PERDEDOR (relato corto)

Poesía y relatos.
lennon_competencia
Mensajes: 2896
Registrado: Lun Nov 24, 2003 9:52 pm
Ubicación: http://www.musicalibre.info/
Contactar:

PERDEDOR (relato corto)

Mensajepor lennon_competencia » Dom Feb 08, 2004 5:00 pm

PERDEDOR
Historia de dos hombres modernos (y su ascensor)

En el momento en que él entró, el silencio pareció hacerse todavía más pesado. En el cerrado recinto, de poco más de un metro cuadrado, intentamos mantenernos lo más separados posibles. Penetró rumiando algo así como un ?buenos días? que se quedó en un reprimido intento de saludo y al que yo no respondí. Evité su mirada mirando distraídamente mi reloj. Cielos, el tiempo parecía deformarse y alargarse; perder su sentido. Absurdamente seguí mirando el reloj para no tener que levantar la vista y verme obligado a mirarle, con el riesgo de que él hiciera otro tanto y se tuviera que establecer un contacto. Un brusco tirón nos arrancó de nuestro estado. Todos mi sentidos se reactivaron, pronto comprendí que era él el que había pulsado el botón de ascenso. Tuve que levantar la mirada, pero busqué un espacio en el que mirar fijamente y en el que no estuviera presente.

...

Cuando entré en el umbrío portal, ya había un hombre en el ascensor. No le conocía de nada, supuse que sería otro vecino. Con las manos en los bolsillos entré e hice un tímido intento de aproximación. Las palabras no llegaron a mi boca y escupí un poco convencido saludo al que el otro no reaccionó. Las puertas se cerraron tras de mí y me acomodé en la esquina más alejada de él, esperando en vano un contacto. Lentamente, el otro sacó su reloj y se puso a observarlo con un extraño interés. El tiempo se había detenido para los dos, le observé por el rabillo del ojo y comprendí que era yo, en calidad de recién llegado, al que correspondía pulsar el botón para poner en marcha el ingenio mecánico y salir cuanto antes de ese infierno que estábamos creando. Pude preguntarle a qué piso iba pero me reprimí y emprendí la individualista acción de pulsar el botón sin consultar. El tirón del ascensor nos sacó de nuestro miedo mutuo pero no consiguió que cruzásemos ni una mirada.

...

Su presencia inunda el recinto y desborda mi paciencia. La rutina me ha hecho acostumbrarme a subir todos los días solo en el ascensor y este hombre ha deshecho mi esquema. Este es mi espacio, mi tiempo que comparto sólo conmigo mismo y que nadie viola. Me ha sido raptado este momento de transición que es el viaje en ascensor y que, como todas las transiciones, grandes y pequeñas, ha de servir para cavilar sobre lo ocurrido y pensar en lo venidero. Un corto viaje en ascensor significa para mí algo más que un traslado, es un momento que, como no tiene ningún valor, aprovechas para desperdiciar el presente en pensar en el futuro y el pasado. La gente no parece comprender lo importante que es el presente y derrochan su tiempo útil como idiotas. Otros como yo sólo nos concedemos un descanso en los momentos en los que nos vemos obligados a permanecer estacionarios. Y ese tiempo lo hacemos nuestro, lo acotamos y medimos para respirar hasta su último segundo, sólo para nosotros, sólo para mí. Menos hoy.
Mirando fijamente el surgir de un piso tras otro en la pantallita, apuras el tiempo para pensar un poco en tu vida y en tus planes, y casi siempre el tiempo se te hace corto. Ahora, este hombre me impide pensar en lo venidero o acaecido, me hace estar pendiente del presente. No quiero ni mirarle, quiero que se vaya ya. La situación se vuelve tensa, el cuello de mi camisa está bañado en sudor. Despistadamente miro a la pantalla que indica el piso por el que vamos. No puedo evitar un escalofrío que no ha podido pasar desapercibido al otro: vamos por el primero. Y éste hombre ha pulsado el décimo, y yo vivo en el octavo. ¡Espero tener la suficiente paciencia!

...

