Esperando que la espera no truncara en desesperación. Traté de llorar lo que de tí me quedaba, sabía que aquello era lo último cuerdo que se podía rebañar de tu recuerdo.
Entonces, sentada en aquella gris acera, de aquel gris día, a mis pies las lágrimas tornaron en charco. El suelo encharcado de la historia de un corazón solitario.
Y me asomé a él, y me quedé mirando. ¡Qué triste era el agua que salió de mi llanto!
Y seguí mirando la gris acera, de aquel gris día, y aquel gris charco.
Hasta que mi reflejo, de pronto sonrió. Me dijo que no esperara más al sol, que él siempre era un traidor. Que si le daba algo mío lleno de color, ella me regalaba algo mejor. Yo me arranqué a prisa del pecho el corazón, pero ella sabía que aquello no tenía valor, que aquello ya no amaba, y me pidió el alma. Dudé y finalmente se lo di, aun sabiendo que si se lo daba me quedaba en nada.
Vendí mi alma al reflejo, y de aquella baldosa nació una flor. Después de eso, de nuevo creí en los milagros. La espera terminó, de nuevo podía amar mi corazón.
tralari
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