CAPÍTULO 3
La mañana que sucedió a aquella noche de noticias se alzaba imperiosa. El Sol se erigía con una fuerza desorbitada para tales alturas del año convirtiendo tal mañana de Noviembre en perfectamente primaveral. Sin embargo, a mi me tocaba batirme en duelo con la más baja alcurnia de la sociedad, los banqueros. Quien sabe si no llegaría el invierno para mi en esa mañana?
Apenas había podido pegar ojo noche, y eso que el beneplácito familiar ayudó bastante a calmar mis ansias. Pero la idea de pelear por lo mío en las oficinas de un banco me ponía un poco, como decirlo, con los nervios a flor de piel. Estuve, casi hasta las 5 de la mañana, que es de lo último que tengo noción, debatiéndome entre las posibles combinaciones hipotecarias que se me podían plantear y mentalizándome para, fuera cual fuera la estúpida, avara o infame propuesta, contestar siempre educada y cortésmente, pues en incontables ocasiones me había demostrado la vida que cuando alguien me buscaba me encontraba.
Así que, tras el imperdonable café matutino, ya estoy presto para la aventura. He tenido que cambiar mi habitual moda grunge por un, eso si, comodísimo traje chaqueta de Armani de mi padre, una camisa amarilla abotonada hasta la nuez, zapatos último modelo de Martinelli y una corbata verde pistacho horrible. La mano de obra y el aderezo corrían a cargo de mi madre, eso por supuesto. Mi madre solía ir una vez al mes a visitarme a Barcelona y se encargaba de pasearse por todas las tiendas de la ciudad condal para nutrirme de ropa. De Portal de L?Àngel a Carrer Tallers no había dependienta que no la conociera y le preguntara por mi recordándole que a ver cuando me traía por su tienda. Así estuvimos más de 3 años. Nunca elegí ni los calzoncillos. Solo había comprado en mi vida alguna que otra camisa de estas que tienen los grupos de rock para sus fans.
Nada más abrir la puerta el día me recibe con los brazos abiertos. La temperatura es extrañamente agradable para tratarse del mes de Noviembre, lo que me hace pensar que todo apunta a que el día va a ser memorable. Le doy un beso a mi madre y me marcho rumbo a la aventura.
Los nervios me hacen conducir a trompicones. Las piernas no acaban de adquirir su rigidez habitual y es como si perdieran su consistencia. Todo me tiembla. Nada más coger la carretera que separa la zona donde vivimos de Valencia, me cruzo delante de un coche que se encontraba dando la vuelta a una rotonda y lo embisto con bastante virulencia. No lo había visto venir si quiera. Qué mal comienzo de día el mío. Hasta los pájaros parecen guardar un minuto de silencio solidarizándose con mi mala fortuna.
Le hago un gesto al conductor del vehículo embestido para que me siga y arreglar papeles y nos desplazamos a una avenida en construcción que todavía se encuentra cerrada al tráfico. Al bajar ambos de los coches reparo en que esa cara me era familiar. Mientras, él se dirige rápidamente hacia mí con cara de pocos amigos y soltando algún improperio que no alcanzo a descifrar porque lo hace entre dientes.
- ?Pero tío, ¿es que no me has visto o qué? ¿No ves que esto es una jodida rotonda? Tiene cojones la cosa, es que he frenado y todo por que te he visto venir pero es que te me has llevado por delante. Esto me lo vas a tener que pagar? ? me comenta en tono severo y agraviado.
- ?Bueno, veremos que se puede hacer. Vamos a ver que te he hecho en el coche? ? le respondo.
- ?Lo que está claro es que tú no me has cedido a mí el paso y tenía prioridad porque estaba circulando por dentro de la rotonda. Así que tendrás que pagarme tú o tu seguro la reparación? ? sus humos parecían no tener fin.
-?Pero vamos a ver, ¿de qué estamos hablando aquí? ¿Reparación? ¿Prioridad? Mira, te explico lo que ha pasado. Como ves, y supongo sabrás, cada vez hay más y más coches y uno se queda sin ojos suficientes para todo. Coge cien mil canicas y lánzalas al aire y verás si tropiezan unas con otras. Pues aquí ha pasado lo mismo. Me ha distraído el coche de un tío que venía detrás de mí y que me iba comiendo el culo. Así que entre que miraba que no me diera llegué a la rotonda y, pese a que frené, no me dio tiempo a dejarte pasar. Son gajes del oficio. Yo lo siento mucho y además?
