Las frías y claras paredes de mármol no me dieron el confort que necesitaba. Me encontraba acompañada por la única persona que me daría su apoyo hasta el final y eso fue lo que me hizo no caer. Sola tendría que entrar a formar parte de esa mascarada, de esa farsa entre todos los personajes vestidos con sus togas negras. Son seres igual de fríos que las paredes que nos rodean en la sala.
El tiempo sigue, con su ritmo lento y pausado, marcándose en el reloj situado en una de las paredes. Su color negro, para no desentonar con los que se pasan más de medía vida allí.
Nos sentamos a esperar al que nos iba a representar, no podíamos representarnos a nosotros mismos ante toda una jauría de lobos. Hay que pensar y sentir como ellos para poder jugar con sus mismas armas. Ni tan siquiera hablamos al principio, tan solo nos mirábamos con ojos de ánimo. Aquella sala comenzó a ir poco a poco llenándose de personas igualmente citadas, la mayoría ya venían acompañadas por su representante legal.
- Tranquila, seguro que viene. No te preocupes.
- No, si estoy todo lo tranquila que puedo estar. Me parece muy raro que aún no haya aparecido. No es normal en él.
No serian las mejores palabras, pero si las que mejor venían en esa situación. Saque mi teléfono del bolso y me dispuse a llamar al numero de móvil de quien se encargaría de solucionar nuestro problema. El tiempo transcurría y aún no había venido a su cita con nosotros. Allí con los representantes de las partes demandadas y nosotros sin nuestro representante legal. El miedo a que aquello fuese a dar el beneficio directo a las otras partes fue aumentando la angustia.
Los nervios iban en aumento y el reloj seguía mostrando que no había vuelta atrás. Teníamos que seguir con lo pactado, viniera él o no.
Al otro lado de la sala, a nuestra derecha, una mujer vestida con su ropa reglamentaria representaba a una pareja. Sus nervios también se mostraban en sus rostros. Lágrimas en los ojos de quien pedía una justicia que no sabía si iba a llegar. Los ojos de su letrada, la apoyaban y afianzaban en su derecho.
Todos en aquella sala se miraban y estudiaban los movimientos. El miedo a una decisión final que no sea la esperada, la que se necesita.
LA HORA DEL JUICIO
Sale un hombre con una lista en la mano. Llama por orden a los citados en la hoja que lleva. Nos levantamos los nombrados en ella. Todos menos mi representante estamos presentes allí. Me dicen que podemos esperar hasta que se persone, sin él no se puede celebrar la vista.
Mis nervios han crecido. No se que es lo que ha podido pasarle, ni la razón de que no conteste mis llamadas. He confiado toda esperanza en ese día y no puede ser que no venga.
Las personas van pasando unas tras otras, según son llamadas a las salas en las que están citadas. Nosotros seguimos esperando a que tengamos alguna noticia o que pueda aparecer nuestro representante en cualquier momento.
Nos vuelven a preguntar si tenemos alguna noticia de nuestro abogado, pero parece desaparecido. Es muy extraño. No hay manera de contactar con él. Llamo a la oficina para hablar con su secretaría que me dice que allí no se encuentra. Busca entre sus citas y tiene que estar de camino.
Allí los dos sentados, somos observados con curiosidad por los demás asistentes. Sin saber nada seguimos esperando a que se presente, con la esperanza de que todo finalice ya. Sea de la manera que sea. Se gane a nuestro favor o no.
Las tripas me empiezan a sonar, no he tenido tiempo de desayunar por no llegar tarde a mi cita. Ahora me arrepiento de salir tan precipitadamente. No me puedo mover de allí hasta que no venga, tan solo le conozco yo.
Pasa más de una hora de la citación, y sigo sin saber nada. La secretaría me llama y también se denota por su voz que se encuentra preocupada. Hay que intentar no perder los nervios y saber llevar bien la situación. Mi acompañante se encuentra más tranquilo que yo y con ello, me intenta dar ánimos para tranquilizarme. Menos mal que él es fuerte. Gracias a esa fortaleza sigo esperando sin caer.
El hombre que ha venido antes a nombrarnos vuelve a acercarse hasta donde nos encontramos sentados. Es justo el momento en que me dice que nos da media hora más para esperar, si no llega en ese tiempo habrá que hacer algo.
Yo no quiero pensar en que podemos perder la oportunidad por no presentarse, ni tampoco pensar en que podrá haberle ocurrido a mi abogado para no aparecer. No nos puede dejar literalmente ?tirados? en una situación así. En esos momentos te sientes impotente ante lo que tienes enfrente.
El reloj parece conocer ya nuestros ojos de tanto mirarlo y con ello no ganamos a su paso, ni tan siquiera lo podemos parar por hacerlo.
Nosotros seguimos intentando mostrarnos fuertes y animarnos ambos. Hemos llegado hasta aquí y no nos vamos a marchar.
El transcurrir de esa media hora resulta el más largo de todos. Una espera difícil. Mi teléfono sigue sin sonar, con lo que le vuelvo a activar el sonido por si con ello fuera a conseguir esa llamada tan esperada.
La sala sigue con su habitual movimiento de personas mientras nosotros seguimos sentados esperando. Ya solo quedan unos minutos y es muy poco probable que le de tiempo a venir. Tenemos que esperar.
HORA ESPERADA, YA NO HAY TIEMPO.
El hombre viene a buscarnos y reunirnos en una sala a todos los mencionados en su hoja.
Ahora ya estamos dentro.
Nos comunica que no se puede celebrar en esas condiciones y es en ese justo momento cuando mi teléfono comienza a sonar.
El ruido va subiendo de tono, cada vez más fuerte.
Despierto en casa. El despertador me avisa de que es la hora. Me tengo que levantar. Abro los ojos, menos mal que nada es real. Menudo sueño?
Cualquier sueño puede ser real, cualquier realidad un sueño
