro en otro contexto le estarían llamando terrorista y asesino.
¿En que quedamos? ¿La violencia es 'mala' o es 'buena'? ¿O es que solo depende de quien la ejerza?

He metido baza aunque no me guste por que como escribí no hace mucho, cuando intervienen en un hilo ciertos nicks prefiero ni opinar.
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