- ?Pero qué cojones me estás contando? Si tú me das un golpe a mí y es por temeridad tuya, deberás acarrear con la reparación por tu parte. No hay nada más que hablar?. ? Me corta él interrumpiendo mi argumentación. ? ?Además, mira como ha quedado la puerta del copiloto. Está totalmente hundida.?
- ?¿Tienes novia? ¿Estás casado? ? pregunto yo como cambiando radicalmente de tema.
- ?¿Y eso qué importa ahora mismo? No tiene nada que ver?? ? Contesta él. Debía estar algo más relajado porque incluso se le escapó una sonrisa mientras contestaba.
- ?Pues importa. Mira, nos han acostumbrado a vivir repletos de cosas que realmente no necesitamos y nos las hacen ver como prioridades indispensables. Si no tienes novia, mujer, ni hijos, ¿Para qué tanta importancia con el asiento de copiloto? ¿O es que necesitas a alguien al lado que te vaya indicando: segunda derecha a raaaaas, frenada larga, cuidado nieve, ojo barro!!? ? De pronto me dio por reír.
-?A mi no me hace ni puta gracia. Como no es a ti a quien le han dado el golpe... Pero esto me lo vas a tener que pagar? ? Añade él cambiando drásticamente de tono de voz.
- ?Si hombre, si. Tranquilo que yo te lo pago. Pero ten en cuenta que tu coche ahora mismo es único. No hay otro igual, y eso no tiene precio. Tienes el distintivo de una puerta que sobresale hacia dentro, y eso es algo que no pueden decir todos. Piénsalo. No tendrás que buscar mucho cuando aparques junto a otros tantos muchísimos coches similares al tuyo. El tuyo es el de la puerta diferente.? ? le comento, pero parece que no me pone muy buena cara.
-?Bueno, mira. Ahora mismo voy a sacar los papeles y lo arreglamos con los seguros. Porque me caes bien, pese a todo, y no me gustaría que acabaras pagando de tu bolsillo. Vamos a decir que el firme estaba en mal estado, o que había un tercer coche implicado que se dio a la fuga y no conocemos la matrícula. No se, algo se nos ocurrirá. ? En ese momento se da la vuelta e intenta entrar al coche para acceder a la guantera por la puerta del copiloto, pero esta no había manera de abrirla. Así que entra por la puerta del conductor y se pone a buscar los papeles. El coche no era mío, sino de mi madre, así que no sabía donde podían estar exactamente los papeles de parte de accidentes. Monto en el coche y me pongo a rebuscar por la guantera hasta que por fin los encuentro. Seguidamente salgo y colocamos los respectivos partes sobre el capó de su coche, que es el que está claramente más limpio.
- ?¿Qué tal se te da a ti dibujar?? ? me pregunta él.
- ?Bueno, no es mi gran fuerte pero creo que me defiendo. ¿Por qué? ? le respondo sorprendido por la pregunta que me acababa de formular.
- ?Pues porque habrá que hacer un pequeño dibujo explicativo que muestre lo que ha sucedido en el accidente. Pero vamos, que primero aún tenemos que ponernos de acuerdo en qué vamos a redactar.? ? El hombre parecía ya más tranquilo y rezumaba ya serenidad por los cuatro costados. El caso es que yo le miraba y miraba y me resultaba familiar. En eso que por fin caí en quien era el susodicho personaje.
- ?Oye, ¿A ti por casualidad no te gustará un grupo de rock que se llama Koma?? ? le pregunté.
- ?Bueno, sí, bastante. ¿Por qué me preguntas eso?? ? contesta él con cara de incredulidad y sorpresa.
- ?¿Recuerdas un concierto que dieron en Valencia hará ya unos cuantos años de cuando su gira del disco ?El Catador de Vinagre?? Estabas allí, ¿me equivoco?? ? le pregunto con aire enigmático.
- ?Pues si. No se como sabes estas cosas ni a dónde quieres ir a parar.? ? Me contesta él sorprendido. ? ?No, no me lo digas. ¡Jajajaja! ¡Eres tú! ¡jajajajaja! Menudo cabronazo que eres tío. ¿Desde qué momento sabes que era yo? ¿Por qué no me lo dijiste antes??
