Estuvo conduciendo toda la noche hasta que sus ojos ya se le cerraban, por lo que decidió parar en el pueblo mas cercano al lugar de la carretera donde se encontraba en ese momento. Se desvió hacia la primera salida y aparco frente a una gasolinera a preguntar, de esta forma, también echaría gasolina. El señor de la gasolinera, que al principio le atendió con su mejor sonrisa, modifico esta cuando le pregunto por el nombre de un pueblo que de repente le vino a la mente. Los ojos del dependiente de la estación de servicio parecieron estremecerse, su boca se transformo en una línea recta. Su voz al contestarle ya no era para nada amistosa, si no todo lo contrario, distante y seca.
Le dijo en pocas palabras que no se acercara por aquel pueblo castigado por una maldición. Muchos han muerto allí, le siguió diciendo que sus almas permanecían errantes al no haber sido enterrados. Aquellas cosas continúan vagando para capturar a criaturas vivas y quedarse con sus cuerpos más su alma.
El no le hizo mucho caso, por no creer en cosas así, riendo ante el dependiente de una forma abierta, provocando la cara irritada del dependiente que se fue inmediatamente después.
Monto de nuevo en su coche con la intención de parar en cualquier pueblo, fuese el que fuese. Mientras conducía le sobrevino un banco de niebla, que le obligo a ir más despacio hasta que se acerco al arcén y paro el vehículo. Aquella niebla parecía como una cortina de vapor blanco tan espesa que no permitía ni ver a una persona aunque se encontrara casi de frente. Espero unos momentos mientras parecía que la niebla se disolviera pero no fue así. Se vio obligado a conducir con esa niebla. Arranco el coche y avanzo despacio por la carretera hasta que observo un cartel indicando un pueblo por la próxima salida. Durante el trayecto al pueblo no se cruzo con ningún otro coche.
Al entrar en aquel pueblo la niebla se disolvió dejando a la vista unas casas a ambos lados de la carretera, pero no había sitios donde dormir por lo que continuo hasta las puertas de lo que parecía un viejo monasterio. Una luz frente a la ventana cerca de la puerta en la que se encontraba le hizo salir del coche con la idea de solicitar permiso para pasar la noche dentro. Cuando se acerco a la puerta, llamo abriéndose sin que nadie se asomara tras ella, por lo que entro para preguntar y no vio a nadie. Pregunto en voz alta y no le contestaron, y avanzo por el pasillo hasta una extraña sala con una inscripción en lo alto de la puerta escrita en lo que parecía ser latín. Iluminada con la luz de las antorchas en dos paredes, no distinguiéndose bien el material de lo que estaban construidas desde fuera, por lo que camino hasta dentro, cerrándose la puerta tras él. Viendo que no había otra salida que unos pequeños huecos debajo de las antorchas.
Al tocar aquellas paredes se dio cuenta de lo que eran realmente, se trataba de huesos y cráneos humanos, que parecían observarte por sus cuencas vacías de miles de ojos. Sintió un escalofrío por todo su cuerpo y la impresión de ser vigilado. Decidió salir de allí por el hueco que más ancho le pareció y menos oscuro, ya que parecían haber sido realizado para niños o personas muy pequeñas. A gatas llego hasta una abertura por la que salio a una ancha cueva con muchas más calaveras y cuerpos, todos desparramados por el suelo. Su único anhelo era salir lo antes posible de aquel lugar, con cada pisada crujían y en las paredes parecían haber sido adornadas con cuerpos colgados por manos y pies, conservando lo que parecía carne aun pegada en los huesos.
Su miedo fue en aumento, queriendo correr para escapar de todo ese espectáculo grotesco a sus ojos, por lo que callo al suelo en más de una ocasión al tropezar por no mirar bien sus pasos. Frente a él parecía entrar luz por una estrecha grieta en la pared de la cueva, a la que se dirigió sin dudarlo mientras le pareció escuchar tras de si ruido de pisadas como si alguien más se encontrara tras él. Por la grieta era difícil avanzar deprisa debido a los salientes afilados de las piedras, pero consiguió llegar hasta el final. Una vez fuera, con la luz del amanecer vio su coche aparcado a unos metros que hizo corriendo, arrancando el coche. Al dar las luces del vehículo no pudo sorprenderse más al comprobar que delante de sus ojos solo se encontraban montañas.
