Sus dedos iban cada vez más rápidos con un movimiento sobre las teclas del órgano. Dejaban salir todos sus sentimientos sobre ellas. El público escuchaba atento aquel sonido que acompañaba la entrada del féretro a la capilla de la iglesia. Johann Sebastián Bach se dejaba sentir en todos los corazones de los allí presentes. Caras largas y tristes, ropas oscuras y largas por donde se mirara. Al fondo de la sala destacaba una mujer entre todos ellos, no era por su vestimenta que era muy normal tirando a lo pobre se podría decir; más bien por ser la única feliz en aquella sala.
Tras finalizar el órgano y colocar el féretro cerca del altar, el cura inicio la misa. Fue entonces cuando volví a mirar hacía el banco donde se encontraría sentada la extraña mujer y digo encontraría porque ya no estaba allí. Se había marchado. ¿Cómo lo habría hecho sin que nadie se levantara de su sitio para dejarla salir? ¿Es qué nadie se había dado cuenta? Hacer eso se hubiera considerado una falta de respeto al difunto y se la habría reprochado. ¿Se podría tratar entonces de una alucinación? Tan absorto en sus pensamientos se encontraba, que no prestaba atención ninguna a las palabras dichas en la misa. La imagen de un rostro ocupaba entonces su cabeza. Unos ojos de un color que nunca había visto queriéndose ocultar tras el velo de redecilla. La misa llegó a su fin y todos se levantaron para hacer una última visita al difunto antes de ser conducido al cementerio.
El féretro se saco de la iglesia para ser enterrado en campo santo al lado de la capilla. El cortejo fúnebre lo siguió. Todo estaba preparado para ser introducido dentro de la tierra y ser cubierto con ella. Una vez que todo estaba cubierto se le coloca una cruz con su inscripción. Después de enterrarlo todos comenzaron a marcharse. Tras unos breves momentos me di cuenta de que ya no quedaba nadie más que yo, aunque sentía una sensación de ser observado. Un frío viento comenzó a levantarse, las hojas caídas de los árboles cercanos se empezaron a arremolinar formando varios torbellinos; parecían formar figuras danzantes a mi alrededor, como si jugaran entre ellos ante mi. De repente ella apareció. Cada vez parecía encontrarse más cerca, intente moverme pero mis pies no me obedecían y mis brazos parecían lánguidas ramas. Ahora la miraba a los ojos atraído por su mirada, era incapaz de apartar la vista de ellos. Si le preguntaban sería incapaz de decir cuanto tiempo estuvo así. Sintió como si respirara cerca de su oído y las frías manos le acariciaran el rostro mientras el estaba inmóvil ante ella. Se noto elevarse, parecía que sus pies perdieran el contacto con la tierra. Todo su alrededor parecía ponerse en movimiento ante sus ojos, a una velocidad vertiginosa. ¿Se movía él o lo hacían los objetos de alrededor? Las nauseas empezaron a formarse en su estomago y su cabeza parecía no dejar de dar vueltas, fue entonces cuando escucho la voz con ese tono insinuante? ¿Vienes o prefieres quedarte vagando eternamente?