- ?No, la verdad es que acabo de caer en quién eras. Desde un primer momento me sonaste familiar, pero no conseguía saber de qué te conocía. Acabo de percatarme de ello. La verdad es que ha llovido ya bastante desde todo aquello. Después de aquel concierto yo me fui para Barcelona a estudiar una carrera y no he regresado hasta hace bien poco? ? le contesté yo un poco alicaído. Acababa de recordar a dónde me dirigía a esas horas tan tempraneras, mi pulso con el destino.
- ?La verdad es que me caíste de puta madre. Siento todo lo que pasó. Al final acabamos la noche por todo lo alto, ¿verdad?? ? me pregunta él entre risas.
- ?Sería más correcto decir que me caíste tú de puta madre a mi. Porque menudo golpe que me llevé cuando caíste sobre mi cuello doblándolo 90 grados y poniendo a prueba su límite elástico. ¡Eso si es caer bien! ¿Ya has aprendido que cuando quieras saltar de un escenario sobre la gente antes has de cerciorarte de que la gente de ahí abajo está atenta y dispuesta a cogerte? Que a mí aún me quedan secuelas de aquello y, cuando cambia bruscamente el tiempo, de vez en cuando le da a mis cervicales por llevarme a un viaje por las estrellas? ? Le comento con tono irónico como queriendo cargarle de remordimiento. Quien sabe, quizás de ese modo consiguiera restarle importancia al lance del accidente.
-?Tío, de verdad que lo siento. Ya tuvimos tiempo de hablar de aquello esa misma noche. Fue culpa mía, no se en qué estaba pensando cuando me decidí a saltar. Más aún siendo un tío de más de 100 kilos.?
- ?¡Bah! No te preocupes. - le dije ? Las cosas que no se hacen con maldad pueden perdonarse. Desde el primer momento le resté importancia. Eso si, no olvido que, después del concierto, cuando me bajasteis para el centro, nos pusimos a jugar a un juego... ¿Cómo se llamaba? A ver? El señor del 3, ¡eso es! Me debes un par de copas o tres compadre?. ? le dije queriendo restarle importancia al tema del golpe en el cuello.
- ?Bueno, no lo recuerdo. Pero mira, te hago una propuesta. Este sábado hay un festival en Ayora, aquí al lado. Si quieres venirte me das un toque y quedamos. Iré con un buen grupo de gente. A la mayoría los conociste esa misma noche. En cuanto a lo del accidente del coche, no te preocupes. Mira, buscaremos alguna versión que satisfaga a nuestros seguros y que les lleve a acceder a pagar los desperfectos. Ya inventaremos algo que decirles. No habrá ningún tipo de problema para que me paguen la reparación. Mi número de teléfono es el siguiente. Toma, apunta.? ? En ese instante volví a ver la luz. Mi cabeza ya andaba perdida por algún credo para cuando el me dio la gran noticia. Me veía sin el préstamo, sin coche y teniendo que pagarle aquí al compadre la reparación, que no iba a ser barata.
- ?Tío, no se cómo agradecértelo. No sabes el favor que me estás haciendo. Ahora mismo me iba al centro a pasarme por una serie de bancos para pedir un buen préstamo. Quiero montarme mi propio negocio de transporte de mercancías. La verdad es que los casi 4 años que pasé en Barcelona me sirvieron de poco o nada. Mucho sacrificio y ningún provecho. Así que puedes imaginarte el soplo de vida que me estás dando. Me esperan tiempos de cinturones apretados y de muchos ?noes? por respuesta. El sábado voy seguro al festival este que me comentas. Seguramente llevaré a unos colegas que hace tiempo que no veo. Será un gran día. Lo que no se es si habrá algo que celebrar. Ya te contaré compadre. Voy a ver cuanta dignidad soy capaz de mantener ante esos buitres, carroñeros de expectativas de vida.? ? le comento ya más aliviado por el lance del choque pero crecientemente asediado por la idea del préstamo, que, en mi cabeza, se presenta en forma de duelo al más puro estilo del lejano oeste americano.
