Mi nombre es Fulgencio Gastapiedras, tengo 38 años, doy clases en la universidad y sigo viviendo con mis padres. Ya se que esto pudiera parecer un problema pero es que yo les quiero mucho. Mi madre aún me compra los calzoncillos, bueno, en realidad me lo compra todo. No quieren que yo me gaste nada. Razón no les falta. Todo vino porque un día decidí hacerme hombre, quise ver el mundo por mí mismo. Me bañé a conciencia, me puse la muda limpia y la ropa de los domingos. Iba a salir esa noche. Andando, andando, entré en uno de esos bares con tantas lucecitas de colores en la puerta, como había visto en las películas. Ya me sentía importante. Me mojé bien el pelo con saliva y pasé dentro dispuesto a todo. No supe lo atractivo que era hasta aquella noche, bueno, mi madre siempre dice que soy el chico más guapo del mundo, modestia aparte, pero me sorprendió comprobar como otras mujeres también me lo decían. Tras pedir en la barra un martini con no se qué (agitado, no mezclado) como los pide James Bond se me acercó una chica despampanante, algo ligerita de ropa y me pidió fuego. Yo me quedé estupefacto, que bombón, solo mirarla el escote tan pronunciado que llevaba me daba algo de vergüenza. Pero es que no podía dejar de mirar. Temblaba como una hoja sacudida por el viento. La miré de arriba a abajo, tragué saliva y me dije: Fulgen, macho, ya has ligao.
- Perdone señorita, me presentaré: Me llamo Fulgen?
-¿Y quien te ha dicho que quiera saber como te llamas, corazón?, me dijo ella después de haberse encendido el cigarro.
Yo me sonrojé muy mucho. Aquello no entraba en mis planes. ¿Qué podía hacer?. ¿Que hubiera hecho Alfredo Landa en mi situación?. Así que recordando otra de esas películas americanas, apreté los dientes y haciendo un esfuerzo para no hacerlo también con el vientre pues estaba muy nervioso, me apoyé sobre la barra, puse cara de cabreao y le dije con voz más ronca:
- Bueno muñeca, ¿y tú a que te dedicas?.
A la chica en cuestión le dio un ataque de tos irrefrenable. Aún no entiendo por qué. Tuvo que ir al baño corriendo Tal vez fuera por el tabaco. No sé. Me deprimí mucho. Para una vez que me dejaban salir y encima ligaba, se me chafaba el invento. Decidí darle un largo trago a la copa en cuestión. No tenía que haberla hecho. El sabor a colonia que bajó por mi garganta fue de tal calibre que tapándome la boca con ambas manos, corrí tras la primera puerta que encontré a echarlo todo. No tenía que haberlo hecho.
Tras mirar para todos lados abrí la primera puerta que encontré y como estaba oscuro allí lo solté todo. Acto seguido sonó un clic y puede comprobar con horror como había vomitado encima de un señor bajito, calvo y con bigote totalmente desnudo el cual no paraba de acordarse de mi santa madre.
- ¡La madre que te parió chaval!. ¡La madre que te parió!, repetía mientras se limpiaba.
- ¡Repórtese caballero!, ¡repórtese!, que mi madre no tiene la culpa. Además, ¿Qué diantre hace usted aquí desnudo con esta señorita?. ¡Ahora mismo llamo al encargado!.
Efectivamente, vino el encargado del local y tras pedir el libro de reclamaciones insistentemente y firmar en él, me invitó a salir por la misma puerta que había entrado acompañado, eso sí, de unos amables señores, como bello gesto por tan admirable comportamiento.
En fin, una vez comprobada lo estresante que puede ser el mundo de la noche y admirar aún más la actitud de mis héroes del celuloide, Juanito Navarro, Pajares, Esteso y Ozores, volví a mi casa pensando que ese mundo no estaba hecho para mí.
Por eso os escribo estas líneas. Mi primo ?Chusco? me ha dicho que esto de internet es un medio más seguro para conocer mujeres decentes y como no quiero quedarme para vestir santos, ya que aún estoy de buen ver, me gustaría lanzaros mi mensaje de amor a todas aquellas chicas entre 20 y 40 años,limpias, católicas y hacendosas. Soy un gran partido. Se despide afectuosamente.
Fulgencio Gastapiedras.
P.d.: Las copas las carga el diablo, bien que nos lo dice siempre el señor cura, por eso el vino de misa lo guarda en la sacristía y él echa mosto en la consagración, porque hay mucho que repite y al final se queda sin nada. Y el vino es sagrado dice D. Pancracio.
