todos los recuerdos que de tà me quedan.
No encuentro la manera de olvidarte
ni de encender de nuevo la vela,
perdida entre dos mundos, me desvelo
cada noche esperando encontrate
entre las frÃas sábanas que me arropan;
pero nada tengo que seas tú,
nada que me haga recordar que te olvidé.
Me repito secamente, mirándome a los ojos,
sin lágrimas con las que llorar por nadie,
sin esperanzas de las que gozar
echada en la cama de la señora soledad.
Estoy ciega, absurdamente ciega,
negada a entender que mi realidad es otra
que no estoy a tu lado,
que tus besos no son mios,
que si me alejo ni siquiera lo sientes.
Estoy muda,
porque en mi boca solo está tu nombre,
discÃpulo de mi almohada.
Estoy sorda, no atiendo a razones,
mi piel está herida, sangran mis venas,
no hay más perfume que el tuyo en mi olfato.
O tal vez sÃ, tal vez alguien más nos acompañe,
un soplo de viento en la nuca...
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Cuando uno mismo no se entiende, no se sabe expresar de la manera correcta, tal como quisiera darse a conocer... nadie más puede hacerlo. Lo siento tengo el dÃa tonto, será la resaca. Estoy perdida entre dos mundos, ambos tan sutiles que ya no sé a cual pertenezco. En el mundo norte tengo mi vida y mis sueños, mis ilusiones. Y en el sur, allá donde el sol siempre molesta a los enamorados, allà tengo mi futuro. Yo soy del norte, mi corazón está en el norte, pero mi cuerpo pasa más tiempo en el sur. ¿Y yo qué puedo hacer? No es mi culpa...
Por otro lado, otros mundos: el miedo y la esperanza. Ahora sÃ, no sé a cual he de pertenecer, creo que estoy en la frontera, en una pequeña casita de campo.