El otro hombre ha tenido una especie de espasmo al ver que sólo vamos por el primero. A decir verdad, yo también me he asombrado. El semblante del otro hombre es agresivo, lo sé porque le he dirigido un par de miradas furtivas que creo no le han pasado desapercibidas. No puedo evitar que me dé miedo, siempre he sido tímido y el contacto con otras personas me produce una especie de embotación. He logrado, a lo largo de mi vida, relacionarme con más gente, de carácter bonachón y poco imperativo o agresivo. Las personas que imponen, que tienen unos principios inquebrantables y que se muestran agresivos con los demás, sean amigos o enemigos, me dan miedo. Y este hombre parece uno de ellos. Leo la ira en su cara, mi presencia le turba tanto como la suya a mí. Es una turbación diferente, la mía es miedo, la suya es cólera. Me empiezo a poner nervioso y, como siempre, empiezo a juguetear con el boli que pende del bolsillo de mi camisa. Fruto de mis nervios, el tapón se cae y veo con horror que rueda hasta sus pies.

...

Disimuladamente le he mirado y he notado que me mira con una especie de mezcla de aprensión y miedo. Es un asqueroso, un débil, una persona de poca voluntad. Un ?matao? o ?pringao? que decíamos de jóvenes para referirnos al típico chavalín que camina con los hombros encogidos y no habla casi nunca, que nunca es el vencedor y se asusta cuando le hablas con fuerza o rudeza. Míralo, es patético, ha empezado a juguetear con su bolígrafo. Ahora se le ha caído el tapón, claro fruto de la turbación que le produzco. El tapón rueda hasta mis pies. ¿Lo cojo o no lo cojo? De alguna forma he de demostrar, como en todos los lados, mi inquebrantable poder. Si no lo cojo sería gratificante verlo agacharse ante mí, totalmente azorado y rojo de vergüenza. En cambio, si lo cojo, será un acto en el que además de quedar como el ?jefe?, entregándole el bolígrafo con mirada desafiante de poder y reduciéndolo a la altura del betún, pareceré una persona menos soberbia o ruin que en la otra opción. Acostumbrado a presentar la mejor cara al público, la disyuntiva queda resuelta por este último detalle; con una flexión perfecta de rodillas recojo el tapón del útil de escritura y se lo tiendo con una pose entre chulesca y condescendiente que todas las mañanas ensayo frente el espejo. Muy nervioso, tiende la mano para cogerlo y entonces nuestras miradas se encuentran.

...

Ha cogido el tapón y me lo ha tendido. Debo estar más rojo que un tomate y debido a mi nerviosismo descuido un momento mi mirada que se posa descaradamente en la suya.

...

Me teme, me teme mucho y mi acción le ha dejado indefenso. Cómo voy a disfrutar.

...

Es un hombre de los que pisa fuerte, y busca demostrar quién manda. Yo lo único que quiero es perderle de vista, pero nuestras miradas son ya inseparables.

...

Inquisitorialmente examino su mirada. En el fondo late una secreta ira contra mí, fuego apagado por su azoramiento. Busco su perdición, quiero demostrarle que el mundo no es para los débiles. Convierto mi mirada en un tizón encendido. Busco en mis cuerdas vocales el registro más grave posible. Con un gesto de la nuez elimino todo rastro de saliva en la garganta que pueda estropear el sonido y midiendo cada palabra, le digo con tono cruel:

- Tenga, se le ha caído.

Palabras que acompaño con un seco gesto de la mano que le acerca el objeto hasta ponérselo tan próximo que se inclina un poco hacia atrás.

...

Su mirada se vuelve muy agresiva. Me tiende el tapón mientras me dice:

-Tenga, se le ha caído.

El sonido de su voz es hosco y parece reñirme por mi conducta. Busco responderle con actitud firme pero me ahogo en un mar de nerviosismo y de mi voz sale un ahogado y lloroso ?gracias?. El sudor ya parece chorrearme y ahora que nos hemos mirado una vez, el combate ha empezado y el que se rinda está perdido. Nuestros ojos están conectados por una especie de rayo invisible que hace hervir el aire a nuestro alrededor. No creo que pueda aguantarlo.