- ?Pues espero que tengas suerte, la necesitarás, a la vez que coraje y valor. Ya me contarás el sábado que tal te ha ido. A todo esto, ¿Cómo te llamabas amigo?? ? me preguntó el con su cara bondadosa.
- ?Fernando, me llamo Fernando Puig Navarro, aunque todo el mundo me llama Biela.? ? le contesté arrepintiéndome al segundo, pues comenzaba a cansarme de aquel apodo heredado en la facultad de Aeronáutica.
-?¡Jajaja! ¡Frenando, dirás Frenando! ¡Frenando tendrías que haber entrado a la rotonda mamonazo! Yo me llamo Pedro, aunque suelen llamarme Pere? ? exclamó él, ya totalmente calmado del incidente.
- ?Pues si compadre, pero es que estos nervios que llevo encima me están matando. Quedamos así pues. El sábado me pasaré por Ayora con unos colegas y charlamos tranquilamente. ¡Quién sabe si no tendré algo que celebrar! Un nuevo y gratificante empleo, ser jefe de mi mismo, un bonito préstamo a 20 años? Quien sabe, pero seguro encontraremos algo por lo que brindar. De momento voy a ver que me dicen los chupasangres. Bueno Pere, voy a ver que me depara la mañana. ¡A ver si nos vemos el sábado! Gracias por todo jefe. Hasta pronto? ? le digo mientras vuelvo a meter los papeles en la guantera y me enfundo de nuevo la preciosa chaqueta de mi padre.
- ?Venga Fernando, nos vemos pronto. Que haya mucha suerte. Ya me contarás en los conciertos si nos vemos. En cuanto se me ocurra alguna buena versión para los del seguro te doy un toque. Adeu! ? y se mete en su ex-bonito coche, un Mini Beeper con una tapicería y acabado interior de ensueño. Seguidamente arranca el coche, me dedica unos cuantos toques de claxon y desaparece por la rotonda del fatídico percance.
Bueno, ya estoy solo. He conseguido salir bastante airoso del lance y, como ya había presentido al salir a la calle, el día prometía mucho y bueno para mí. Pienso, ?Hoy te vas a comer el mundo. Ningún percance va a conseguir evitar que consigas lo que quieres, ya lo verás?. En esto que cuando me estoy abrochando los últimos botones de la chaqueta me percato de que me la había manchado ostensiblemente de grasa, probablemente mientras levantaba el capó de mi coche para otear posibles daños. Lo que me faltaba. Si es que salgo de una para meterme en otra, qué mala suerte la mía.
Miro el reloj. Son las 10 y media. Ya está bien entrada la mañana, así que no debe quedar nadie en mi casa, lo que esfuma cualquier posibilidad de cambio de traje. No se qué hacer. Estoy aturdido. Me cuesta aceptar que pueda tener tan mala suerte justo en un día tan importante como el de hoy. En fin, no queda otro remedio que el de presentarme tal cual en los bancos que me había propuesto. Ya se me ocurrirá algo por el camino. Así que me monto en el coche, lo arranco y me dirijo apresuradamente, pero ahora con precaución, hacia el centro de la ciudad.
Por fin, tras una media hora de densa circulación, consigo llegar al centro neurálgico de Valencia y me dirijo hacia el parking más cercano. Dejo aparcado allí el coche, no sin antes memorizar el número de la plaza y el sector del parking en que está ubicada, y raudo me dirijo en busca de la salida.
Salgo a la Plaza de la Reina. En la calle se observa un buen número de gente, algo inusual para un día entre semana del mes de Noviembre. Pienso para mi que todos estos seguro que están igual que yo, si no de que andan a estas horas matinales por la calle y con ese semblante tan serio. Me fijo en sus ropas, en sus actitudes, en su aspecto en general, y solo llego a una conclusión: ninguna de estas personas son mejores que yo, aún sin mancha en la chaqueta. Seguro que voy a ser capaz de conseguir mi propósito.
Sigo avanzando hacia la plaza del Ayuntamiento, donde se encuentra el primer banco que tenía en mente visitar. Me han comentado que suelen conceder buenas hipotecas, con bajos intereses y bastante margen de maniobrabilidad por parte del cliente. En breve tendré la oportunidad de comprobarlo por mi mismo. Ya casi estoy. Un paso de cebra me separa de mi futuro.
