Me he cosido los ojos
para que no los veas más
para no poder ver más mentiras
en tus pupilas.
He abierto la ventana
para que así salga tu olor
de mi casa.
Mi corazón se ha hecho líquido
se ha deslizado por el precipicio.
Naufragó de una oleada y acabó
colgado de un árbol.
Destrozado y arañado.
Hundido y sangrando.
No sé de qué color es el cielo,
no sé de qué color son mis manos
sin tu cuerpo.
Quizás, quizás no;
soy ese pétalo marchito entre
tantas laderas y montañas.
Esa gota de agua infectada.
Ese fuego que no quema sino hiela.
Soy un pobre infeliz sin alas.
La gente pensaba que era un
ángel pero desde que me pusiste
los cuernos soy un demonio.
Un demonio con velo negro;
me quiero esconder, no quiero ver
todas las cosas que me recuerdan
al ayer.
Soy una rama blanda,
una galleta sin sabor ni color;
una galleta quemada en el horno,
caducada desde hace cinco años.
Soy solo ojos que lloran
por dentro y por fuera.
Y me sangran de aguantar
aquellas flechas que unas
veces no esquivé.
Soy sustancia que no importa,
la última cucharada del yogur
que se tira y no se recicla.
¿Soy? no.
Ya no soy nada.
Ni la mínima
parte de tu corazón,
una página doblada y
pasada.
Marioneta
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