HUMO
Ella es como al agua. Yo, luz de ocaso, no titilo por miedo a desprender brillo alguno de su superficie; no me atrevo ni a sentir a su lado. Ni respirar puedo, me condeno. Sublimo su presencia, cauterizo la herida que abre la mía.
Ella es experiencia mística en un plano terrenal. No importan los ejes ni el espacio ni las dimensiones, ella es agua sublimada; es un gas que todo lo llena. Yo me disperso entre sus minúsculas gotas que flotan, pero me siento como una vaharada de humo nocivo. Fluimos los dos por el mismo cauce; ella me coge de las manos y susurra; yo enrojezco y miro al suelo; no quiero titilar, no merezco el relejo. Sublimamos una vez más, ella me coge las manos y fluimos, me deposita un poco de esperanza en la izquierda y fe en la derecha. Sólo es un beso, dice, vuelca su presencia en mi mejilla y no llora; se evapora; sublima sin mí. Yo nada raro siento, aferro una silla y me aposento. Me toco la mejilla húmeda y le fabrico en mis ojos una salina compañera que rueda y rueda hasta reunirse con ella.
Si despierto me abrazo a la almohada, que he erigido en monumento a su ausencia. La almohada no sublima, me siento como un vaharada de humo en un espacio muy estrecho. Como un bar de fumadores de dos metros cúbicos de volumen. Como soga enhebrada en aguja de modista. Y por más que lo intento, no quepo en mí mismo, no soy nada sin aire, no nací pez; mas bien bombilla de 10 Watts. Ilumino mi alrededor conectando mi pie al enchufe que yace bajo mi cama; me incorporo. Me pongo las manos; primero la derecha y luego la izquierda y miro melancólico el rastro de se presencia; que es a la vez el recuerdo de su ausencia. Fe y esperanza.
Ruedo, salino, escaleras abajo y me sublimo por última vez antes de traspasar la puerta del hades, que siempre me pareció más bonito que el infierno y sus fuegos de colores.
...
Las siete de la mañana. El día es frío. Nieva, y así me lo hacen saber el transistor de un anciano y una ráfaga de aire gélido que me llena de copos de nieve. Emprendo el paso, raudo y cauteloso ya que el suelo está helado y el peligro de resbalón es evidente. Los eficaces empleados del municipio ya han rociado las calles con sal; y el tránsito de los automóviles es fluido; no obstante al girar la tercera esquina me encuentro con un siniestro. Gritos, llamadas, golpes y sirenas se suceden ante la pasividad de los viandantes. Una camilla se eleva y un hombre vuela transportado a una ambulancia que parte veloz. La gente compra los periódicos y la panadería caliente y moja los dulces en el café, engulléndolos con fruición. La vida pasa, ajena a los trasiegos de la humanidad.
De esquina en esquina llego a mi redacción. Es un edificio renovado por fuera y desastroso por dentro, producto de la decisión de la ejecutiva de renovar la imagen exterior y mantener el caos interior. Como siempre carreras, gritos y telefonazos, corresponsales y fotógrafos, odios y amores.
- Ramón, tienes un mensajes urgente de fax en su mesa. No sé que carajo pone, sólo sé que es de Florencia. Corre, que hoy el jefe está que trina
- Volando.
Acelero el paso y me aposento en mi habitáculo, encendiendo a la par el móvil y la computadora. Miro los mensajes distraído: ?Urgente: incidente registrato alle sei nella Via Santana di Firenze: due turisti spagnoli amazzati per la maffia?. Bien, hoy toca día intenso. Me levanto con el papel y me dirijo al redactor, hablándole con la gravedad y presteza que una noticia importante supone.
- Martín, tenemos un asesinato de dos españoles en Florencia. El fax dice que ha sido la mafia y que... uuuhm ? traduzco ? la policía busca a los culpables y sospecha que los turistas no lo eran tanto como aparentaban.
El redactor se gira rápido y grita.
- ¡Tenemos un asesinato en Italia de dos españoles! ¡Ramón - me dice - , ponte ya mismo en contacto con las agencias italianas! ¡Javier y Marcos, me cogéis el archivo y buscad imágenes de anteriores sucesos con la mafia! ¡Id preparando un pequeño reportaje, esto dará que hablar! ¡Romero, andando a la jefatura de gobierno, de aquí a una hora ya habrá declaraciones del portavoz y de la policía! ¡Reorganizad los titulares del informativo de las ocho! ¡Moveos, joder, moveos, que se nos van a adelantar los de siempre!
La oficina se vuelve un barullo. Tropiezo con dos compañeros y a toda velocidad marco el número de mis colegas en el país de la pizza. El jefe sigue gritando a todo el mundo, hoy será una jornada mortal.
Una voz se eleva:
- Jefe, doscientos muertos en un choque de trenes. Angola.
Se repite la escena.
No me queda más opción que respirar profundo y trabajar duro. En la calle nieva, suenan más sirenas. La pantalla del ordenador titila. Gritos de fondo, teletipos, teclados. En la calle nieva más fuerte, el día empieza con derramamiento de sangre. La realidad golpea y uno ya se acostumbran, deja de ponerse en el lugar de los demás, deja de sentir pena por el dolor ajeno.
Pero yo siento ardor en la mano derecha durante un momento, justo antes de que una voz nasal me conteste:
- Agencia d?informazione ?Presto?, buongiorno! Cosa desidera?
EL dia se hace largo; y la espera por vvolver al hogar, intensa.
...
Nieva. Son las seis de la tarde y extraigo de los helados bolsillos la llave de la Laguna Estigia. Caronte me espera.
Decrezco. Escurro hasta la tercera planta y me esfumo por la puerta hasta dar con su ausencia. Ella es agua pero no está y la sequía agosta mis hojas. Me quito la mano izquierda y la dejo al lado de la aguja. Verde brilla la esperanza que se muere. Cálido y salino, me pliego sobre mi espalda y creo que duermo. La fe ya no aguanta y se quiebra. Siento sus manos pero no, no, no era ella, era una nube pasajera.
Ella no está y yo no siento. Mañana no saldré, ya no quiero sublimarme si no es con ella. Subiremos por los ejes, sí, y ya no me sentiré humo. Pero no quepo en esta aguja. Sudo, soy una toxina palpitante. En la mano derecha guardo un muñon de fe, en la izquierda un hálito de esperanza. Ingiero ambas y me expando. Me cauterizo; duermo, esperando al día siguiente, cierro las heridas día a día y se me abren cada vez más. No podré aguantar mucho más sin sus manos en las mías. Sólo era un beso y un adiós.
Cuando de nuevo despierto me abrazo a la almohada, que he erigido en monumento a su ausencia. La almohada no sublima, yo tampoco. Recuerdo haber consumido lo que quedaba de mis manos. Ya no levantaré nunca más.
Eficientes, como siempre, los empleados municipales ya han rociado sal en mis ojos. Salino, vespertino, luz de ocaso que se desvanece. Salino ruedo, ya a nada me aferro porque no quiero. Gasto mi último Watt y me consumo.
Como el humo.
HUMO (relato corto... dedicado a Adriana)
-
- Mensajes: 2896
- Registrado: Lun Nov 24, 2003 9:52 pm
- Ubicación: http://www.musicalibre.info/
- Contactar:
-
- Mensajes: 2615
- Registrado: Dom Sep 21, 2003 5:10 pm
-
- Mensajes: 1590
- Registrado: Dom Nov 30, 2003 2:38 pm
- Ubicación: Pino Montano Sity
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 2 invitados