Por fin llego. Antes de entrar me quito la chaqueta para evitar que los buitres observen la enorme mancha de grasa. Me ajusto por enésima vez la camisa por dentro del pantalón (mamá, ¿dónde estás?), me miro en los cristales de la sucursal bancaria y me adentro en el banco. Me dirijo hacia una de las mesas donde no hay clientes y le pregunto a la mujer que en ella había:
- ?Perdone, Venía a solicitar un préstamo hipotecario. ¿Me puede indicar con quién debo hablar??
- ?Sí, claro, por supuesto. Tome asiento aquí mismo que yo le atiendo. Mi nombre es Yolanda Ruiz, ¿y el suyo?? ? me pregunta ella con una sonrisa que apunto estaba de soltarle los puntos que le pusieron detrás de las orejas en su último lifting.
- ?Mi nombre es Fernando Puig Navarro, pero puede llamarme Bielas. Encantado de conocerla. Tienen la calefacción muy alta, ¿no cree? Nada más entrar he tenido que quitarme la chaqueta porque el calor aquí dentro es sofocante. ¿Sabía usted que si cada uno bajase un par de grados en sus sistemas de calefacción conseguiríamos un ahorro eléctrico que contribuiría eficazmente en el desarrollo sostenible y la prosperidad económica en función de los espacios verdes? Si seguimos a este ritmo y no nos mentalizamos de todo lo que nos entorna, como la electricidad, estaremos todos perdidos y no habrá crédito hipotecario que valga. Nadie querrá hipotecarse si no sabe si mañana vendrá un huracán y se llevará su casa por delante y, además, usted quedará sin trabajo. La electricidad no se obtiene activando un interruptor?? ? no se por qué, pero últimamente, cuando me pongo nervioso, me da por decir cosas imprudentes y que no vienen a cuento. Ahora me doy cuenta de lo desafortunado de mi pregunta.
- ?Señor, la calefacción está desconectada? ? responde únicamente ella.
- ?Sí, bueno, pues? nunca está de más concienciar a la gente. A mi me ayuda a sentirme mejor conmigo mismo cuando veo como avanza inexorable el gris hormigón cubriendo el verde campo. Pero en fin, que no había venido aquí a hablar de esto. Veamos, quería solicitar un crédito para acometer una serie de negocios que quiero emprender. El montante de capital que me gustaría solicitar es de aproximadamente unos 100.000 euros.? ? le comento a la banquera con tono convincente.
- ?Bueno, señor. ¿Me deja que le explique cómo funciona esto? En primer lugar hay que aclarar que lo que usted necesita es un crédito para negocios. En nuestro banco podemos poner a su disposición hasta un máximo de 100.000 euros, que es lo que usted solicita, en función de la finalidad, viabilidad y tamaño de su negocio. Existen una serie de cláusulas por las cuales se le puede denegar el préstamo, pero eso ya entraría en el estudio de viabilidad. Nuestro banco le ofrece las mejores condiciones del mercado mediante el préstamo Unipyme. En este folleto le vienen las condiciones del préstamo, tome. Como puede observar, en función del tipo de préstamo que solicita y la funcionalidad que vaya a darle al dinero en su empresa, puede conseguir un préstamo con 0 intereses. ? me comenta con su dulce voz hasta que la interrumpo.
- ?Sí, a mi me gustaría hacer un estudio tranquilamente y leer bien la letra pequeña. Lo que está claro es que nadie da duro por peseta. Lo que podría hacer de momento es facilitarme toda la información para formalizar mi hipotética hipoteca y ya, una vez realizado el estudio, efectuar la solicitud.? ? le añado severamente.
- ?Le cuento. Como le estaba comentando, en ese folleto vienen reflejadas todas (eleva el tono al pronunciar dicha palabra) las condiciones del préstamo. En primer lugar, lo que debería usted hacer es realizar la cumplimentación del formulario de solicitud de Préstamo y entregárnosla. Seguidamente nosotros efectuaremos la comprobación de viabilidad de su solicitud y le comunicaremos la concesión o denegación de la misma. Todos estos trámites pueden realizarse electrónicamente. Posteriormente a nuestra decisión, deberá enviarnos por correo ordinario todos los datos personales necesarios que precisemos. Por último, solo restaría la recepción, contraste y análisis de la documentación, provisión de fondos y firma del contrato. Mire, en este otro folleto le aparecen todas las pautas que debe seguir. Y, no lo olvide, si usted y su empresa responden a estas características puede salirles gratis el préstamo. Puede revisarlo usted mismo? ? me dice la mujer. Seguidamente se sirve un poco de agua y da un par de tragos para contrarrestar la sequedad de garganta tras tanta palabra.