...

Siento el bullir de la sangre en mis sienes, pero quiero hundirlo en la miseria, rebajarlo, ahogarlo sólo con la mirada. Le veo sudar, yo me mantengo firme, él empieza a encorvarse. Cierro los puños y concentro toda la fuerza posible. Todos mis músculos están contraídos, siento mi cuello tenso y mis dientes entrechocar. Yo también empiezo a sudar. Vas a ver, perro, aprende a meterte en mi vida, no me vuelvas a hacer dudar, aquí mando yo. Traga, traga crueldad. El mundo es para los poderosos. Sufre, insensato, nadie cruza ni una mirada conmigo si no es capaz de combatirme.

...

Horror, horror. Su mirada es ahora la más horrorosa del mundo, parece que se va a lanzar sobre mí, veo cómo aprieta los puños. Involuntariamente me empiezo a encorvar. Hago crujir los dientes en un intento de defensa pero más bien parece un castañeo. Sudo por todos los lados. Su mirada se vuelve ahora asesina, me encorvo más sobre sí mismo. Desde aquí veo los pisos que quedan. Octavo piso, lentamente parece abalanzarse a mí. Noveno piso, con sonrisa burlona se agacha hasta la altura de mi cara. Ahora nos separa medio palmo de distancia. Echa su perfumado aliento sobre mí y me mira con más odio todavía si se puede. Una gota de sudor cae de mi nariz al piso del ascensor. El aire es una mixtura entre sudor y perfume caro, odio y temor, polvo y metal, al acero incandescente de los altos hornos. Décimo piso, las puertas se abren y renuevan ligeramente el viciado aire del ascensor. Estamos los dos agachados, cara a cara, yo de espaldas a la puerta y él frente a mí. Me echa la última mirada.

...

Veo que se acerca el final del trayecto. Recuerdo que luego aún tengo que descender al octavo, eso duplica mi odio y le miro con más fiereza. Le tengo bajo mi poder, se está encorvando poco a poco. Me acerco más y más y lentamente me agacho hasta poner mi cara a su altura. Sitúo toda mi furia en sus ojos. Lentamente la puerta se abre y arrastra consigo una pequeña porción del odio que se respira en el aire. Me preparo para llevar a cabo la acción premeditada para acabar con esta situación. Aquí mando yo, apréndetelo asqueroso. Con una mano le propino un fuerte empujón, arrojándolo violentamente hacia fuera.

...

El empujón me arranca del sitio y me desplaza hasta golpear con el costado en la pared. Las puertas del ascensor se cierran, aún tengo tiempo de ver su última mirada. Con los ojos cerrados me dejo resbalar por la pared mientras suspiro. Me paso la mano por la frente y elimino el sudor. Sentado en el suelo, con la espalda contra la pared, empiezo a sollozar quedamente. Otra vez, como tantas en mi vida, he vuelto a perder.


DEDICADO A TODOS AQUELLOS SERES PERFECTOS, ENGENDROS DEL CAPITAL CON MALETIN Y CORBATA QUE SOLO TRIUNFAN A BASE DE PISARLE LA CABEZA A LOS QUE ESTÁN DEBAJO

Mas en www.bylennon.tk, como siempre
Deltoya

Mensajepor Deltoya » Dom Feb 08, 2004 5:02 pm

Corto corto no es eh! jejeje peroesta guapo salú!
lennon_competencia
Mensajes: 2896
Registrado: Lun Nov 24, 2003 9:52 pm
Ubicación: http://www.musicalibre.info/
Contactar:

Mensajepor lennon_competencia » Dom Feb 08, 2004 5:06 pm

4 paginas ocupa en el word!

Teoricamente relato corto es desde 0 hasta 5 paginas, depende del concusro literario, aunque lagunos adimiten hasta 10 o 20

osea q no te quejes!
Deltoya

Mensajepor Deltoya » Dom Feb 08, 2004 5:08 pm

xDDDDDD jejeje ostias la peña! jejeje pero lo dije por simple comentario!!!!!! :twisted:

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 6 invitados