Lucía, tres sílabas sempiternas. Cinco letras quiméricas, flamígera recreación del alba infinito, del cenit de los tiempos.
Tu cuerpo? lo imagino como una bucólica y frondosa selva, en las fronteras de la sabana africana. Acariciarlo? como un relámpago eléctrico, un haz de luz celeste, que ciega mis ojos y los condenan a buscar tu perfil entre las sombras de mi pensamiento. Tus piernas de ninfa? las esbozo en mi mente, a las orillas del mar, impregnadas de la espuma de las olas, fundiéndose con el aire y con el perfume a yodo y salitre que enrarece el ambiente.
Tus ojos? dos esferas de hielo incandescente, son tus pupilas dos lunas de claros tonos, que marcan los latidos de mi oxidado corazón ; las venas que confluyen con tu iris, más de mil razones que me impulsan a continuar mi ardua tarea de mendigar miradas furtivas en bulevares de sueños rotos.
Tu pelo? etéreo contorno de tallos y raíces oscuros, negro manto de pétalos de crisantemos deshojados y claveles frescos ; la personificación más elocuente de la belleza? de la belleza robada, turbadora, que proyecta los suspiros que tus palabras me evocan.
Tu boca? la puerta que da acceso al jardín del Edén, al paraíso de la esperanza. Sentir tus labios es condenar irremediablemente al olvido al tedio y la desazón. Tu saliva, mi combustible perfecto. ¡Qué sensación tan enervante, ese néctar de dioses, filtrándose por mi adusto paladar, remozando las grietas que los años de fracaso se encargaron de construir! De verde se tiñe mi sangre alquitranada cuando se curvan las comisuras de tus labios, cuando tu faz la adorna esa sonrisa de terciopelo y ámbar? Verte sonreír? imposible encontrar el verso que defina ese momento. La pluma se deshace en vano intento de buscar un adjetivo. El roce de tus dientes nacarados al contacto con mi lengua de lija, de famélico trovador de vertedero, es comparable al vibrar de una amapola, sola entre una multitud de orquídeas, en un asceta páramo, mecida por una suave brisa.
Tus pechos? la primavera primigenia, dos profundos valles en la Ítaca homérica, sendos lienzos de platino iridiado donde quisiera bordar el reflejo de mis tímidos dedos.
Y tu cuello, tus brazos, tu vientre, tu ombligo, tu entrepierna, tus muslos, tus rodillas, tus tobillos, tus pies,? tu alma,? todo ello, forma parte de mi patria, mi universo, la burbuja que me envuelve, y en la que permanecería por los siglos de los siglos.
Tú eres tanto? y yo tan poca cosa. Tú eres la princesa de Rubén Darío, yo el escarabajo de ?La metamorfosis? de Kafka. Sólo te puedo ofrecer mi diminuto corazón y mi espíritu atormentado, te los entrego sin concesión, a pesar de la nimiedad. Este caótico habitante de barras de bar y ávido lector de Baudelaire y Bukowski quiere atravesar la realidad con la fuerza de tus abrazos, tus caricias y tus besos. Esta es una historia sin empezar? el escritor frustrado y borracho frente a su Musa entre las musas.
Quiero ser tu almohada, para que tus lágrimas de muñeca rota descansen sobre mí, quiero ser la gota de agua que sacie tu sed, el cuchillo que atestigüe tu venganza, la palabra que escape de tu garganta, atravesando los muros de la rutina.
Quiero retar al destino a duelo, por ti? Y perderme en el desfiladero de tu espalda, contando tus lunares, y vestir tu desnudez con el atuendo de mis agónicas metáforas, y susurrarle a tu cintura morena una rumba callejera?
En fin, muchísimas gracias por existir, por brindarme tu presencia y poblar cada rincón de mi mente? Gracias por ser tú, y por recordarme que puede que la felicidad, al fin y al cabo, no sea algo utópico.
?Y pasarán los años, y aun sin saber que nos deparará el azar, doy fe de que tu recuerdo siempre me acompañará, hasta que expire mi último soplo de vida, mi último aliento.
Un beso: Nacho.
25 de febrero de 2004
Cárcel de mis palabras (Calle Melancolía)
Lucía...
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 6 invitados