- ?¿Y no me pueden decir ya mismo si me lo conceden? La verdad es que mucho no van a poder comprobar. El negocio es nuevo, está en proyecto y solo se realizará si se me concede el crédito por su parte o de otros bancos. Pero tengo quien me avale sobradamente y ?? ? en esto que me interrumpe la mujer, reina y señora del país de los euros.
- ?Bien, es posible que se le conceda, pero deberá usted seguir las pautas que le he comentado, como todo el mundo. Tome guarde y revise toda la información? ? añade la banquera.
- ?De acuerdo, así lo haré. Estudiaré las condiciones que me ofrecen y, si me conviene, ya me pondré en contacto con ustedes para entregarles la solicitud de préstamo. Debo confesarle que me ha resultado más sencillo de lo que me imaginaba. ? y estallé en una espontánea y sonora risa, exorcizando así la ansiedad que me colmaba cual vaso a la deriva en mitad de la tempestad. A la deriva, justo el rumbo que estaba comenzando a abandonar. Quien sabe qué cuantiosos y variados rumbos iba a adquirir mi vida próximamente.
- ?Muy bien señor Puig. Ha sido un placer. Tome usted mi tarjeta, por si le surgiera cualquier duda al respecto de lo que hemos estado hablando. Seguro que acaba usted comprobando que nuestras condiciones son inmejorables y dentro de muy poco volvemos a vernos.? ? afirma ella volviendo a dar muestras de la elasticidad de su tersa, a la fuerza, tez con una sonrisa que, estoy seguro, si el diablo supiese sonreír adoptaría.
- ?Bueno, ya se verá. Muchas gracias por su amabilidad señorita Yolanda. Si tengo cualquier duda ya me pongo en contacto con usted. Un saludo. Que pase usted una buena mañana. Y quítese un poco de ropa, que le va a entrar a usted un síncope. Y recuerde bajar un par de grados la calefacción. ¡Hasta pronto!?
- ?¡Jajaja! Hasta pronto señor Puig?
Seguidamente me doy la vuelta y me dirijo hacia la salida de la sucursal bancaria. Pienso para mi mismo que me lo van a conceder, que por fin voy a poder ejercer de ese yomismista que siempre había querido ser. Aguantarme o, simplemente, tratar de comprenderme se me antojaba arduamente complicado para cualquier ser racional en sus cabales. Dentro de mí estallan mil arco iris con colores aún por descubrir. Irradiaba una felicidad que nunca antes había sido capaz de sentir.
Una vez ya en la calle, me dirijo hacia la siguiente sucursal bancaria en mi lista, que no quedaba lejos de donde me encontraba. Una tras otra, hasta en 6 ocasiones, repetí el mismo procedimiento en diversos bancos y fui llenando mi improvisado maletín de negocios con numerosos souvenirs; folletos repletos de letra ilegible por su reducido tamaño, incontables ?sies? condicionales y algún que otro 0 % en tamaño 26 de Times New Roman.
A las 13.30 aproximadamente, agotado tras tanto esfuerzo mental para descifrar la jerga financiera, por fin, tacho el último nombre de Banco que debía visitar. Ahora tocaba ponerme a descifrar cifras, siglas y hasta acrósticos en letra minúscula. Me voy para casa. Solo tenía que encontrar el coche en el gigantesco parking para concluir fantásticamente una mañana que había comenzado peor que la peor de las pesadillas.
Mierda, no consigo recordar el sector ni la plaza donde lo había aparcado hacía unas cuantas horas. ¿Qué demonios había memorizado? Tras un breve impás lo recuerdo. Era la 36, como el año en que infamemente terminó la segunda República, y el sector D de deuda, como la que iba a adquirir en breves días. Por fin llego al coche, lo arranco y me dirijo hacia casa.
