Era tan dulce como salado,
no era ni invierno ni primavera.
Era otoño,
el viento me daba en la cara,
agitaba mi corazón, al que nunca le pasaba nada.
Escondío entre mordiscos y bocanadas,
salió aquel sol que alguna vez me cegó.
Me visitó esa que hacia tiempo que no me visitaba,
la inspiración.
Lleno de gozo y sueño,
la invité a que me hinundara de ella.
Quiso bailar y yo no quise decirle que no,
pasaban las horas, y yo no la quería dejar.
La inspiración me dejó,
y le pregunté;
¿Como quieres que escriba yo?.
Se paró ese reloj antiguo que había en la habitación.
Dejó de oirse ese grupo tan macarra y tan ruiseño.
Nadie contestó, y yo, dejé de bailar en esas estrellas tan bonitas,
en esos luceros que nunca brillaron tanto,
dejé que el tiempo pasara.
No quise subir más,
no me atrevia,
como iba a dejar de escribir a mis pequeñas niñas...
¿Me perdondareis algún día?
Un martes o un miercoles, da igual, seguiré pensando en subir,
y volver a dejar mis secretos en cada una de vosotras,
volveré a bailar con ella.
La inspiración.
La Inspiración
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Deltoya
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